MÉXICO, D.F.
(proceso.com.mx).- La larga noche de los padres de Ayotzinapa aún no termina.
Jesús Murillo Karam,
el hombre frío y “defensor” de los mexicanos, decidió junto con su jefe Enrique
Peña Nieto mantener en el limbo el dolor de los padres pero con la certeza de
que, para el gobierno, los 43 normalistas ya están muertos. Un asunto que a ojos
del mundo se pretende cerrar.
Ante la caída de la
imagen del gobierno peñanietista en el exterior, pereciera que sus operadores
decidieron actuar y emprender un juego cruel, de mensaje impreciso y
manipulable a conveniencia: esperanzador por un lado, de catapulta por otro.
Jesús Murillo Karam
lanzó la moneda de dos caras. En una dice, “están muertos”, la otra “están
desaparecidos”. El juego perverso se inclinará dependiendo de quién lance la
moneda.
Si son mercado
internacional y gobiernos extranjeros quienes la lanzan, caerá del lado “están
muertos”, teniendo la certeza de que las autoridades buscaron por “tierra y
agua” a los jóvenes de manera tan intensa que lograron detener a más de 70
personas y, en forma “dolorosa” descubrió que “los malos” forjaron una pila
humana con “44 ó 43” estudiantes para quemarlos y esparcir sus restos en un
río. Entonces la percepción será: el gobierno actuó y no hubo impunidad.
Si quien lanza la
moneda es la sociedad, por lo menos para un sector caerá del lado “están
desaparecidos”. Éstos sostendrán que el gobierno es tan honesto que aceptó no
poder determinar con certeza si los restos humanos sacados del río son o no de
los normalistas por lo que, “en búsqueda de la verdad” pedirá a la Universidad
de Innsbruck un análisis de ADN de mitocondria. Aquí quienes tenían algunas
dudas por la otra versión, con ésta se convencerán y dejarán en su corazón la
esperanza de que están vivos y reconocerán en el gobierno sus esfuerzos por
llegar hasta donde fue posible. Este mensaje es para la sociedad mexicana, no
para el extranjero.
Del lado que caiga
la moneda, el gobierno construyó un mensaje sobre bases reales, salpicado de
declaraciones inverosímiles, de discursos mitad verdad, mitad mentira. Por
ejemplo, real es que el expresidente municipal de Iguala y su esposa tienen
relación familiar con el grupo delictivo Guerreros Unidos. Nadie de la sociedad
lo pone en duda, por lo tanto, la mano ejecutora serán unos desalmados sicarios
de la organización.
Para hacer más
creíble la hipótesis original, el hábil y frío Murillo Karam logró capturar a
los autores materiales, quienes frente a cámaras de video aceptaron su
deleznable crimen.
Un mes necesitó el
gobierno para eslabonar la historia. Pero hay preguntas básicas sin respuesta:
¿Cuál fue el móvil de Guerreros Unidos para ejecutarlos? ¿Por qué Murillo
acepta la declaración de tres detenidos que dicen quemaron a 44 ó 43 y la
ofrece a los medios de comunicación como verdad única? ¿Por qué no hizo lo
mismo cuando el llamado líder de Guerreros Unidos, Sidronio Cassarrubias,
detalló mismo crimen, misma quema pero reduciendo la cifra a 17 jóvenes?
Ese video no lo
vimos pero lo leímos en diario Reforma y no hay que olvidar que este hombre fue
detenido el 17 de octubre y ese día rindió declaración ministerial. Y qué acaso
es el único grupo criminal de la zona, ¿y La Familia, y Los Rojos, y las
alianzas de éstos con otras autoridades que no sólo pueden ser las policías?
El juego perverso es
que aunque el gobierno da por válida la versión de tres presuntos sicarios al
ofrecerla vía video a todo México, por otro dice que están en calidad de
“desaparecidos”. Sin certeza pero con eficiencia el gobierno actúa, es el
mensaje, de total ambigüedad.
Pareciera que lo
importante no es la verdad sino la “percepción”. Y en este mover de piezas hay
una que Murillo prefiere no se toque, incluso ¡avala! en su omisión. Se trata
del Ejército.
¿Por qué no actuó
cuando los jóvenes les pidieron ayuda? ¿Por qué no se le investiga? La
respuesta está en lo que en tono molesto dijo Murillo a la reportera María
Idalia Gómez cuando lo inquirió sobre ello: “El Ejército, como todos los
ejércitos del mundo, se mueven sólo por órdenes. Yo nomás quiero saber a quién
hubiera apoyado? Obviamente a la autoridad, hubiera sido peor, mucho peor, qué
bueno que no salió”. El mensaje es, al Ejército no se le toca.
Uno decide qué lado
de la moneda de Murillo le acomoda mejor o si de plano decide tirar la moneda a
la basura y como los padres ofendidos, dolidos de Ayotzinapa, determina exigir
la verdad real y no dejar en la impunidad a todos los involucrados, sea Estado,
sean partidos.
(PROCESO/
Análisis/ Jesusa Cervantes/ 8 de
noviembre de 2014)
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