Hace dos semanas comenzó la
gangrena en el corpus político de Andrés Manuel López Obrador. La contaminación
comenzó cuando se filtró en las redes sociales el menú del banquete de la boda
de César Yáñez, su incondicional escudero de décadas, con la abogada Dulce
Silva, que sugería una opulencia que chocaba con la conducta pública de
austeridad que él mismo había mostrado por años, y sobre todo, contradecía todo
el discurso del Presidente electo. El incipiente escándalo escaló a niveles
inimaginables en el contexto de López Obrador, cuando la boda apareció en la
portada de la revista ¡Hola!, dándoles un tratamiento que le dan a la
aristocracia. La molestia de López Obrador se sintió desde la misma cena de la
boda hace dos sábados, y llevó a Yáñez a la congeladora, que aún no ha sentido
el rigor del enojo por encontrarse de luna de miel en París.
Las críticas no han cejado,
con lo cual ha tenido un costo para López Obrador, que aún no se puede medir en
imagen, pero sí en la sociedad política, donde se han transferidos los reclamos
al Presidente electo por el hecho de su proximidad. No va a parar este frenesí.
Varios medios de comunicación están investigando quién pagó la boda y la
portada y 19 páginas más de ¡Hola!, lo que podría ser aún más embarazoso si de
descubriera que no sólo fue la familia de la hoy esposa -de acuerdo con la
tradición mexicana de quién se hace cargo del evento-, sino alguien más.
Las pistas sobre una parte de
la cobertura de los gastos apuntan hacia el Gobernador Antonio Gali.
Funcionarios poblanos no negaron ni confirmaron que el Gobernador haya sido uno
de los financieros, pero admitieron que hubo elementos de la boda que establecen
relación circunstancial. Por ejemplo, la banda de Los Ángeles Azules es
frecuentemente contratada por el gobierno de Puebla para sus eventos. Igual
sucede con Julián Jalil, un organizador de eventos y banquetes muy afamado en
Puebla. El balcón del Centro de Convenciones donde se realizó la boda civil,
con López Obrador como testigo principal, no pudo haberse otorgado sin
autorización del gobierno, como tampoco el salón más grande de ese centro,
donde fue el banquete.
Gali tiene una muy buena relación
con Yáñez, quien se enfrentó con su predecesor, Rafael Moreno Valle, porque
metió a la cárcel a su hoy esposa. La señora Silva, se reveló en este espacio
en octubre de 2016, fue detenida junto con otras cuatro personas, acusadas de
haber servido de prestanombres de Leonardo Tiro Moranchel, un empresario
inmobiliario que defraudó a 7 mil personas, y de haberse quedado con bienes
inmuebles que las autoridades iban a utilizar para reponer parte del dinero
defraudado. La señora Silva dijo que uno de los terrenos era suyo y logró un
amparo para quedarse con los bienes inmuebles y el dinero. No salió de la
cárcel en el gobierno de Moreno Valle, pero a los pocos días de asumir Gali ell
poder en febrero, obtuvo un amparo federal por violaciones procesales y en mayo
quedó en libertad provisional. Gali fue uno de los invitados a la boda.
El pasado legal de su esposa,
abogada de Tiro Moranchel, volvió a ser tema en los medios dentro del escándalo
desatado por la exposición mediática de la boda. Al haber sido publicada en
¡Hola!, un evento privado se convirtió en público, y al observarse todo el
montado, la contradicción entre quien fue vocero por años de quien condena los
privilegios y habla de honestidad y austeridad como su principal valor moral,
estalló en contra de López Obrador. Este es el punto donde comenzó la infección
de la gangrena, que va a seguir recorriendo su cuerpo de no tomar acciones
prontas. Personas en su entorno íntimo dijeron que no sabía la escala de la
boda de su colaborador, ni que una revista del corazón estaba involucrada, lo
que explica por qué antes incluso de la celebración, ya estaba incómodo. En el
evento, el Presidente electo estaba notoriamente molesto y cuando tuvo la
oportunidad, se fue junto con su esposa.
Yáñez dejó de ser un activo
para convertirse en lastre. Pero al mismo tiempo, su leal colaborador puede
hacerle un enorme servicio, no por lo que pueda hacer él mismo, sino por lo que
puede hacer López Obrador con él: despedirlo. No basta que Yáñez renuncie a
estar en el próximo gobierno, con lo cual atenuaría la crítica, sino que tiene
que ser cesado. Si López Obrador lo hace, enviará una doble señal, hacia dentro
de su equipo, en el sentido que no habrá tolerancia ante ningún exceso, y hacia
fuera, se revestirá de una mayor autoridad moral para combatir los abusos y los
actos de corrupción. Inclusive, podría no proceder penalmente contra un
funcionario del pasado, porque habrá demostrado que no le tiembla la mano para
ello ni responde a compromisos ocultos, sino al ejercicio de la política sin
venganzas.
Esta decisión debe ser
emocionalmente muy dolorosa. Yáñez fue quien lo acompañó cada vez que se
refugiaba en el México pobre a recuperarse de sus derrotas y prestarle el
hombro de apoyo. Era parte de su familia. Pero mantenerlo, es cargar
ilegitimidad en el equipaje y ser vulnerable a las críticas por el doble
discurso juarista: “A los amigos, justicia y gracia. A los enemigos, la ley a
secas”. Visto fríamente, López Obrador no tiene opción. Necesita este golpe de
timón y recuperar el control total de su equipo y la agenda. Pero sobre todo,
requiere del sacrificio de su incondicional para impulsar su Cuarta
Transformación.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ Estrictamente Personal/Raymundo Riva
Palacio/ 11/10/2018 | 04:06 AM)
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