CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La
imagen es devastadora para la moral militar: un joven patea a un efectivo de la
Marina que camina maltrecho tras ser rescatado por dos de sus compañeros de una
manifestación que se tornó en apoyo al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Protegido por otros dos
elementos, sigue recibiendo golpes y patadas mientras lo encaminan para ponerlo
salvo. Uno de los marinos que lo escolta es golpeado con un palo por la
espalda. El chaleco amortigua el golpazo. Una patada por la espalda lo saca de
equilibrio por un momento.
Al otro marino le revienta
una botella de agua en el casco. Los gritos humillan tanto como los palos y
piedras que les avientan. Lo mismo que una camioneta de la Armada que terminó
apedreada, con las llantas ponchadas y pintada con las siglas del CJNG.
Arropados por otros marinos,
los militares apuran el paso para alejarse de una de las calles del sur de
Ciudad Guzmán, Jalisco, un municipio a sólo dos horas de la capital,
Guadalajara.
Minutos antes, la Marina
había disparado al aire para dispersar a los manifestantes y rescatar al
militar. Un civil resultó herido en una pierna. Horas después, esa Fuerza
Armada admitió que disparó y subrayó en que no repelió las agresiones. Nada
dijo sobre el herido.
La manifestación tuvo lugar
la tarde del pasado lunes y fue convocada para protestar por la presencia de la
Marina en el lugar, a la que acusan de cometer abusos.
No es la primera vez que
militares mexicanos son humillados por civiles durante la guerra contra el
narcotráfico. Elementos del Ejército han sido secuestrados, retenidos y
golpeados en tumultos en lugares como Michoacán. Las versiones oficiales y
oficiosas dicen que detrás de esas manifestaciones están los grupos de la
delincuencia organizada.
Otra cosa han sido los
ataques armados que también han pegado a la moral de las Fuerzas Armadas. El
propio CJNG derribó ahí en Jalisco un helicóptero en 2015. La semana pasada, la
Marina sufrió otra derrota en relación con el CJNG.
Un juez federal decidió la
liberación de Juan José Farías, conocido como El Abuelo, porque la Marina
mintió sobre las circunstancias de su detención. Ocultó que disparó desde dos
helicópteros hacia el vehículo en el que iba el presunto jefe del CJNG en
Tepalcatepec, Michoacán.
En el vehículo viajaba un
niño de dos años. La Marina estuvo a punto de repetir la tragedia de hace dos
meses cuando acribilló a una familia en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Fue parte de
la respuesta a una triple emboscada que dejó un marino muerto y 13 más heridos,
presuntamente a manos del Cártel del Noreste.
Nuevo Laredo se ha convertido
en una crisis para la Marina. La semana pasada, desde Ginebra, el Alto
Comisionado de la ONU para Derechos Humanos la señaló en la desaparición
forzada de al menos 23 personas entre febrero y mayo de este año.
La ONU hizo eco de las
denuncias del Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo.
La revista Proceso también ha
dado cuenta del trabajo de esa organización civil que dirige Raymundo Ramos.
Esa cobertura devino en una intimidación hacia el medio.
Las Fuerzas Armadas han llegado
a un límite. Más que desatar su respuesta violenta, urge reconstituir su
dignidad. A menos, claro, que se quiera la venganza de un Estado desesperado
por no perder su última línea de defensa.
@jorgecarrascoa
(PROCESO/ ANÁLISIS /JORGE CARRASCO ARAIZAGA/ 6 JUNIO,
2018)
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