sábado, 21 de diciembre de 2013

AYER EZLN, HOY AUTODEFENSAS

RAZONES

Para hacer una analogía con la reciente reforma energética, comparábamos en días pasados, en este espacio, ese cambio constitucional con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Igual de importante, de trascendente, para modificar usos y costumbres de producción, de relaciones internacionales hasta de formas culturales, así han sido y serán ambas reformas.

Pero en estos días se suele olvidar (o quizás al no recordarlo se quieren ahuyentar los malos espíritus) que el mismo primero de enero que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio, también estalló el levantamiento zapatista, que también modificó muchas cosas, sobre todo el curso político del país e inició un proceso que terminó con los asesinatos de Luis Donaldo Colosio, de José Francisco Ruiz Massieu y, poco después, con la terrible crisis financiera de 1995. Hace 20 años, el levantamiento zapatista se hubiera podido impedir. Se conocía de la existencia del EZLN, dónde operaba, dónde estaban sus campamentos y se tenía, en general, conocimiento de sus planes. Nos tocó incluso trabajar sobre el tema un amplio reportaje entre agosto y noviembre del 93 que, por esas vicisitudes del periodismo, no pudo salir a la luz hasta enero del 94, cuando ya se había dado el estallido. En realidad, no se quiso agitar el tema del zapatismo, primero, porque se consideraba una amenaza menor y, segundo, porque no se quería contaminar el ambiente político con la aparición de una guerrilla ante dos procesos fundamentales: la puesta en marcha del TLC, que se votó en el Congreso de EU en los primeros días de noviembre del 93, y la sucesión presidencial, que se resolvió el 22 de noviembre del 93 a favor de Colosio y provocó la ruptura de Manuel Camacho con Carlos Salinas.

Se subestimó el peligro y ese levantamiento: aunque nunca, ni remotamente, puso en peligro la seguridad y estabilidad del Estado, sí cambió todo, desde el proceso de sucesión hasta las percepciones. El 31 de diciembre nos acostamos pensando que el TLC era la puerta al primer mundo y nos levantamos al día siguiente en un país donde un grupo le declaraba la guerra al Estado. Ninguna de las dos percepciones eran realmente ajustadas a la realidad, pero las dos marcaron el estado de ánimo en esos meses. Y todo cambió en apenas unas horas.

Han pasado 20 años. Hace unos meses acompañaba en su campaña a Manuel Velasco Coello, el ahora gobernador de Chiapas, que ayer pronunció su primer informe de gobierno. Más allá de que la pobreza y la desigualdad mantienen formas ancestrales en Chiapas, me tocó acompañarlo a El Bosque, una comunidad enclavada en la sierra. Había ido varias veces entre 1995 y 1996. Allí en El Bosque se daba una brutal batalla entre dos comunidades: unos eran zapatistas, los otros priistas. Se emboscaban, se mataban, se secuestraban recíprocamente.

Han cambiado muchas cosas en 20 años, pero el huevo de la serpiente de la violencia se sigue incubando. Ahí está, por ejemplo, con el desafío de los grupos de autodefensa y armados en Michoacán y Guerrero, enquistado en otras regiones del país como Chiapas y Oaxaca. Ahí está la tentación que siguen teniendo distintas organizaciones de recurrir a la violencia para obtener sus objetivos, desde la Coordinadora hasta los grupos armados o los llamados anarquistas. Se les ha subestimado y, como ocurrió hace 20 años con los zapatistas, se decidió no interferir con sus acciones porque existían prioridades, ahora el ciclo de reformas y sobre todo la energética. Ese ciclo ya se cerró y esas amenazas a la estabilidad ahora deben ser atendidas antes de que sea demasiado tarde.

(ZOCALO/  Columna Razones de Jorge Fernández Menéndez/ 21 de Diciembre 2013)

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