martes, 27 de noviembre de 2012

¿ A DÓNDE VA EL NARCO EN MÉXICO?




Ismael Bojórquez   

Una de las preguntas de los hombres y mujeres de a pie, a una semana de que Enrique Peña Nieto asuma el poder, es qué va a pasar con el problema del narcotráfico, si seguirá con la misma estrategia del presidente Felipe Calderón, si retirará al Ejército mexicano de las calles, si negociará con los narcos, si legalizará el consumo de mariguana, si combatirá el lavado de dinero, si ahora sí irá contra los narcopolíticos…
 
En realidad es un enigma lo que hará, salvo por algunas líneas generales que ha esbozado: que el retiro del Ejército será en la medida en que se cuente con una Policía eficaz contra las organizaciones criminales, que no habrá ninguna negociación con ellas, que se aplicará la ley, que con los Estados Unidos hay que diversificar la agenda y no constreñirla al tema del narco.

En realidad hasta ahora no se ha planteado nada distinto y todo indica que, en lo general, Peña Nieto seguirá la misma línea con que terminó Calderón, en una estrategia que exigía un tiempo con que el presidente no contaba, pero que a la larga no se veía tan extravagante desde la óptica del poder y que consiste en golpear a los grupos más violentos, que son al mismo tiempo los que han desarrollado actividades paralelas al narcotráfico y que afectan directamente a distintos grupos de la sociedad: el secuestro, el cobro de piso, el tráfico de mujeres para la prostitución, la piratería, la extorsión…


Nunca se aceptó, pero es evidente que, de paso, esa estrategia favoreció al cártel de Sinaloa, el único que, hasta ahora, no ha desarrollado actividades paralelas al narco, al menos no como parte de su agenda criminal.


Al inicio de su guerra, el presidente Calderón agarró parejo, no así sus colaboradores, que hicieron su guerra aparte, con visiones que no siempre coincidían con la del presidente. Pero a la mitad del camino se dio cuenta del monstruo que había despertado y enfocó sus baterías en contra del cártel más violento: Los Zetas. Pero ya era tarde, el cártel de Sinaloa había estallado en su interior y eso desató una guerra impensable para nadie entre los jefes de una organización que tenía lazos hasta de sangre y que se veía indestructible.


Los “errores naturales e inherentes al ser humano” a los que se refiere Calderón en una declaración reciente, costaron al país decenas de miles de muertes y todo indica que seguirán costando porque no hay salidas en el corto plazo. Hay una estrategia concebida por el Gobierno norteamericano e impuesta a México, que consiste en acondicionarle la frontera al cártel de Sinaloa porque con ellos pretende asegurarse un tráfico no tan violento, que brinde, además, cierta seguridad ante las amenazas de otra índole y que tienen que ver principalmente con el terrorismo. Las fronteras violentas suelen ser más porosas y esto representa un peligro mayor para ellos.


No fue casual que al tiempo que los esfuerzos de la DEA se enfocaban contra el cártel de los hermanos Arelllano Félix, los sinaloenses, Joaquín Guzmán e Ismael Zambada, se iban apoderando de Tijuana… hasta que terminaron adueñándose de la plaza.


Tampoco que el cártel de Sinaloa se haya quedado con Ciudad Juárez precisamente en la etapa en que el Gobierno federal enfocó sus baterías en contra de las bandas comandadas por Vicente Carrillo Fuentes y La Línea.


Este parece ser el modelo. Los gringos ocupan las drogas y ahora debaten si legalizan o no totalmente el consumo de mariguana con fines recreativos. Pero la necesidad de drogas sintéticas sigue ahí, igual que de la cocaína, y estas seguirán llegando a los Estados Unidos principalmente a través de nuestro país.


En realidad, el Gobierno norteamericano ocupa socios que les surtan las drogas y aquí los sinaloenses tienen la ventaja de que representan la vieja escuela. No es que sean los únicos que vayan a sobrevivir, aunque esto sería ideal para los Estados Unidos en un esquema de administración del negocio de las drogas si el tema se circunscribiera solo al asunto del narcotráfico.


No debe verse como una casualidad que al hacer un corte de caja al final del sexenio de Felipe Calderón, solo queden al frente de las principales organizaciones criminales, líderes que nacieron en Sinaloa. Unos más violentos que otros, pero todos con la misma escuela, la misma raíz. Cabezas de grupos que algún día estuvieron juntos en algo que alguien llamó Federación. Los narcos se guían por el olor del dinero, ese es su bisnes. No se descarte que la tentación de los gringos y del Gobierno que viene sea sentarlos a todos en una mesa. Y que se vuelvan a repartir el país, como si fueran dioses.


Bola y cadena


POR SI NOS FALTARA POCO, The Economist acaba de hacer un comparativo de los homicidios por año ocurridos en las entidades del país, cotejados con los acontecidos en diferentes países del mundo. A Sinaloa lo compara con Madagascar, una isla situada en el Océano Índico con 20 millones de habitantes. Ambos, Sinaloa y Madagascar, cuentan poco más de 1500 asesinatos en un año.


Sentido contrario


ENRIQUE PEÑA NIETO no ha leído tres libros pero parece estar muy bien asesorado. La semana pasada recibió en México al presidente del banco chino ICBC, que es el más grande del mundo. Dijo que le abrirá las puertas para que instale subsidiarias aquí, lo cual, ante la crisis por la que atraviesan los bancos europeos —muchos de ellos en México—, no suena tan descabellado.


Humo negro


MALOVA QUISO CORREGIR pero ya la había esparcido. “Quisiéramos pedirle a las mujeres —dijo a la reportera de El Debate, Fabiola Manjares, a propósito de las setenta y tantas mujeres asesinadas este año— que se porten bien, no hay que portarse mal, porque a veces el que se porta mal termina mal”. Fue una barrabasada, sin duda, que para enmendar debiera lanzar a muchos de sus colaboradores: “El que se porta mal termina mal”.
 

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