Andrés
Manuel López Obrador, quien lidera en las encuestas sobre intención de voto,
durante un mitin de campaña el 2 de abril Credit Daniel Becerril/Reuters
HOUSTON
— En momentos en los que el presidente Donald Trump promueve reformular las
relaciones comerciales y fronterizas con México, las empresas petroleras
estadounidenses se encuentran preocupadas por que el posible ganador de la
elección presidencial mexicana haga sus propias jugadas nacionalistas.
Andrés
Manuel López Obrador, el candidato puntero en las encuestas, ha dicho que
querría revertir políticas que han reforzado los lazos entre Estados Unidos y
México en cuanto a la producción y el consumo energéticos. También ha prometido
que no permitirá que el petróleo “vuelva a manos de extranjeros”.
Esas
propuestas, además de amenazar los márgenes de ganancia de refinerías en
Estados Unidos, reducirían la producción petrolera en Texas e impedirían la
perforación en aguas profundas en el golfo de México por parte de gigantes
petroleros como Exxon Movil y Chevron. También pondría en jaque el superávit
comercial en materia energética que tiene Estados Unidos con México, que
alcanzó unos 15.000 millones de dólares el año pasado.
“México es un socio energético clave para
Estados Unidos, por lo que un alejamiento de las políticas actuales sería una
tragedia para ambos países”.
SCOTT
SHEFFIELD, DIRECTOR DE PIONEER NATURAL RESOURCES
López
Obrador, quien fuera jefe de gobierno de Ciudad de México, tiene una ventaja
cómoda en los sondeos de cara a la votación del 1 de julio. Aunque ha moderado
su tono desde las elecciones de 2012, sigue proponiendo una reorientación
abarcadora de la política energética del país, con énfasis en independizarla de
Estados Unidos.
Ha
prometido poner fin a exportar tanto petróleo, buena parte del cual tiene a
Estados Unidos como destino, para 2022, y en cambio dedicar unos 6.000 millones
de dólares a la construcción de dos refinerías que procesarían el crudo para el
consumo doméstico. Eso reduciría también las exportaciones de gasolina desde
Estados Unidos hacia México.
López
Obrador y su principal asesora energética, Rocío Nahle García, exlegisladora que
ha sido propuesta como la secretaría de Energía en caso de un triunfo del
candidato, se han pronunciado a favor de congelar las licitaciones o subastas
públicas futuras para perforación en aguas profundas y de revisar los contratos
ya existentes con petroleras internacionales.
“No
podemos entregar de manera irresponsable nuestras reservas petroleras a las
trasnacionales”, dijo recientemente Nahle, ingeniera petroquímica de formación,
durante una reunión con trabajadores petroleros de Poza Rica, Veracruz. “Este
primero de julio el pueblo va a terminar con el saqueo de México”.
Nahle
ha dicho que quiere que el gobierno rebaje el precio de la electricidad y la
gasolina, y que busca reducir la dependencia mexicana de importaciones de gas
natural desde Estados Unidos con más inversiones en energía hidroeléctrica.
Cualquier reducción en las ventas estadounidenses a su principal cliente
extranjero empeoraría la saturación del producto que ha llevado a menores
precios del petróleo durante los últimos cuatro años.
Una
refinería de Petróleos Mexicanos en Tula, en el estado mexicano de Hidalgo
Credit Alejandro Cegarra/Bloomberg
Estas
posturas mexicanas datan desde los años treinta, cuando se dio la expropiación
petrolera en el país. Una reforma promulgada en 2014 por el actual gobierno
abrió la industria de modo que empresas extranjeras ahora pueden invertir en la
exploración, perforación, construcción de ductos e incluso tener sus propias
gasolineras en colaboración con la estatal Petróleos Mexicanos, Pemex. Esa
decisión permitió que compañías como Exxon Mobil invirtieran miles de millones
de dólares en el desarrollo de campos petrolíferos alejados de las costas.
Las
políticas nacionalistas de López Obrador han hecho eco en México al tiempo que
las propias medidas nacionalistas de Trump prevén frenos a la migración
mexicana hacia Estados Unidos y amenazas de dejar el Tratado de Libre Comercio
de América del Norte. Por ello, el resultado de la elección ha causado
preocupación entre los ejecutivos petroleros de Estados Unidos, particularmente
respecto a las importaciones mexicanas de gas desde ese país.
“México
es un socio energético clave para Estados Unidos, por lo que un alejamiento de
las políticas actuales sería una tragedia para ambos países”, dijo Scott
Sheffield, director de Pioneer Natural Resources, una productora petrolera y de
gas en Texas. “Va a lastimar a México en el largo plazo y a Estados Unidos en
el largo plazo”.
“A
lo largo de América Latina hay varios aspirantes que quieren hacer grandes
cambios al sector petrolero y revertir reformas previas”.
LISA
VISCIDI, EXPERTA ENERGÉTICA DEL DIÁLOGO INTERAMERICANO
En
los últimos años, México ha remplazado el carbón y el diésel con gas natural
—que es más limpio—, en buena medida comprado a Estados Unidos, con el que
produce un 30 por ciento de la electricidad del país. La revolución en
perforación de gas de esquisto o en lutitas (shale, en inglés) al norte del río
Bravo ha conllevado una cantidad abundante de gas natural para consumidores
estadounidenses y mexicanos. En 2015, México anunció un plan quinquenal para
aumentar las importaciones de este producto.
