martes, 27 de noviembre de 2012

EXPEDIENTE CRIMINAL: EL FUNCIONARIO...

Rosendo Zavala


Saltillo, Coah.- Tirando con rencor la cama donde su amante dormía tras una tórrida noche de pasión oculta, Francisco levantó su mano empuñando la figura de madera con que ultimó al ser que minutos antes lo había llenado de amor fingido.

Cegado por la ira de sus tiempos mozos, el chihuahuense de ilusiones rotas mató su destino con el puñal que diluyó las aspiraciones terrenales del artista, cuyo único pecado fue haber probado las mieles de lo prohibido en su propia alcoba.

Fue así como el guardián del pueblo se convirtió en víctima de su propio destino, que lo alcanzó tras haber huido por diferentes partes del país, ignorando que sería detenido por la Policía para someterlo a los 26 años de cárcel que le dieron por haber matado a su “amigo” de ocasión.

UN ENCUENTRO FORTUITO

Apenas eran las 13:00 horas de aquel cálido miércoles, cuando el teléfono de “Paco” repicó sacándolo de su trajinada carrera, deteniendo su paso ante la prisa loca que lo ahogó en el mar de gente que presurosa recorría la calle Pérez Treviño.

Emocionado por ver que se trataba de Mario, el hombre de melena revolcada sintió que el mundo se detenía a su alrededor, fue entonces cuando contestó el celular y una voz provocativamente masculina se dejó escuchar por la bocina, haciendo la misma sugerencia de cada semana.

Convencido de que tendría una velada con la que podría espantar a su soledad, el resentido social aceptó la invitación y con ansias contó las horas hasta ver la caída de la tarde, que presagiaba el arribo de la pasión simulada que alimentaba con alcohol.

Deambulando sin sentido por las calles mientras el “mágico” encuentro llegaba, el hombre de 36 años recordaba con sentimiento agridulce las tardes de excitación comprada que le brindaba su compañero de andanzas, tan iguales y tan diferentes que el deseo se palpaba a simple vista.

Aquella tormentosa relación había nacido días antes en las cercanías del domicilio de Francisco, cuando presuroso se enfilaba rumbo a la boutique donde había trabajos de guardia, pero un acontecimiento fortuito le haría cambiar la vida de manera definitiva.

Y es que mientras intentaba cruzar una complicada arteria de la Zona Centro, un lujoso vehículo le salió al paso y de su interior salió la voz amable que lo llamaba por otro nombre, dando paso a la confusión que uniría sus destinos irremediablemente.

Durante más de dos meses, los amigos accidentales tuvieron encuentros amorosos aderezados con el secreto mutuo que guardaría sus bajezas emocionales, tomando como hotel el carro donde paseaban hasta que el deseo los rebasaba y terminaban trenzados en cualquier esquina oscura de Saltillo.

Con el sello del amor prohibido tatuado en la piel, los confidentes se reunían cada 10 días para sacar sus problemas cotidianos, aunque siempre bajo los efectos del tequila que abría sus corazones, para luego dar paso a la efusividad sobre ruedas que los mataba de cansancio.

Sin imaginar los alcances que cobraría la pasión que se estaban dando, los amigos “íntimos” tapizaban sus cuerpos de caricias, animados por la inercia de su naturaleza, mientras sus familias se mantenían al margen ignorando la doble vida que tenían.

AMOR SIN BARRERAS

Fastidiado por haber tenido un día complicado en la puerta del comercio que vigilaba, “Paco” salió convencido de que espantaría los fantasmas de la presión cotidiana, por lo que animado se enfiló al primer cuadro de la ciudad donde se encontraría con el hombre que le robaba el aliento.

Presuroso ante la idea de una noche depravada, el guardia caminó hasta llegar a la Alameda Zaragoza, donde se sentó en una banca, mientras el vaivén de los paseantes llenaba de indiferencia el ambiente que parecía tan monótono como siempre.

Con su corazón latiendo acelerado, el vendedor de caricias vio pasar los minutos en su relojito de pulso corriente que lo acercaba cada vez más a su destino, mientras caminaba por la de Purcell hasta llegar la tienda donde tenía pactada la cita que se pintaría de tragedia.

Suspirando hondo, el chihuahuense se recargó en la barda del comercio que había tomado como punto de salida para los desenfrenos sexuales que brindaba a su compañero de aventuras desde semanas atrás.

Repentinamente, el sonar de un claxon lo sacó de sus elucubraciones mentales, y al voltear ahí estaba, era Mario que sonriente lo invitó a subir en el automóvil, que para ese entonces ya guardaba una innumerable cantidad de secretos amorosos, esos que por interés habían decidido hacer solamente suyos.

Ya con la víspera de la noche cayendo sobre la ciudad, los amigos comenzaron la ruta de siempre y detuvieron la marcha del carro en una vinatería de Coss, donde se cargaron con el licor que los envolvería en la más frenética de las pasiones.

Minutos después, los cómplices enfilaron su marcha hacia el oriente de Saltillo, donde una solitaria residencia los aguardaba, sería ese el punto que convertirían en el escenario del amor con odio que desembocó en el crimen que jamás hubieran imaginado.

Sabedor de que su familia no estaba en casa, Mario estacionó el carro en la cochera, para luego dirigirse a la cocina, mientras su amigo lo seguía cargando la bebida que lo traicionaría de la manera más cruda.

