Joaquim Barbosa, al centro, está
considerando contender por la presidencia de Brasil. Credit Ueslei
Marcelino/Reuters
SÃO PAULO — Este mes, justo
cuando el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, el favorito para ganar las
elecciones presidenciales en Brasil, se entregó a la justicia para comenzar a
cumplir una sentencia de doce años por corrupción, un ministro en retiro del
Supremo Tribunal Federal debutó con sigilo en el escenario político, y tiene
bastantes posibilidades de llevarse la victoria.
El 6 de abril, Joaquim
Barbosa —quien hizo historia en 2003 al convertirse en el primer ministro de
raza negra del Supremo Tribunal Federal de Brasil— se registró con el Partido
Socialista Brasileño, de centroizquierda, un día antes de la fecha límite para
que los candidatos presidenciales se unieran a un partido.
Aunque todavía le falta
comenzar una campaña de manera formal, los líderes del partido han pasado las
últimas semanas construyendo una estrategia que se inspira en la extraordinaria
biografía de Barbosa: después de superar la pobreza y la discriminación para
alcanzar el pináculo de la profesión legal, Barbosa se convirtió en un cruzado
de la lucha anticorrupción, la principal preocupación de los votantes
brasileños.
“Su campaña no se basará en la polarización”,
afirmó en una entrevista Carlos Siqueira, el presidente del partido. “Se hará
con base en su rectitud y honestidad y en el hecho de que es un hombre negro de
orígenes humildes que llegó al Supremo Tribunal Federal y ahora podría ser
presidente”.
En la primera encuesta que
llevó a cabo Datafolha, la cual se publicó el 15 de abril, Barbosa quedó
ubicado en la tercera posición con un nivel de apoyo del 10 por ciento, en una
competencia que excluye al expresidente. El sondeo tuvo un margen de error de
muestreo del dos por ciento e incluyó más de 4100 entrevistas.
El lugar que ocupó Barbosa en
la encuesta es extraordinario si consideramos que se ha mantenido lejos de la
atención pública y que en realidad aún no ha confirmado que se postulará.
“Para alguien que no
frecuenta espacios públicos, no da entrevistas y lleva una vida tranquila, es
una cifra bastante buena”, comentó Barbosa a los reporteros cuando le
preguntaron la semana pasada acerca de los resultados de la encuesta mientras
se dirigía a una reunión con los líderes del partido en Brasilia.
Sin embargo, Barbosa advirtió
que su candidatura no era un hecho y citó “dificultades personales” no
específicas.
Hace poco tiempo, Eurasia,
una consultora que sigue de cerca la política brasileña, llamó a Barbosa “el
verdadero comodín de esta elección”.
A solo seis meses de que los
brasileños emitan sus votos en las elecciones presidenciales más controvertidas
que se hayan dado desde mediados de la década de los ochenta, cuando el país
regresó a la democracia, el otrora líder de la contienda, Da Silva, está tras
las rejas y su base izquierdista no tiene un sucesor al cual brindar su apoyo.
El actual presidente, Michel
Temer, es uno de los líderes de la vieja guardia que han recibido el desprecio
generalizado del electorado debido a la gran cantidad de reportajes sobre la
corrupción sistemática que los caciques políticos que han dirigido Brasilia han
ejercido durante décadas.
Esto podría montar el
escenario para un enfrentamiento sorprendente.
Sin contar a Da Silva, el
líder en las encuestas es Jair Bolsonaro, un congresista y capitán retirado del
Ejército con tendencias ultraconservadoras que hace poco fue acusado de
instigar el racismo y la discriminación en contra de los negros.
Después de Bolsonaro se
ubican Marina Silva, una exministra del Medioambiente, y Barbosa, quienes son
de las pocas personas negras que han logrado entrar con fuerza al más alto
escalafón del poder en Brasil; en ese país,
poco más de la mitad de los habitantes se describe como negra o mestiza.
Mientras que Silva compitió
en las dos elecciones presidenciales pasadas, Barbosa es un rostro fresco
dentro de la escena política, lo cual podría ser una ventaja en un momento en
que los votantes están exigiendo que haya una ruptura con el pasado.
