lunes, 22 de abril de 2013

EXPEDIENTE: LOS HONDUREÑOS…



Rosendo Zavala
Saltillo, Coah.- Sorprendidos porque el ingeniero aún respiraba, los hondureños encobijaron el cuerpo y tras aventarlo en la camioneta se enfilaron a un terreno baldío, donde le prendieron fuego, culminando la escalofriante obra con que saldarían su deuda de honor.

Mientras Lenis contemplaba fijamente las llamas que consumían a su rival de amores, Dulce María vagaba en el instante que desató la tragedia inmisericordemente, porque junto a la turba de bárbaros se había convertido en partícipe del suceso que la marcó para siempre.

Esto porque en tan sólo unas horas, la Policía resolvió el misterio del calcinado, que aterró a los residentes de Landín, erigido como escenario del brutal homicidio que hasta hoy sigue consternando a la sociedad saltillense.

BORRACHERA MEXICANA

Levantando la voz para que todos escucharan las hazañas que lo encumbraban como profeta en tierra ajena, Lenis Eduardo alardeaba los pasajes vividos en su andar por territorio mexicano. Habían pasado varios meses desde que renunció a su familia para probar suerte en los Estados Unidos.

Sin embargo, los pesares de sortear la maldad en forma de hombre eran una constante que abrumaba su realidad de inmigrante, por lo que el asentarse en Saltillo era la mejor de sus odiseas y así lo platicaba en cada borrachera.

Con la mirada enrojecida por el humo del cigarro que turbaba su realidad, “El Rocky” se retorcía en la silla, donde postraba las ilusiones, mientras se embriagaba con sus compañeros de andanza, que padecían el mismo trauma de haberse autoexiliado.

Atrás habían quedado los días en que abandonaron su casa de Centroamérica para afrontar el presente que se avistaba complicado, tanto que por eso habían decidido claudicar en el intento, estacionándose temporalmente en esta región.

Pese a lo similar de la aventura forzosa que los amigos emprendieron tiempo atrás, Lenis era quien más enfatizaba su satisfacción de haber llegado lejos, aunque fuera en suelo mexicano, por lo que llenándose la boca de orgullo repetía sus aventuras incansablemente cuando lo traicionaban los efectos de vino.

Y es que el fin de semana se repetía como una copia de todos los que vivía en Coahuila, con las bacanales de cebada que animaban su triste realidad, mientras ideaban el momento de subir al tren que los llevara a la frontera norte, esa que los separaba de una buena vida para mantenerlos arraigados en la pobreza latinoamericana.

Marginado de la bonanza que idealizaba fervientemente, Lenis confrontaba su paupérrima condición y junto a Dulce pretendía crear el futuro que le espantara la amargura emocional que padecía desde que salió de Honduras.

Bajo ese reto personal, el catracho se refugiaba en el apoyo moral de sus connacionales, que soñaban lo mismo, mientras su pareja lo veía regocijarse con las narraciones que soltaba de memoria cada que se embriagaba.

ATRACCIÓN FATAL

En pleno domingo de marzo, El Rocky” intercambiaba mentiras emocionales con otros compatriotas, pero también con Sergio, el ingeniero de Campeche que habían adoptado como uno de los suyos, por la etiqueta de foráneo que portaba desde que llegó a estudiar en la Narro.

Con el atardecer de primavera que lo animaba como de costumbre, el anfitrión se sentó a la mesa junto al profesionista Jorge “El Grande” y “El Chapín”, un guatemalteco que también se había ganado la amistad de los presentes por la afinidad que sentían entre todos.

Ya cuando la brisa fresca de la noche comenzaba a mezclarse con los efectos de la cerveza que invadían a los parranderos, las historias de sobrevivencia y logros invadieron el ambiente que hasta entonces parecía de completa lealtad.

Pero al calor del festejo, la tragedia cruzó con forma de mujer por el sitio donde se entretenían los reunidos, porque Sergio se atrevió a decir a Lenis que le gustaba su novia, ocasionando el enfado de éste, que pretendió pasar por alto la ofensa ignorando el comentario.

Ensimismado en la atracción erótica que sentía por la fémina, el ingeniero se la comió con los ojos durante mucho tiempo, hasta soltar la bomba que desencadenó la guerra donde él sería el único muerto por obra de la legión extranjera que le hizo comerse sus palabras repentinamente.

Iluminando su rostro con una sonrisa que parecía coquetear al mexicano, Dulce pasó frente a éste, que nublado por el alcohol estiró la mano inconscientemente, tocándole los senos para masajearlos, mientras se perdía en el sabor de la cachondería que pretendía llevar hasta las últimas consecuencias.

Reaccionando como león herido, “El Rocky” se paró violentamente de su silla para reclamar al campechano su atrevimiento, mientras “El Grande” y “El Chapín” lo emulaban, como queriendo prender la flama de la venganza.

