Michoacán— Apenas
sabe leer. Hace dos años abandonó los libros para volverse puntero –halcón– al
servicio de 'Los Caballeros Templarios'. Uno de sus jefes, “El Tucán”, hasta
hace poco azoraba Parácuaro y Antúnez. Ahí le pagaban mil 500 pesos semanales,
dinero que llevaba a su madre para ayudar con la manutención de la casa y de
sus dos hermanos “más chiquillos” que él.
Le apodan “La Kika”.
A sus 14 años ya sabe qué es ser castigado por robar y qué es cambiarse de
bando. Hace dos meses se unió a los grupos de autodefensas. Ahora porta una
playera, que le llega a las rodillas, con la leyenda “Por un Chiquihuitillo
libre”; su pueblo, al que va a regresar “nomás que le den chance”. Y cuando se
le pregunta si ahora está mejor, responde de prisa: “La neta sí”.
Empuñando su juguete
favorito, un AR-15 con culata y cañón recortados, de tamaño perfecto para sus
pequeñas manos, va con las pestañas, el pelo y todo lleno de esa tierra fina
que levantan las 10 camionetas que avanzan por desoladas comunidades de casas
baleadas y lujosas viviendas abandonadas, sin temor a los escarpados cerros
antes usados por los templarios para emboscar a sus enemigos, mirando altivo a
los pocos pobladores que se atreven a curiosear, asombrados por su cuerpecito
de niño asomado por el quemacocos de una lujosa camioneta dorada.
La Kika recibe un
trato preferencial, porque a diferencia de los demás “punteros”, él no llena
costales de tierra para la barricada de la polvorienta y calurosa ranchería
recién tomada por la caravana de trocas llenas de hombres armados. Sólo mira a
sus compañeros fumar orondos churros de mota. Al menos frente a los extraños,
él sólo consume tabaco.
Este autodefensa de
14 años les arranca risotadas a los mayores cuando trata de montar una mula que
estaba amarrada bajo un árbol, cuando cerrojea una pistola y cuando insulta a
los que se burlan de su falta de elocuencia ante el reportero que lo cuestiona,
que le toma fotos.
Aclara que más que a
la cámara, teme que sus antiguos patrones lo vean en la televisión y “lo
vuelvan a mecatear”.
“Cuando quede limpio
de Templarios”, dice “La Kika”, piensa en trabajar, aunque no sabe en qué.
“En ninguno de esos”
responde apresurado cuando se le pregunta si quiere ser campesino, obrero o
futbolista, pero reconoce que el dinero llama su atención, mientras mira de
reojo los fusiles con mira telescópica que cargan tres chamacos apenas más
grandes que él, que escuchan sus respuestas a poca distancia, como cuidando al
miembro más pequeño de los autodefensas.
(Miguel
Dimayuga/Proceso)
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ Proceso | 2014-02-18 | 22:09)
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