MEXICO, DF– Son historias ejemplares. Actos heroicos de vida. Se les
usa como bastiones para provocar cambios en espíritus comatosos,
deambulantes y vencidos.
Al final son historias de hombres ordinarios con un arrojo
extraordinario. Eso no significa que todos los hombres ordinarios
quieran y sepan, aunque puedan, protagonizar proezas extraordinarias en
el horizonte de su propia vida.
Un ejemplo conocido y reconocido: Pep Guardiola usaba Gladiador para
incentivar a los espíritus barcelonistas en esos tiempos de grandes
conquistas catalanas, cuando su avanzada conquistó Europa y desde Europa
el mundo.
Hugo Sánchez, dios, padre, hijo y Espíritu Santo de su propio
santuario de egolatría, montaba carnavales con sus goles y lanzaba
discursos poco poderosos.
La autoglorificación de sus goles, y la mano en cautiverio de Mario Carrillo, le permitieron hacer bicampeón a Pumas.
Un día le preguntamos quién había sido su motivador, su motivación,
el propio Hugo de Hugo Sánchez, cuando en Pumas le negaban la
titularidad en beneficio de Cabinho y Cándido, o cuando la tribuna del
Calderón y la afición del Atlético de Madrid, le vomitaban “indio,
indio, indio”.
“Nadie. A Hugo lo motivaba Hugo. A Hugo, lo motiva Hugo”, explicó esa vez el Pentapichichi.
Hoy, Víctor Manuel Vucetich recurre, según reportes del Diario
Récord, a películas como Invictus y Rudy, para tratar de estremecer el
compromiso de los seleccionados mexicanos, obligados a ser su mejor
versión de sí mismos este viernes ante Panamá y el martes ante Costa
Rica.
¿De verdad? ¿Qué o quién propulsó en Mandela la devoción heroica,
casi de mártir, para cambiar dos pueblos que convivían en un conflicto
violento en una nación?
Seguramente en esa mazmorra en la Isla Robben nadie fue a proyectarle
una película para motivar su rebeldía, si apenas tenían comida y
lectura bajo secuestro.
Mandela, lo explicó, se fortaleció del cautiverio, de las llagas de su nación y de su raza.
El hombre debe tomar ejemplo de su propia historia para escapar de sus prisiones.
Dice un proverbio chino: “El mismo suelo sobre el que has caído, es
el mismo que te sirve de apoyo para ponerte de pie nuevamente”.
Los jugadores del Tri no necesitan de ejemplos externos. Puede
existir un regocijo y una cavilación tras disfrutar Invictus y Rudy,
pero ellos tienen su propio castillo de impurezas y fracasos.
El hombre que quiere cambiar sólo debe plantarse francamente ante el lado lúgubre de su espejo.
Insisto, en el Tri, hay ejemplos de guerreros en la propia dimensión
de su entorno, como para necesitar nutrirse de heroicidades ajenas.
Si el mundo estuviera lleno de Mandelas no habría necesidad de luchas sublimes, ejemplares y sobrecogedoras como la de Mandela.
Vayamos a casos puntuales.
1.- ¿Necesita Chicharito Hernández mensajes externos cuando estuvo a
punto de retirarse del futbol y decidió no cluadicar? ¿Ha renunciado un
instante o un segundo de entrenamiento y exigencia en el Manchester
United a pesar de los mensajes inequívocos de que la titularidad es de
otros? ¿Necesita CH14 sermones de gestas inequiparables en atmósferas
incomparables, cuando él, en su universo no condesciende ni transige?
2.- ¿Necesita Oribe Peralta mensajes de leyendas irrepetibles como
Mandela? En la simpleza de su vida, ha echado por tierra todos los
molinos de viento de las complejidades, cuando tuvo pasajes
desalentadores por cinco equipos antes de regresar a Santos Laguna. ¿O
alguien va a endurecerlo ante míticos fantasmas, cuando ante la mejor
defensa del mundo, la de Brasil, le hizo dos goles en tres oportunidades
que tuvo en la Final Olímpica de Londres?
3.- ¿Alguien va a contarle de osadía a Guillermo Ochoa cuando
renunció al olimpo de bisutería, pero Edén al fin, del futbol mexicano,
donde dinero, fama, lujos, mimos le halagaban, pero él decide ir al
apostolado de custodiar a uno de los peores equipos de Francia como el
Ajaccio, incluso sacrificando salario?
4.- ¿O Rafa Márquez, desahuciado por la MLS, regresando a México con
banderas rotas, con un mal torneo de arranque, per, anunciando que
regresará al Tri, recupera su mejor forma y se convierte en una urgencia
para su selección? Cuando el Barcelona, según Tata Martino, aún busca
un defensa central como él, cuando pudo retirarse al ocio de ser
millonario, se decide reconstruirse de sus cenizas.
5.- O casos como un Carlos Salcido que lavaba trailers para comer y
poder jugar al futbol, ya en edad madura; o un Miguel Layún que pasó del
hazmerreír universal en la volatilidad y la volubilidad del Twitter a
convertirse en ícono del mejor equipo en el acumulado de los cuatro
últimos torneos. Y otros casos similares en este Tri.
¿Necesitan ellos ejemplos que están fuera de su órbita?
Ellos no necesitan identificarse, acaso recrearse, con figuras
sobrehumanas universales como Mandela. Ellos no tienen labores
titánicas, aparentemente imposibles de ejecutarse, como las de Madiba,
pero sus propias demostraciones de valentía y victoria, deben ser
suficientes para encarar a Panamá y Costa Rica.
¿De qué sirve mostrarlos ante epopeyas inaccesibles para ellos si
ellos han sido, en minúsculos escenarios, protagonistas de epopeyas
propias?
No es contemplando épicas ajenas en Invictus, Rudy o Gladiador, donde
el futbolista mexicano va a encontrar los motores y los motivos
correctos para su tarea en el mundo infinitesimal de la Concacaf y el
futbol.
Sólo necesitan revisar su historia. Sus fracasos. Sus victorias. Y
especialmente volver a jugar al futbol, como han demostrado que saben
hacerlo.
Al final, de Invictus, el principal mensaje para los futbolistas
mexicanos en desgracia en el Hexagonal Final de Concacaf, es la última
estrofa del poema Invictus de William Ernest Henley: “No importa cuán
estrecha sea la puerta/Ni cuán cargada de castigos la sentencia/Soy el
amo de mi destino/Soy el capitán de mi alma”.
El resto, que lo encuentren en su propia historia como seres humanos, más que como futbolistas.
EL JUEGO ESTE VIERNES
México vs. Panamá
19:30 horas por
Tv Azteca y Televisa
Estadio Azteca
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