Foto: Cuartoscuro
Nos acercamos al día del voto
y como era de suponer, los niveles de violencia, corrupción e impunidad han
golpeado seriamente el proceso electoral dejando muchas dudas sobre la calidad
de democracia representativa que tenemos.
Pasamos del problema de que los
votos cuenten y se cuenten a procesos determinados no solo por el voto sino
también por la bala y la lana.
Sí, en paralelo corren tres
elecciones muy distintas. La del voto difícilmente informado debido a que las
campañas siguen siendo de baja calidad argumentativa, la de la bala que incide
de manera violenta en las boletas y las carretadas de dinero para la compra del
voto.
Un reciente estudio de la
consultora Etellekt muestra que desde el inicio del proceso electoral en
septiembre de 2017 han sido asesinados 120 políticos y 351 funcionarios no
electos. Los asesinatos se dan en la precampaña, donde se eligen candidatos, y
durante la campaña, donde ya se conocen las tendencias.
Comparando cifras con otros
procesos electorales tenemos que 2018 es 13 veces mayor que en 2012 y 29 veces
mayor que en 2006. Así de clara la descomposición.
La anestesia social que ha
generado la violencia ya alcanzó a los procesos electorales. Como algo
escenográfico ha sido tomado el asesinato de decenas de candidatos. La
centralidad del proceso electoral para la presidencia ha invisibilizado lo que
ocurre a nivel local. Incluso han pasado desapercibidos los llamados de alerta
de la Unión Europea, la OEA y el de personalidades como Kofi Annan. ¿Qué
democracia es esta?
Con los niveles de impunidad
y la falta de investigaciones creíbles lo que queda es especular analizando los
datos. El 67 por ciento de los asesinatos son perpetrados por comandos armados
y el 14 por ciento mediante tortura.
Aquí una señal de los
posibles perpetradores. Las agresiones se centran en funcionarios y candidatos
municipales. En realidad no sabemos quiénes son los perpetradores ni cuáles son
los motivos.
Los perpetradores pueden ser
el gran crimen organizado, bandas delictivas locales, violencia política o lo
que imaginemos. En México puede matar quien sea sin consecuencias. No solo es
el del financiamiento ilícito de campañas por parte de grupos criminales en
ciertas regiones sino incluso la imposición de candidatos.
Grupos criminales y/o
políticos responsables de las agresiones pretenden controlar desde el nivel
municipal a las instituciones, el territorio, los recursos, la población y/o
las actividades criminales como el huachicol, trasiego, venta de droga,
extorsión o cualquier otra que imaginemos. Se trata de un proyecto político-
criminal de control de las instituciones.
Ante la falta de
investigaciones quedan muchas preguntas abiertas. ¿En los municipios cercanos a
los que han sufrido asesinato de candidatos, los punteros generan confianza a
los perpetradores? ¿Qué certeza se puede tener de un sistema de representación
expuesto a estos niveles de violencia? ¿Cómo explicar la falta de medidas
urgentes para abordar el tema por parte de la clase política?
Las balas ya determinaron la
dirección en varias regiones. Ahora entrarán a operar los miles de millones de
pesos desviados que han sido documentados y otros miles de millones más. La
lana en busca del voto. Así llegamos al 1 de julio. Instituciones electorales
desacreditadas, campañas de bajo nivel, balas y lana determinando candidatos y
voto. La impunidad, la corrupción y la violencia marcan las elecciones.
(ARISTEGUI NOTICIAS/ CARONTE POR JACOBO DAYÁN/JUNIO
26, 2018 8:15 AM)
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