El Instituto de Cultura,
Turismo y las Artes es la dependencia del gobierno municipal encargada de la
organización de los espectáculos del Carnaval de Mazatlán.
Luego entonces, el director
del Instituto además de responsable debe contar con el apoyo de las otras
dependencias para que la fiesta mayor de los porteños luzca, y de esta manera
se garantice calidad y se vuelva ventana para el gozo y atracción del turismo
nacional e internacional.
Cualquier acto en sentido
contrario es un boicot consciente o inconsciente al Carnaval y eso
lamentablemente ocurrió una semana antes de que iniciara la fiesta con sus
reinas, bandas, papaquis, luces y confeti.
No fue cualquier funcionario
el autor de ese desatino, sino el mismísimo alcalde Luis Guillermo el Químico
Benítez, quien salió inopinadamente el martes pasado a decir a la prensa que se
despedirían a 40 trabajadores del Instituto y de ellos en forma inmediata, los
primeros diez.
Y cuando una periodista le
preguntó la razón de ese despido masivo, se obtuvo una respuesta clara y
contundente, pero no menos insensata: “Porque no hacen nada, porque los dejaron
heredados de la administración pasada, por ese motivo. Ni la ciudad, ni ella
(sic), ni nadie tenemos que mantener a flojos”.
Llama la atención que esta
declaración regañona la hizo sin la presencia del cineasta Oscar Blancarte,
quien funge como director del Instituto, y seguramente sin el aval de su
Consejo de Administración, que reglamentariamente es su máxima autoridad y
tiene entre sus competencias vigilar que esta dependencia funcione normalmente
y más durante las fechas carnavaleras, o sea que cada uno de los trabajadores
rinda frutos en su área.
¿Qué llevó a que el Químico
Benítez tomara esta decisión personalísima, que pone en riesgo el buen
desarrollo de la fiesta carnestolendas sin que lo haya consultado con el
Consejo de Administración y menos con su director Blancarte, que por lo visto
se enteró por la prensa?
Ciertamente todo alcalde
tiene entre sus facultades cuidar la buena aplicación de los recursos públicos,
sin embargo, en esto hay entes jurídicos e instancias competentes y deben
cuidarse los derechos laborales porque podría resultar más caro el remedio que
la enfermedad si viene una cascada de demandas, como ya se menciona entre
algunos observadores de la cosa pública.
No se necesita ser un
psicólogo lacaniano para saber que una persona sobre la que pende un despido
laboral tenga pocos incentivos para hacer las cosas bien. Alcanza el desánimo
por lo que sucederá al día siguiente que sea despedido y más cuando se irá con
el estigma de “flojo”, una persona que solo sabe cobrar sin hacer un trabajo,
esta expresión es un abuso de autoridad que atenta contra un derecho humano
como es tener un trabajo.
Puede ser, como no puede ser,
que algunos de ellos sean flojos o simplemente no se les asigna trabajo, como
quiera que sea eso le pega a la administración de Blancarte, pues después de
tres meses lo habría tolerado causando daños financieros a las arcas
municipales y peor si estaría decidido a seguir haciéndolo. Así que por decoro
tendría que salir a decir esta boca es mía, defender a quien haya que defender,
como es el derecho al trabajo, uno de los postulados básicos de cualquier
partido de izquierda.
Blancarte no ha dicho que los
futuros desempleados no asistan regularmente al Instituto y aun así, es
responsabilidad del titular del Instituto asignar tareas que no deben faltar en
estos días que son antesala del carnaval.
En definitiva, flaco favor le
hace el Químico Benítez a Oscar Blancarte, de quien se ha dicho le presentó su
renuncia y éste le pidió que permaneciera para evitar que estallara en medio de
la visita que AMLO hizo a Mazatlán; Blancarte aceptó por un sentido de
responsabilidad, pero eso exige corresponsabilidad del alcalde.
El Químico está perdiendo la
brújula política, exhibe su inexperiencia en los cargos públicos, en el trato
institucional, en un mínimo compañerismo con un proyecto común que es la 4T,
asume que los funcionarios públicos están al servicio de sus humores e
incapacidades, y que si no se ajustan a ellos tendrán que abandonar el cargo en
medio de la humillación pública.
Y es lo que estamos viendo en
el caso del Carnaval, su figura aspira a un protagonismo que no le va bien, la
gente en estos días busca la fiesta, no la reyerta política y menos ese
autoritarismo que dejará seguramente a muchas familias sin sustento y todo
porque cometieron el delito de trabajar en la administración pasada del
Instituto de Cultura ¡Carajo!
Y Oscar Blancarte calla
vergonzosamente, asume hasta el momento de escribir este texto, que el jefe
manda ¡Doblemente carajo!
Artículo publicado el 24 de febrero de
2019 en la edición 839 del semanario Ríodoce.
(RIODOCE/ ERNESTO HERNÁNDEZ NORZAGARAY/ 26 FEBRERO,
2019)
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