martes, 13 de marzo de 2012

NOCHE DE PERROS EN AHOME, EN LOS MOCHIS


Crónica del ataque a instalaciones de la Policía Municipal de Ahome


Luis Fernando Nájera    
La noche del domingo 4 de marzo la sede de la Policía Municipal de Ahome, en Los Mochis, sufrió el ataque a balazos y granadazos más prolongado en su historia, pero el menos sangriento, puesto que no hubo víctimas mortales.



Hasta ahora el ataque ha quedado impune, pues no hay un solo detenido por este. Peor aún, las investigaciones enderezadas no han arrojado luz sobre la autoría tanto material como intelectual del atentado.

Sin embargo, una fuente interna de la Procuraduría General de Justicia del Estado que pidió anonimato reveló que el origen del ataque sorpresivo pudo ser el desmembramiento del Comando Bravo que operaba en el ejido Chihuahuita y que patrullaba la carretera Internacional y las sindicaturas de El Carrizo, San Miguel, Higuera de Zaragoza, Ahome y Los Mochis, para la célula de Los Mazatlecos, brazo armado y de distribución de drogas para la alianza de los cárteles Beltrán Leyva-Carrillo-Zetas, bajo la orden de Juan Pablo Osuna Sánchez, el 100, o por las constantes detenciones de “puchadores” en Los Mochis y sus alrededores y por los cuales se ha afectado el negocio de Jesús Miguel Pacheco Samaniego, el Pecas.

En la captura del Comando Bravo, la Policía Municipal no tuvo acción porque esta se produjo por la intervención directa del Grupo de Reacción Inmediata de la Policía Federal Preventiva, asignado en el Operativo Sinaloa-Sonora para retomar el control de la carretera México 15 en el tramo Los Mochis-Navojoa.

Otra causa probable del ataque, que tuvo una duración de entre cinco a 15 minutos, incluyendo el arribo y escape del grupo que utilizó hasta tres camionetas acorazadas, tipo “monstruo”, y cuya primera réplica fue incautada en un predio cercano a Batamote, Guasave, en ocasión de la masacre de siete policías estatales, el 15 de julio del 2011, es la implicación en narcomantas del director interino de la Policía Municipal, Jesús Carrasco Ruiz, con células de la Gente Nueva, brazo armado al servicio del cártel de Sinaloa, señala la fuente.

La sorpresa. Entre las 22:40 horas y las 22:50 horas del domingo de marzo, el ataque fue producto de muchos movimientos coordinados, que ninguna corporación detectó, pese a que al menos dos grupos élites de la Policía Ministerial del Estado y una unidad de las Bases de Operaciones Mixtas Urbanas (BOMU) patrullaban el perímetro.

Nadie observó las camionetas oscuras que se colocaron sobre el bulevar Macario Gaxiola, observando desde la calle Monterrey hasta el bulevar Centenario, ni tampoco las motocicletas que constantemente transitaron por callejuelas de las colonias Anáhuac y Raúl Romanillo, ni mucho menos a los autos blancos, tipo Altima, que se apostaron cerca de las unidades habitacionales ocupadas por marinos y por soldados.

Controlada la situación, las tres camionetas acorazadas tipo “monstruo”, equipadas con mirillas laterales especiales y base para Barret empotrada comenzaron a vomitar fuego, desde el cruce de Centenario y Macario Gaxiola hasta 2 de Abril y Gaxiola. A la par de disparar con rifles AK-47 y AR-15, además del Barret, los agresores lanzaron tres granadas, explotando una y cebándose dos.

Los agresores ingresaron hasta la zona de estacionamiento público, reversearon y se alejaron sin que nadie, absolutamente nadie los persiguiera.

Mientras el comando huía, los policías se dispersaron y buscaron ponerse a salvo, agrediendo a cuanto civil se cruzaba sobre sus pasos.

Los mismos policías, condenaron a su suerte al grueso, Mauricio Ruiz, quien con un balazo en la espalda gritaba por ayuda, mientras estaba tirado debajo de su vehículo.

Y había una causa para ese miedo atroz: una de las granadas sin estallar estaba a unos cuatro metros de él. No obstante, tres agentes de Tránsito rescataron al grueso baleado, lo abordaron en una patrulla y lo llevaron a un hospital.

Pasado el tiroteo, peritos de la PGJE recogieron 739 cascajos para AK-47 (cuerno de chivo), 254 para AR-15, uno para G-3 y uno para el Barret, además de tres ojivas, dos espoletas y dos granadas sin estallar.

Fortifican instalaciones 

Tras recibir casi mil balazos y un granadazo que dejaron los muros de la sede de la Policía y Tránsito Municipal más cacarizos que de costumbre, el Municipio reforzó las instalaciones defensivas.

Y es que en la retaguardia del edificio se cavaron trincheras de más de un metro de profundidad y de ancho por casi 150 metros de longitud; en la parte frontal se levantaron dos torres de sacos de arena; uno en la entrada de las oficinas principales y otro en el acceso al Tribunal de Barandilla, mientras que sobre el bulevar Macario Gaxiola, barricadas metálicas fueron colocadas, lo mismo que conos reflejantes.

En Tránsito ninguna obra defensiva fue construida y los cacarizos de los balazos aún se observan en la fachada principal. Por lo visto, para el alcalde Zenén Aarón Xóchihua Enciso, como para el director de la corporación, Jesús Carrasco Ruiz, son más importantes los policías que los tránsitos.

El domicilio del director interino de la Policía Municipal también fue fortificado con la colocación de dos torres de hormigón, generando críticas, molestias en los vecinos que reclaman la reubicación de tan polémico personaje que se caracteriza por imponer criterios arbitrarios.

