Si Andrés Manuel López
Obrador pretende un gobierno exitoso, tiene que cortarse un brazo llamado
Octavio Romero Oropeza, designado como futuro director de Pemex. Ahí ha sido
colocado no por conocer el sector ni ser un financiero competente, sino por ser
de toda sus confianzas. Fue uno de los tres tabasqueños que se mudaron con él a
la Ciudad de México en los 90s para iniciar la escalada a la Presidencia
oficial mayor del gobierno capitalino que encabezó, y administró en la sombra
los recursos de la campaña presidencial donde enfrentó a Felipe Calderón.
Romero Oropeza es objetivamente insostenible, a menos que López Obrador sea un
inconsciente y liquide la gallina de los huevos de oro del gobierno mexicano.
Pemex es la empresa petrolera
más grande de América Latina y una de las más grandes del mundo. Es junto con
Saudi ARAMCO, el rey de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, la
segunda empresa paraestatal más importante del mundo. Un deficiente manejo en
la primera parte del gobierno de Enrique Peña Nieto la dejó en una situación
muy precaria, con 15 millones de dólares en caja a la salida del ex director
Emilio Lozoya, y una deuda de 100 mil millones de pesos en todo el mundo, que
produjo una calificación negativa de las agencias internacionales, que costó
mucho trabajo revertir.
Romero Oropeza es uno de los
dos tabasqueños que viajaron con él a la Ciudad de México que formarán parte de
su gobierno. El martes nombró al segundo, Alejandro Esquer, como secretario
particular del Presidente. Esquer juega en el lado seguro de López Obrador,
protegiendo a su amigo y jefe por muchos años en ese cargo donde la confianza y
la discreción son herramientas centrales del cargo. Tampoco hará daño a la
Nación ni a los mexicanos, porque las decisiones que tome no afectarán al
conjunto de la sociedad. En el caso de Romero Oropeza, cualquier cosa que haga
mal, costará millones de dólares. Si lo hace peor, arrastrará al infierno al
gobierno lópezobradorista.
Pemex es vanguardia de la
Reforma Energética, y las inversiones comprometidas llegan a los 200 mil
millones de dólares, que él ha dicho querer cancelar. La escala de inversión en
Pemex hace que la tarea de administrarla sea monumental. Lo es para un técnico
y un financiero. Para un político numerario sin experiencia ni entrenamiento en
ese campo, y una carrera subordinado a los deseos de López Obrador, mucho más.
Oropeza Romero es un ingeniero agrónomo que ha sido ganadero, pero manejar
ganado no es lo mismo que manejar una empresa petrolera. Como oficial mayor en
el gobierno capitalino, por cuya oficina corría dinero político en efectivo sin
rendir cuentas a nadie salvo a su jefe, pudo haber sido eficiente. Pemex se mide
muy distinto.
Lo más cercano en
conocimiento petrolero es haber nacido, como López Obrador, en una región
ppetrolera en Tabasco, y haber cobrado como asesor en la bancada de Morena en
la Cámara de Diputados con un sueldo de 150 mil pesos, donde una ingeniera
petroquímica, Rocío Nahle, era la coordinadora. Nahle seguirá siendo su jefa,
como futura Secretaria de Energía, pero las decisiones día a día las tendrá que
tomar él, que es neófito en materia petrolera. Su designación ha causado mucha
incertidumbre sobre el futuro de Pemex.
La consultora Eurasia reportó
a sus clientes que las designaciones de Romero Oropeza y Manuel Bartlett, como
futuro director de la Comisión Federal de Electricidad, son “muy malas señales”
para el sector energético, no sólo por su falta de capacidad técnica en las
áreas que manejarán, sino por su posición crítica a la Reforma Energética y la
apertura a inversiones del sector privado. Como dice David Shields, un
consultor independiente de energía en la Ciudad de México, si López Obrador
quiere elevar la plataforma petrolera 1.9 millones de barriles diarios de
petróleo a 2.5, pero las reservas están abatidas y no hay grandes
descubrimientos, ¿de dónde sacará Romero Oropeza el dinero para invertir en
exploración y producción si quiere parar la Reforma Energética? No hay
posibilidades objetivas para ello.
El cargo de director de Pemex
no puede ser político, sino técnico y financiero. Las experiencias con algunos
ex directores con esos perfiles han sido efectivamente malas, pero las
deficiencias o los actos de corrupción en los que han incurrido algunos de
ellos, no significa que la solución pase por un incondicional del Presidente
electo que no sabe de la materia ni tiene el bagaje de conocimiento para tener
una curva de aprendizaje. Pemex no requiere de un aventurero en la
administración pública, sin experiencia ni conocimiento. Tampoco de una
decisión equivocada de López Obrador que sólo piensa en cómo contener la
corrupción, que en Pemex mismo, sin importar -aunque sea por omisión- lo que
suceda más allá del cuidado de los dineros para que no terminen en bolsillos.
La honestidad es fundamental
para ese cargo -Romero Oropeza ha estado involucrado en casos de corrupción en
el pasado-, pero no menos es la capacidad para manejar ese monstruo de empresa
que fácilmente se engulle a sus funcionarios, o los lleva a tomar decisiones
que afectan la estabilidad financiera de la empresa, lo que golpea directamente
las finanzas públicas del gobierno y la disponibilidad de recursos para mantener
el país caminando. López Obrador no puede mantenerlo al frente de Pemex. No es
un asunto de cariño o amistad, sino de eficiencia y capacidad. Eso hace un
Presidente, toma decisiones que beneficien a la sociedad en su conjunto, aunque
le duela aplicarlas.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 23/08/2018 | 04:05 AM)
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