sábado, 12 de mayo de 2018

JOAQUIM BARBOSA, CONSERJE, MAGISTRADO… ¿PRESIDENTE DE BRASIL?




Joaquim Barbosa, al centro, está considerando contender por la presidencia de Brasil. Credit Ueslei Marcelino/Reuters

SÃO PAULO — Este mes, justo cuando el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, el favorito para ganar las elecciones presidenciales en Brasil, se entregó a la justicia para comenzar a cumplir una sentencia de doce años por corrupción, un ministro en retiro del Supremo Tribunal Federal debutó con sigilo en el escenario político, y tiene bastantes posibilidades de llevarse la victoria.

El 6 de abril, Joaquim Barbosa —quien hizo historia en 2003 al convertirse en el primer ministro de raza negra del Supremo Tribunal Federal de Brasil— se registró con el Partido Socialista Brasileño, de centroizquierda, un día antes de la fecha límite para que los candidatos presidenciales se unieran a un partido.

Aunque todavía le falta comenzar una campaña de manera formal, los líderes del partido han pasado las últimas semanas construyendo una estrategia que se inspira en la extraordinaria biografía de Barbosa: después de superar la pobreza y la discriminación para alcanzar el pináculo de la profesión legal, Barbosa se convirtió en un cruzado de la lucha anticorrupción, la principal preocupación de los votantes brasileños.

 “Su campaña no se basará en la polarización”, afirmó en una entrevista Carlos Siqueira, el presidente del partido. “Se hará con base en su rectitud y honestidad y en el hecho de que es un hombre negro de orígenes humildes que llegó al Supremo Tribunal Federal y ahora podría ser presidente”.

En la primera encuesta que llevó a cabo Datafolha, la cual se publicó el 15 de abril, Barbosa quedó ubicado en la tercera posición con un nivel de apoyo del 10 por ciento, en una competencia que excluye al expresidente. El sondeo tuvo un margen de error de muestreo del dos por ciento e incluyó más de 4100 entrevistas.

El lugar que ocupó Barbosa en la encuesta es extraordinario si consideramos que se ha mantenido lejos de la atención pública y que en realidad aún no ha confirmado que se postulará.

“Para alguien que no frecuenta espacios públicos, no da entrevistas y lleva una vida tranquila, es una cifra bastante buena”, comentó Barbosa a los reporteros cuando le preguntaron la semana pasada acerca de los resultados de la encuesta mientras se dirigía a una reunión con los líderes del partido en Brasilia.

Sin embargo, Barbosa advirtió que su candidatura no era un hecho y citó “dificultades personales” no específicas.

Hace poco tiempo, Eurasia, una consultora que sigue de cerca la política brasileña, llamó a Barbosa “el verdadero comodín de esta elección”.

A solo seis meses de que los brasileños emitan sus votos en las elecciones presidenciales más controvertidas que se hayan dado desde mediados de la década de los ochenta, cuando el país regresó a la democracia, el otrora líder de la contienda, Da Silva, está tras las rejas y su base izquierdista no tiene un sucesor al cual brindar su apoyo.

El actual presidente, Michel Temer, es uno de los líderes de la vieja guardia que han recibido el desprecio generalizado del electorado debido a la gran cantidad de reportajes sobre la corrupción sistemática que los caciques políticos que han dirigido Brasilia han ejercido durante décadas.

Esto podría montar el escenario para un enfrentamiento sorprendente.

Sin contar a Da Silva, el líder en las encuestas es Jair Bolsonaro, un congresista y capitán retirado del Ejército con tendencias ultraconservadoras que hace poco fue acusado de instigar el racismo y la discriminación en contra de los negros.

Después de Bolsonaro se ubican Marina Silva, una exministra del Medioambiente, y Barbosa, quienes son de las pocas personas negras que han logrado entrar con fuerza al más alto escalafón del poder en Brasil; en ese país,  poco más de la mitad de los habitantes se describe como negra o mestiza.

