Las redes sociales cambiaron
al mundo. Transformaron la forma como se lee, informa, entretiene, compra, hace
negocios, y cambiaron las estructuras verticales de control y poder, por la
horizontalidad. Las redes sociales permitieron democratizar lo que antes,
mediante los medios de comunicación, se filtraba, procesaba y jerarquizaba.
Pulverizaron a los intermediarios y se convirtieron en atractivas y veloces
formas de comunicarse. El mundo ideal donde todos se hablan directamente, sin
discriminaciones sociales ni selecciones darwinianas, donde uno vale uno sin
importar quién sea o a quién represente, fue demasiado ideal para que dejara de
ser utópico. El mundo digital puede estar densamente poblado de románticos,
tautológico y churchilliano, donde abundan quienes saben mucho de muchas cosas
que no son ciertas. Ingenuo o emocional, ese mundo se ha vuelto presa fácil de
quien aprovecha su fuerza para encaminarla hacia donde lo desea.
Los hay de todo tipo. El
lunes, Tim Wu, profesor de Derecho de la Universidad de Columbia, escribió un
artículo en The New York Times donde dijo que vivimos una Edad de Oro para el
hostigamiento de la prensa, la propaganda y los esfuerzos coercitivos para controlar
el debate político. Hay un nuevo tipo de censura y abierta manipulación del
discurso político, donde según Wu, disentir no es posible. “En lugar de eso,
los censores más sofisticados del mundo, incluidos Rusia y China, han pasado
una década desarrollando herramientas y técnicas que se han vuelto
importaciones no deseadas en Estados Unidos, con resultados catastróficos para
nuestra democracia”, subrayó.. Tanto, que cada vez hay más evidencia de que el
Gobierno ruso, a través de sus legiones de hackers en el mundo, fueron capaces
de aprovechar el dinamismo de las redes sociales y su inclinación a lo que más
se ajuste a su pensamiento, abierto o estrecho, ideologizado o ignorante, para
modificar el curso de la elección presidencial en esa Nación y llevar a la Casa
Blanca a Donald Trump.
El Gobierno de Vladimir
Putin, dijo Wu, fue entre los primeros en reconocer que la palabra podría ser
utilizada como una herramienta de supresión y control, donde a través de sus
“brigadas en la red”, frecuentemente llamadas “ejército de troles”, diseminaron
noticias pro-Gobierno ruso, generaron noticias falsas y coordinaron oleadas de
ataques sobre críticos de Moscú. Peter Pomerantsev y Michael Weiss publicaron
un ensayo en 2013, donde argumentaron cómo el Kremlin emplea la información
como una arma y una herramienta para confundir, chantajear, desmoralizar y
paralizar. Viejos maestros de la propaganda, las redes sociales, donde el éxito
del modelo de negocio depende de lo viral de sus contenidos, se convirtieron en
sus mejores vehículos de distribución, que demostraron su efectividad en las
elecciones presidenciales de Estados Unidos, que tienen volcados en
preocupación y búsqueda de antídotos a la clase política, ante realidades que
han rebbasado a los gigantes de la tecnología, que educados en una cultura de
libertades, jamás pensaron que esos valores serían manipulados para conculcar
lo que han construido por más de 200 años.
Al iniciar este miércoles una
audiencia en el Capitolio, donde participaron los ejecutivos de Facebook,
Twitter y YouTube, el Senador Mark Warner dijo: “Agentes rusos están intentando
infiltrar y manipular las redes sociales para secuestrar nuestra conversación
nacional y hacer que se enojen los estadounidenses, que nos enfrentemos unos a
otros y que socavemos nuestra democracia. Lo hicieron durante la campaña
presidencial de 2016. Lo siguen haciendo ahora. Esta amenaza no es nueva. Los
rusos han realizado una guerra de información durante décadas, pero lo que es
nuevo es el advenimiento de las herramientas de las redes sociales con el poder
de magnificar propaganda y noticias falsas en una escala inimaginable en los
días del Muro de Berlín”.
El manual ruso, describió
Werner, “es simple y formidable”. Opera de esta forma: Sus agentes desinforman
a través de miles de cuentas falsas, grupos y páginas en una amplia variedad de
plataformas. Esas cuentas falsas inyectan contenido en Facebook, Instagram,
Twitter, YouTube, Reddut, Linkedln y otras. Cada una de esas cuentas invierten
meses para desarrollar cadenas de gente real para seguir y para que les guste
su contenido, impulsadas por herramientas como anuncios pagados y robots
automatizados. La mayoría de sus seguidores reales, no tienen idea de que están
atrapados en estas redes. Estas redes son utilizadas más tarde para empujar y
distribuir desinformación, incluidos correos electrónicos robados, propaganda
manejada por el Estado (como RT y Sputnik), noticias falsas y contenido que
divide a la sociedad.
En Estados Unidos, ochenta
mil mensajes rusos en 120 páginas creadas en San Petersburgo en Facebook,
alcanzaron a una tercera parte de los estadounidenses, de donde salieron 120
mil contenidos colocados en Instagram. En Twitter, el 15 por ciento de
alrededor de 48 millones de cuentas, eran falsas o automatizadas, y durante la
campaña presidencial dos mil 752 cuentas controladas por agentes rusos y más de
36 mil robots, tuitearon un millón y medio veces en la elección. En YouTube, la
plataforma preferida de RT, se descargaron más de mil videos relacionados con
la guerra cibernética rusa. En 1988, los intelectuales de izquierda Noam
Chomsky y Edward Herman escribieron un libro seminal sobre propaganda, a través
de la cual, argumentaban, se construían consensos para gobernar. Hoy sigue
siendo lo mismo, pero el control es trasnacional, que es lo que buscó Putin. No
hay que ignorar en México lo que está sucediendo en el mundo. El 2018 está cada
vez más cerca.
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ Raymundo Riva
Palacio03/11/2017 | 02:00 AM)
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