Alrededor
de veinte ductos mueven diariamente unos 128 millones de metros cúbicos de gas
natural a México, y ya están en construcción o se planea construir más.
Las
ventas de gas a México son una fuente importante de ingresos para las empresas
de oleoductos y petroleras estadounidenses, además de que alivian el bulto de
gas que burbujea desde el campo de esquisto más prolífico de Estados Unidos, en
la cuenca de Permian, al oeste de Texas y en Nuevo México. La transición de
California hacia las energías renovables y una falta de oleoductos y terminales
de exportación de gas natural licuado significan que, si caen las ventas a
México, no habrá a dónde mover el exceso de ese gas.
Tendría
entonces que ser quemado en antorcha o debería reducirse la producción y
perforación petrolera; es una elección entre aumentar las emisiones de dióxido
de carbono causantes del calentamiento global o tener menores ganancias.
Las
refinerías estadounidenses de por sí enfrentan problemas. Antes del auge de la
producción de petróleo en lutitas, las refinerías a lo largo del golfo de
México estaban pensadas para procesar crudo pesado de Canadá, México y
Venezuela. Las importaciones desde el primer país han aumentado, pero están
limitadas por una baja capacidad de oleoductos. La producción venezolana se ha
desplomado y se espera que las importaciones de ese crudo caigan aún más
después de las sanciones del gobierno de Trump a funcionarios de ese sector en
el país suramericano.
Eso
vuelve a México, que representa el ocho por ciento de todas las importaciones
estadounidenses de crudo, una fuente particularmente clave. Las refinerías
estadounidenses pueden procesar petróleo de grados más bajos, pero con menor
eficiencia o pueden implementar mejoras a su equipamiento. De cualquier modo,
caerían las ganancias.
México,
en tanto, ha importado gasolinas de transporte de mayor calidad desde Estados
Unidos, parte de un esfuerzo de reducir la contaminación ambiental. El año
pasado México compró más de un millón de barriles de productos petroleros
estadounidenses por día, lo que representa 23.000 millones de dólares en
ingresos para las empresas energéticas de Estados Unidos.
Nahle,
la asesora energética de López Obrador, ha dicho que las refinerías mexicanas
pueden ser reequipadas para implementar el cambio desde la gasolina y diésel
estadounidenses.
Los
funcionarios energéticos mexicanos del gobierno actual, ante la expectativa de
frenos a sus políticas, han celebrado licitaciones tan rápido como se puede
para atraer las inversiones antes de que Enrique Peña Nieto deje el cargo el
próximo 1 de diciembre. Ya se han otorgado más de cien contratos para
desarrollo de esos campos. La producción petrolera del país sigue a la baja,
pero los oficiales esperan revertir la tendencia en los dos próximos años si
las empresas internacionales comienzan a producir mayores cantidades de
petróleo en el golfo.
Analistas
independientes en materia energética ven en las medidas actuales en México un
modelo para desarrollo económico y les preocupa que se echen para atrás. “Dar
una vuelta en u a las reformas actuales sería en detrimento para la economía
mexicana”, dijo Faith Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de
la Energía.
Algunos
ejecutivos petroleros y expertos energéticos dicen que no creen tanto que los
contratos sean revocados. Destacan que López Obrador seguramente no tendrá el
apoyo legislativo para rescindir la reforma energética. Y puede que la retórica
de campaña dé pie a las realidades de gobernar, especialmente si la industria
petrolera ofrece financiamiento para más servicios sociales. El gobierno ha
obtenido bonos por la firma de unos 525 millones de dólares gracias a
inversionistas en lo que va de este año con esos esfuerzos.
“México
necesita este cambio más que nadie más”, dijo Ali Moshiri, quien se jubiló el
año pasado del cargo del principal ejecutivo de Chevron en América Latina y
está estableciendo su propia compañía petrolera en busca de oportunidades
internacionales. “Pemex ha sido un desastre, entonces siguen con la reforma,
aunque podrían tomárselo con más calma”.
Si
llega a ser necesario, las empresas internacionales pueden enfocarse menos en
México y más en otros países latinoamericanos, como Brasil, que también tiene
mucho potencial de exploración y perforación fuera de costas, o en Colombia,
con potencial para perforación en busca de gas de esquisto. Ambos países
suramericanos, al igual que México, celebran elecciones presidenciales este año
en los que algunos candidatos principales han expresado su oposición a que las
empresas extranjeras tengan control de recursos naturales o han alertado sobre
el impacto ambiental de explotar combustibles fósiles.
“Eso
crea muchas incertidumbres sobre la política energética”, dijo Lisa Viscidi,
experta energética del Diálogo Interamericano, un grupo de análisis con sede en
Washington. “A lo largo de América Latina hay varios aspirantes que quieren
hacer grandes cambios al sector petrolero y revertir reformas previas. López
Obrador en particular representa muchas amenazas directas”.
(THE NEW YORK TIME EN ESPAÑOL/ CLIFFORD
KRAUSS7 26 DE ABRIL DE 2018)
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