A una sola voz, Lenis Eduardo sujetó a Sergio por los brazos, mientras el guatemalteco se le abalanzaba sobre las piernas para inmovilizarlo, ahorcándolo e infringiéndole la paliza orquestada por Jorge para aplacar sus ansias sexuales de una vez por todas.

Creyendo que lo habían matado, los victimarios salieron corriendo de la casa para subir en el auto que rompió la tranquilidad de la noche, arrancando a toda prisa para perderse entre las calles de La Aurora, buscando evadir el ataque que acababan de perpetrar.

A FUEGO LENTO

Cobijados por el manto de la madrugada, los ilegales regresaron a la escena del dolor ajeno para constatar su mala obra y observando con terror que el egresado de la Narro se quejaba tendido en el suelo, decidieron actuar con presteza.

Redoblando esfuerzos, los rijosos tomaron un cobertor que sacaron de la recámara para envolver a su rival de ocasión, cargando el bulto que con dificultad subieron a la camioneta, donde nuevamente emprendieron la huida, ante la indiferencia de la sociedad local que dormía esperando el arribo de la nueva semana.

Tras devorar el asfalto del periférico con prisa justificada, los hondureños interrumpieron su andar en el área de Landín, donde bajaron la mortaja que arrastraron hasta el terreno baldío, perdido entre la inmensidad de la noche.

Con el jarioso a su merced y resueltos a cobrar justicia por cuenta propia, uno de los ofendidos sacó de entre sus ropas el encendedor que guardaba, dando algunos pasos, mientras lo prendía, para luego dirigir la lumbre hacia el bulto humano que ya tenía los minutos contados.

De la nada, un grito ensordecedor mató la tranquilidad reinante, mientras los artífices de la muerte lo veían consumirse lentamente, saltando de júbilo porque la ofensa sufrida por Lenis se había cobrado, según ellos, correctamente.

Convencidos de que el destino ahora sí le había cobrado factura al campechano amoroso, los montoneros se despidieron para tomar caminos diferentes, aspirando a mantener su libertad intacta, fugándose de Saltillo lo antes posible.

Bajo ese propósito, los asesinos esfumaron su presencia de Landín, dejando calcinado el cuerpo de quien amenizó sus parrandas durante mucho tiempo, pero que por cuestiones de dignidad se transformó en el enemigo que resolvieron eliminar, sin pensar en las consecuencias.

Debido a que el sol estaba por salir, “El Rocky” apresuró su paso junto a Dulce, tratando de llegar a su casa de La Aurora, aunque las prioridades habían cambiado y sólo deseaba juntar algo de ropa para continuar la nueva odisea que prometía convertirse en suplicio.

CASO RESUELTO

Tras el amanecer del día, el sur saltillense fue otro, porque caminantes descubrieron con terror los despojos de la antorcha humana, notificando el hallazgo a las autoridades, que sin perder el tiempo desplegaron una cantidad importante de operativos policiales.

Mientras representantes de la milicia sumaban esfuerzos a las diligencias ministeriales que tomaban conocimiento del crimen, los enamorados hacían por su independencia, viajando en el autobús de paso que los llevaría a San Luis Potosí, donde comenzarían una nueva etapa en su relación.

Pero la expectación que para entonces había creado el asesinato en Coahuila traspasó fronteras al instante, porque de manera sagaz los agentes investigadores se enteraron de la forma cómo sucedieron los hechos y también de quienes lo materializaron con un encendedor.

Abrazados para espantar a los fantasmas de la justicia, Lenis Eduardo y Dulce dormitaban recargados en el asiento del camión que los transportaba hacia el en nuevo futuro, pero un brusco enfrenón los despertó, enterándose con tristeza que la realidad los había alcanzado.

En el poblado Los Núñez, un policía local detuvo la marcha del “gallinero” y subió para efectuar una revisión de rutina, parando su andar frente a los prófugos, al detectarlos con actitud sospechosa, cuestionándolos sobre su presencia en el autobús, mientras generaba la incertidumbre que enrareció el ambiente.

Presionados por las taladrantes preguntas del oficial, la pareja aceptó estar huyendo por el terrible homicidio perpetrado en Saltillo, quedando a disposición de las autoridades locales, que pronto los canalizaron ante sus similares coahuilenses.

De vuelta en la escena del crimen, los matones recrearon el tétrico pasaje, aunque ya ante las instancias penales encargadas del caso, que luego de intensas actividades determinaron dictarles una sentencia de 26 años de prisión a los implicados, bajo el delito de homicidio doloso.

A un año de distancia, los incendiarios conocieron la resolución de la juez primero de Instancia Penal, que con la decisión recién tomada dio un paso importante en la impartición de justicia en el expediente del acontecimiento que quedó marcado como uno de los más atroces en la historia de esta ciudad.

(ZOCALO/ Rosendo Zavala/ 22/04/2013 - 04:08 AM)

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