Barbosa es el mayor de ocho
hijos y fue criado en Paracatu, una ciudad pobre del estado de Minas Gerais,
donde su padre trabajaba de albañil. De adolescente, fue conserje en un juzgado
de Brasilia. En sus días de estudiante en la Facultad de Derecho de la
Universidad de Brasilia, era el único estudiante negro.
Barbosa, de 63 años, comenzó
su carrera en el gobierno con un cargo diplomático de corta duración, pero dejó
el servicio exterior después de llegar a la conclusión de que no iba a avanzar
mucho en una burocracia que percibía hostil hacia los negros. Estudió en el
extranjero, aprendió inglés, francés y alemán, y trabajó como procurador
federal antes de ser juez.
En 2003, Da Silva nombró a
Barbosa para el Supremo Tribunal Federal, quien encabezó la cruzada en contra
de los políticos involucrados en un escándalo de sobornos conocido como
mensalão, una referencia a los pagos que recibían cada mes los legisladores a
cambio de votos. La investigación llevó al encarcelamiento de varios miembros
incondicionales del Partido de los Trabajadores de Da Silva.
Las elecciones de este año, a
celebrarse en octubre, serán las primeras que se llevarán a cabo después de una
investigación de corrupción conocida como Lava Jato, la cual tocó a una buena
parte de la élite política.
Tan solo a mediados de abril,
Aécio Neves, el candidato presidencial que perdió por un margen reducido en
2014, recibió la orden de someterse a juicio ante el Supremo Tribunal Federal
después de que se le acusó de haber aceptado un soborno y haber obstruido la
justicia. Temer está acusado en dos casos de corrupción, pero no se ha
entablado ningún juicio.
Mientras estuvo en funciones
en el Supremo Tribunal Federal —del cual se retiró en 2014—, Barbosa se volvió
famoso por su estilo directo y las críticas que emitía desde su cargo como
ministro.
Sin embargo, sigue siendo un
misterio cómo actuaría en campaña. Tampoco está claro cómo reaccionarían ante
Barbosa muchos de los simpatizantes tradicionales de Da Silva, quien se espera
que designe a un heredero en los próximos meses.
Mauro Paulino, el director de
la firma encuestadora Datafolha, dijo que esta era la contienda más fracturada
de la que se haya tenido memoria en los
años recientes.
El enojo hacia el sistema
político tradicional ha funcionado a favor de los que se presentan como gente
ajena a este. Bolsonaro, quien se percibía como un legislador periférico que
tendía a hacer comentarios escandalosos, ha creado un grupo significativo de
seguidores con la promesa de extirpar la corrupción y detener la violencia
dando mayor libertad a los cuerpos policiacos para que ejerzan la ley según su
consideración.
“Estas elecciones giran
alrededor del miedo”, comentó Paulino. “Los votantes nunca habían tenido tanto
miedo. Temen al crimen, por eso recibe apoyo Bolsonaro”.
Ninguno de los principales
candidatos tiene el respaldo de un partido político con una fuerte presencia a
nivel nacional. Ana Lúcia, una especialista en relaciones públicas de Río de
Janeiro, señaló que ese podría ser el talón de Aquiles de Barbosa.
“Es una persona con
integridad que combate la corrupción”, explicó. “Pero, por otro lado, es nuevo
en la política, no tiene conexiones con los partidos y por eso no podría
realizar los cambios necesarios”.
Barbosa podría estar en una
posición firme para atraer a los votantes que apoyaban a Da Silva.
Miguel Oliveira, un conserje
de edificio de 47 años cuya familia es del empobrecido noreste de Brasil, dijo
que siempre había votado por Lula.
“Pero en definitiva tendría
en cuenta a Joaquim Barbosa”, añadió Oliveira. “Al menos sabe qué significa ser
pobre en un país donde los políticos se roban todo el dinero”.
(THE NEW YORK TIME/ SHASTA DARLINGTON/ 24 de abril de
2018)
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