PASIÓN Y ODIO

Mientras los “enamorados” charlaban de sus azarosos días en familia, el tequila comenzaba a marearlos, y junto con el tiempo hicieron el resto, porque la bebida los hizo caer rendidos en el sillón donde darían rienda suelta a su pasión por el cuerpo ajeno.

Tras varios minutos de lujuriosas caricias y sexo duro, los amantes cayeron rendidos en la cama del cuarto donde se dispusieron a dormir, exhaustos por todo el amor que se habían dado sin que el mundo se diera cuenta.

Pero cuando Francisco reposaba bocabajo, los despojos de su aturdido cuerpo, la figura de Mario lo sobresaltó, porque en un intento por reavivar el deseo que sentía se postró sobre la humanidad de “Paco”, queriéndolo poseer de la misma manera que lo habían hecho con él minutos antes.

Enfurecido por su proceder, Francisco reclamó la acción al prominente funcionario, que decidido a todo intentó someterlo, para complacer los instintos que dictaban sus costumbres homosexuales.

Intentando mantener su virilidad intacta, el vigilante forcejeó con el anfitrión durante varios minutos, hasta que el cansancio los venció y cedieron ante el coraje que sentían, optando por tirarse en la cama para descansar y saldar sus diferencias bajo los efectos del sueño.

Cuando la madrugada corría, ignorando lo que pasaba en la singular alcoba, el invitado se movió bruscamente y despertó de golpe, recordando el pasaje que lo había enfadado horas antes mientras su enamorado seguía perdido entre la bruma del sueño.

Irritado por el intento de “violación” que había sufrido, el resentido social viró la vista y sin tanto pensar tomó el ave de madera que adornaba el buró, por lo que tomándola con fuerza asestó tres golpes en la cabeza de su amigo, para luego apuñalarlo sin piedad.

“Como que me quiso violar, porque yo no me dejaba, le dije que no y lo aventé, fue entonces que forcejeamos y le dije que se quitara de encima, aventándolo hacia un lado de la cama.

“Después caminé hacia la cocina (cuando la víctima estaba dormida) de donde saqué un cuchillo de uno de los cajones, regresándome y con éste en la mano le metí dos piquetes al señor, hasta que vi que ya no se movió” (Exp. 88/2011).

Confundido corrió hasta el baño donde tiró las piezas con que había concretado el crimen, se lavó las manos y volvió a la cama donde confirmó con sus propios ojos que en un arranque de ira acababa de desgraciar su vida.

Al ver que el amasiato había terminado en tragedia, Francisco salió por la puerta de la cocina y aturdido por su cobardía subió al “nido de amor” sobre ruedas, en el que veloz abandonó la escena del crimen para comenzar el peregrinar que le robaría la calma para siempre.

EL PRELUDIO DEL FIN

Rompiendo la tranquilidad de la noche a 150 kilómetros por hora, el prófugo de la justicia enfiló su andar sobre la carretera Torreón, fabricando la escapatoria que de nada le serviría porque su libertad ya tenía los días contados.

Durante más de 10 horas, el nuevo desempleado manejó hasta llegar a su pueblo en El Saucillo, Chihuahua, parando marcha en el Panteón Municipal, donde se adentró para buscar la tumba de su hermano muerto, a quien contó sus pesares buscando ganar el perdón divino que nunca llegaría.

Turbado por el remolino de emociones que lo estaba matando en vida, Francisco se detuvo a la orilla de la carretera para visitar a su madre y después se fue a Camargo, donde deambuló todo el día para luego volver a El Saucillo, donde se tomó unas cervezas con su amigo Federico, sin animarse a contar el fatal secreto.

Sintiendo que el destino lo alcanzaba retornó a Camargo, donde la gasolina se le acabó, abandonó el Volkswagen en el rancho de un sexagenario al que “se lo encargó” para caminar sobre la vía a Ojinaga, donde se encontró con una central camionera.

Anhelando volver a su realidad en Saltillo e imaginando que la Policía no lo estaba buscando, abordó el autobús que lo trajo a la ciudad, donde se escondió en un cuarto rentado de la Zona Centro mientras ideaba la manera de encontrar trabajo.

Con el paso de los días, Francisco sintió que la tranquilidad volvía a su alma y comenzó a caminar por las calles principales del centro, mientras los aparadores de las tiendas iluminaban sus ilusiones, sin saber que éstas se disiparían de manera abrupta.

Y es que en medio de la gente que encontraba a su paso, una mano le tomó la espalda para emitir el “estás detenido” que jamás olvidará, fue entonces que comprendió que todo se paga en la vida y accedió a acompañar a los policías, que acababan de resolver uno de los crímenes más sangrientos ocurridos en la ciudad.

Tras varios meses de diligencias, el juez segundo en materia penal dictó una sentencia condenatoria de 26 años de prisión a “Francisco” bajo el delito de homicidio calificado por ser cometido con ventaja, debido a la forma como se dieron los hechos, donde el reconocido personaje social perdió la vida. Etiquetas

Por obvias razones, los nombres reales de los implicados en el asesinato fueron cambiados para no alterar la imagen pública de éstos.

El detalle:

El asesino confeso fue sentenciado a 26 años de prisión y una multa económica de mil 417 pesos bajo el delito de homicidio calificado, por ser cometido con ventaja, en una decisión emitida por el juez segundo en materia penal.

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