Jorge Fernández Menéndez
Era febrero de 1985 en
Guadalajara. “Compadre, necesitamos soltar al gringo”, le dijo Ernesto Fonseca,
Don Neto a su joven socio, Rafael Caro Quintero. “No puedo, compadre, porque ya
lo madrearon y se está muriendo”, le contestó Rafael, según el testimonio de
Samuel Ramírez Razo, el sicario encargado de la tortura del agente de la DEA,
Enrique Camarena.
La DEA jamás ha olvidado el
asesinato de Camarena ni perdonará a Caro Quintero por ese crimen, como tampoco
jamás ha dejado de insistir en que Caro debe ser extraditado a los Estados
Unidos, más aún cuando el narcotraficante fue dejado sorpresivamente en
libertad en el 2013.
Ahora Caro Quintero, en pleno
día de muertos, ha resucitado. La DEA vuelve a ubicarlo al frente del cártel de
Sinaloa. Es posible, aunque la agencia no aporta dato alguno para confirmar esa
presunción. Lo cierto es que en medio del enfrentamiento que existe en esa
organización criminal, sólo Ismael El Mayo Zambada y Juan José El Azul Esparragoza
(si es que no ha fallecido como dicen sus familiares), son mandos confiables.
El Chapo Guzmán fue extraditado a Estados Unidos; sus hijos están perseguidos y
no parecen tener control del cártel; su hermano Aureliano tampoco. Entre sus
rivales, Dámaso López, el Licenciado y quien se presumía que sería el sucesor
del Chapo, también fue detenido; el hijo de Dámaso, el MiniLic, se entregó a
las autoridades de Estados Unidos. Los jefes de sicarios y operadores
financieros de unos y otros han sido detenidos o abatidos.
En ese escenario no es
descabellado que los distintos grupos del cártel de Sinaloa se hayan agrupado
en torno al único personaje que sigue teniendo peso y legitimidad en esa
organización, El Mayo Zambada, y que personajes como Caro Quintero se puedan
haber unido a él. Caro Quintero ha estado demasiados años fuera de la operación
cotidiana del narcotráfico: en tres décadas ese negocio cambió radicalmente, su
capacidad de operación debe estar muy alejada de los parámetros actuales. Pero
es un hombre respetado en ese mundo.
Cuando las autoridades ofrecían dinero
por información que llevara a la captura de Caro Quintero . Foto El Universal
En su única aparición desde
que fue dejado en libertad, Caro Quintero negó todo. Fue el año pasado, poco
después de que fuera atacado el poblado de La Tuna, donde vive la madre del
Chapo Guzmán. Se dijo entonces que Caro Quintero se había unido a los Beltrán
Leyva y que había ordenado ese ataque. Caro Quintero, en una entrevista que no
fue tal, sólo el envío de un mensaje para los propios cárteles, dijo que él no
tenía nada que ver y que era amigo tanto de El Chapo como de El Mayo Zambada.
En aquella entrevista Caro
incluso dijo que él no tenía nada que ver con el asesinato de Camarena, que
vivía prácticamente en la pobreza, y se dejó fotografiar en un rancho, junto a
un altar de muertos y una cama desvencijada.
Kiki Camarena. Foto: Pantallazo de
YouTube
Nada de eso era creíble. Pero
el tema va mucho más allá. Caro Quintero no sólo participó en el asesinato de
Enrique Camarena (y en muchísimos otros, incluso cuando ya estaba en la
cárcel), sino que además fue el principal participante en el secuestro y la
brutal tortura del agente de la DEA. Eso está ampliamente documentado y fue
consecuencia del decomiso del rancho El Búfalo, en noviembre de 1984, el mayor
sembradío de mariguana conocido hasta hoy, donde miles de campesinos jornaleros
trabajaban sembrando y cosechando la droga para Caro Quintero. Camarena fue
quien descubrió ese rancho y la DEA obligó a su decomiso, en un contexto donde
Caro, Don Neto, Miguel Angel Félix Gallardo y otros, habrían tenido, según
testimonios públicos en Estados Unidos, un acuerdo con la CIA para entrenar
allí miembros de la contra nicaragüense y enviarles armas a cambio de que
pudieran traficar cocaína desde Centroamérica. Era el gobierno de Ronald
Reagan.
La DEA está convencida de que
Caro sigue operando. Apenas en mayo del año pasado, el Departamento del Tesoro
puso en su lista negra a Diana Espinoza Aguilar, pareja de Caro Quintero,
prohibiéndole a todo ciudadano o empresa estadunidense hacer negocios con ella
o sus asociados. Este año se unieron a ella, dos de los hijos de Caro Quintero,
Efraín y Omar, en la misma investigación que congeló bienes al cantante Julión
Alvarez y al futbolista Rafael Márquez. No sabemos si Caro está aliado hoy con
alguno de los cárteles, pero sí que sin el respaldo de alguno de ellos no
hubiera subsistido tantos años en prisión, y tampoco hubiera quedado en
libertad en una oscura operación judicial.
Con Caro o sin él, lo que
existe es una suerte de vuelta de tuerca en la lucha entre distintos grupos
criminales, que es la causa directa del aumento de los asesinatos cometidos en
el último semestre en todo el norte del país. Una lucha que tiene vigencia en
Sinaloa, en Chihuahua y también en Guerrero, Tamaulipas, Veracruz y Michoacán.
Es una vuelta de tuerca con varios actores diferentes y una ruptura de diversas
alianzas entre grupos criminales. Mucho tiene que ver con el control de pasos
fronterizos y con la producción y tráfico de drogas sintéticas por una parte y
de heroína por la otra. Y según las agencias de inteligencia, en eso es en lo
que está involucrado Caro Quintero.
(EL DEBATE/
JORGE FERNÁNDEZMENÉNDEZ/02/11/2017 - 06:17 HS)
No hay comentarios:
Publicar un comentario