Carrasco Ruiz no ha sido recibido bien en ningún sitio que habita. En el fraccionamiento el Pueblito, área que durante seis años ocupó el exsecretario de SP, Ramón Raymundo Fierro Ruiz, sin tener la más leve queja en contra o por excomandantes de la Policía Judicial Federal, que tampoco tuvieron juicio de reproche vecinal, fue reprobado por las constantes borracheras y por las visitas subrepticias que mujeres públicas realizaban y que ahora son hostigadas por quien gozó de sus favores.

Falla la prevención 

Catedráticos decanos del sistema de justicia estatal afirmaron que las políticas públicas anticrimen ya fracasaron porque la visión institucional es errada al pretender penalizar a la sociedad y convertirla en rehén de los operativos armados.

La prevención armada, utilizada como única táctica callejera, es persecución, es generadora de mayor violencia y por tal ya tronó, igual como ha ocurrido con otras tantas estrategias de enfrentar a los grupos delictivos, porque estos dan una respuesta de mayor fuerza, afirmaron.

Y en esa lucha unilateral, la sociedad ha quedado en medio y expuesta, y además victimizada porque el Gobierno la responsabiliza de ser cuna de delincuentes.

Joel Quiñones Reyna, presidente del Instituto de Criminología y Ciencias Penales del Noroeste y miembro ciudadano del Consejo Estatal de Seguridad Pública, afirmó que el origen de los delincuentes no solo está en la sociedad, sino que, mayormente, está en las estructuras propias de las instituciones oficiales; es decir, explicó: “La génesis del delito está en el Gobierno, en el Estado como entidad jurídica, porque las causas son inherentes a las políticas públicas federales, estatales y municipales que son en donde se cobijan y enquistan aquellos funcionarios que finalmente trasgreden la función pública para convertirla en una oportunidad que las leyes la tipifican como delito”.

Perito veterano de criminalidad, el médico afirmó que las causas por las que los delitos han crecido se encuentran en las instituciones de seguridad pública pero ningún funcionario las observa, sino que en contrapuesta y para librarse de culpa aseguran que las mismas causales están en la familia, en las escuelas y en nuestros espacios públicos. “Vamos a demostrarles que no estamos enfermos, que no estamos en el estado patológico que ellos pregonan, y que hay una enorme diferencia entre la concepción de los ciudadanos con la percepción de las autoridades”.

El Estado cada vez más le invierte a la prevención armada, a sus policías, cuando los tiempos han demostrado que esto solo incrementa la respuesta de los grupos delictivos contra las instituciones y la sociedad.

Por ello, propuso, habilitar y privilegiar la prevención comunitaria como alternativa para reducir la confrontación, persecución y el castigo de las conductas delictivas mediante la propuesta, operación y vigilancia de organismos ciudadanos sobre las políticas públicas y planes de desarrollo de los gobiernos.

“Si se niegan a meterle recursos a la prevención comunitaria, auditarlos y exigirles cuentas claras; un ciudadano con recursos da mejores resultados que un funcionario porque aquel defiende el entorno y este solo protege su trabajo”.

Miguel Ocaña Montaño, excatedrático fundador de la Escuela Libre de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Sinaloa y presidente de la Academia de Jurisprudencia de Los Mochis, afirmó que en Sinaloa es la impunidad el origen del desorden, es el resorte, es el impulso que llevan los delincuentes a continuar porque saben que al final de cuentas no les pasa nada.

Jesús López Leyva, fundador presidente del Instituto de Criminalistas del Noroeste y decano de la abogacía local, aseguró que la cadena de seguridad pública, desde la creación de la norma jurídica, es endeble, porque se concretiza en un universo de leyes que en su mayoría no tienen aplicación práctica, que están obsoletas porque fueron hechas por legisladores sin preparación.

Jesús Manuel Marañón Portillo, presidente de Movimiento por la Participación de Sinaloa, A.C., afirmó que las políticas en seguridad y justicia hasta ahora desarrolladas en el Gobierno, no han sido las mas adecuadas y exitosas por lo que la violencia, impunidad y corrupción, día a día se enseñorean y pervierten la convivencia entre los ciudadanos y las autoridades, generando una situación de malestar, irritación e impotencia en la sociedad que se encuentran en el umbral del hartazgo.

Y se sumó al llamado de movilización: “Cuando fracasan las instituciones del Estado, la última frontera contra la barbarie y el caos social la constituimos los ciudadanos. Y llegó el momento”.


Voces de susto
“No vayas, no vayas, aún están duros los chingazos. ¿Qué no los oyes? No vayas, no vayas”.
—Juan, desde la ventana de su casa gritándole a su vecino.

“Quítate vieja de la ventana, no sea que una bala perdida te pegue un chingazo”.
—Profesor, a la esposa que observaba hacia la calle.

Bua, buaaaa, buaaaaa. “Tío, tío, ¿en dónde estás? No vengas porque hay balacera”.
—Jesús, niño de ocho años, llorando en el baño de su casa.

“Dios, Padre, cuídanos de los hombres malos y de sus balas. Protege a los inocentes y haz que todo se calme”.
—Pablo y María, hermanos cristianos, orando en sus recámaras.

“Mmmmm, mjuu, muuj, mmmmm, ahggggg, mmmm, aaaaaghhhhh, qué cabrón”.
—Profe, apretando los esfínteres en el asiento de su carro.

“Ea, ea, ea, arriba, duro cabrones, que chingadazos, upa, uta madre”.
—Ebrios, en expendio observando los rafagazos.

“Amá, una patrulla se esconde entre los ladrillos”.
—Estudiante, observando hacia el bulevar Centenario, en pleno tiroteo.

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