Mientras que Silva compitió en las dos elecciones presidenciales pasadas, Barbosa es un rostro fresco dentro de la escena política, lo cual podría ser una ventaja en un momento en que los votantes están exigiendo que haya una ruptura con el pasado.

Barbosa es el mayor de ocho hijos y fue criado en Paracatu, una ciudad pobre del estado de Minas Gerais, donde su padre trabajaba de albañil. De adolescente, fue conserje en un juzgado de Brasilia. En sus días de estudiante en la Facultad de Derecho de la Universidad de Brasilia, era el único estudiante negro.

Barbosa, de 63 años, comenzó su carrera en el gobierno con un cargo diplomático de corta duración, pero dejó el servicio exterior después de llegar a la conclusión de que no iba a avanzar mucho en una burocracia que percibía hostil hacia los negros. Estudió en el extranjero, aprendió inglés, francés y alemán, y trabajó como procurador federal antes de ser juez.

En 2003, Da Silva nombró a Barbosa para el Supremo Tribunal Federal, quien encabezó la cruzada en contra de los políticos involucrados en un escándalo de sobornos conocido como mensalão, una referencia a los pagos que recibían cada mes los legisladores a cambio de votos. La investigación llevó al encarcelamiento de varios miembros incondicionales del Partido de los Trabajadores de Da Silva.

Las elecciones de este año, a celebrarse en octubre, serán las primeras que se llevarán a cabo después de una investigación de corrupción conocida como Lava Jato, la cual tocó a una buena parte de la élite política.

Tan solo a mediados de abril, Aécio Neves, el candidato presidencial que perdió por un margen reducido en 2014, recibió la orden de someterse a juicio ante el Supremo Tribunal Federal después de que se le acusó de haber aceptado un soborno y haber obstruido la justicia. Temer está acusado en dos casos de corrupción, pero no se ha entablado ningún juicio.

Mientras estuvo en funciones en el Supremo Tribunal Federal —del cual se retiró en 2014—, Barbosa se volvió famoso por su estilo directo y las críticas que emitía desde su cargo como ministro.

Sin embargo, sigue siendo un misterio cómo actuaría en campaña. Tampoco está claro cómo reaccionarían ante Barbosa muchos de los simpatizantes tradicionales de Da Silva, quien se espera que designe a un heredero en los próximos meses.

Mauro Paulino, el director de la firma encuestadora Datafolha, dijo que esta era la contienda más fracturada de la que se haya tenido memoria en  los años recientes.

El enojo hacia el sistema político tradicional ha funcionado a favor de los que se presentan como gente ajena a este. Bolsonaro, quien se percibía como un legislador periférico que tendía a hacer comentarios escandalosos, ha creado un grupo significativo de seguidores con la promesa de extirpar la corrupción y detener la violencia dando mayor libertad a los cuerpos policiacos para que ejerzan la ley según su consideración.

“Estas elecciones giran alrededor del miedo”, comentó Paulino. “Los votantes nunca habían tenido tanto miedo. Temen al crimen, por eso recibe apoyo Bolsonaro”.

Ninguno de los principales candidatos tiene el respaldo de un partido político con una fuerte presencia a nivel nacional. Ana Lúcia, una especialista en relaciones públicas de Río de Janeiro, señaló que ese podría ser el talón de Aquiles de Barbosa.

“Es una persona con integridad que combate la corrupción”, explicó. “Pero, por otro lado, es nuevo en la política, no tiene conexiones con los partidos y por eso no podría realizar los cambios necesarios”.

Barbosa podría estar en una posición firme para atraer a los votantes que apoyaban a Da Silva.

Miguel Oliveira, un conserje de edificio de 47 años cuya familia es del empobrecido noreste de Brasil, dijo que siempre había votado por Lula.

“Pero en definitiva tendría en cuenta a Joaquim Barbosa”, añadió Oliveira. “Al menos sabe qué significa ser pobre en un país donde los políticos se roban todo el dinero”.

(THE NEW YORK TIME/ SHASTA DARLINGTON/ 24 de abril de 2018)

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