sábado, 27 de agosto de 2016

SÓLO RECUERDO QUE HABÍA CHORROS DE SANGRE: ‘EL DEMONIO’ DE MONCLOVA


Monclova, Coah .- Diana era una niña de 11 años y en la escuela le decían “Pepe Nariz” porque tenía la nariz muy grande. Un día, ella le contó a Javier O., su novio, que la molestaban mucho por eso.

Javier, de 13 años, comenzó a esperar a quienes la buleaban afuera de la escuela para golpearlos y amenazarlos. Él no estudiaba. Lo habían expulsado de dos escuelas.

Esperaba a Diana todos los días a la salida del plantel Manuel Acuña y la acompañaba a su casa caminando. Ambos vivían en la colonia Guerrero. Así comenzó su “relación”. Ella se sentía de algún modo protegida. Cursaba quinto año de primaria y decía que Javier era su mejor amigo.

Los alumnos supieron que a Javier le apodaban “El Demonio” y que le gustaba golpear y quemar animales. También corrió el rumor de que consumía alcohol y drogas. A Diana la dejaron de molestar. Todos sabían que era la novia de “El Demonio”. Diana no consumía ni alcohol, ni drogas, pero supo que Javier sí lo hacía, “y por miedo decidió tronar con él, aunque a ella le gustaba que la defendiera, le cantara canciones y le regalara chocolates”, cuenta Paloma, hermana de Diana.

“Luego, Javier se hizo novio de otra niña, y Diana de otro niño. Pero él no dejaba de buscarla”, continúa la hermana.

“Diana supo, a través de Face, que la nueva novia de Javier se llamaba Naomi, y ya no quiso verlo y parece que eso a Javier no le gustó y por eso hizo lo que hizo con mi hermana (...)”, dice Paloma, de 19 años y madre de dos niños.

JAVIER LA SORPRENDIÓ

Aquella tarde del jueves 21 de abril, Diana entró a su casa a la una de la tarde como solía hacerlo todos los días al regreso de la escuela. Hacía aproximadamente dos meses que no veía a Javier. No colocó candado en la puerta, pues ni ella ni su madre lo acostumbraban.

Puso en la estufa una sopa de lentejas que su hermana Paloma le había preparado la noche anterior y comió mientras esperaba a que su madre regresara de trabajar, aproximadamente a las seis de la tarde. Tomó un vaso de leche; llevaba puesto un pantalón de mezclilla, una camisa roja y un par de zapatos negros. “Ella llegaba de la escuela y se acostaba a dormir, casi siempre la encontraba dormida y tapada con una sábana hasta la cabeza”, cuenta Blanca.

Después nadie, salvo el propio Javier, puede narrar qué hizo Diana aquel día cuando él abrió la puerta blanca de la casa marcada con el número 1017 sin llamar a la puerta. “Aventé la puerta. Entré a la casa. Ella me gritó que me fuera. Que no quería verme, que me fuera con mi novia Naomi.


“Mientras yo tomaba agua, ella me amenazó con un cuchillo; me quiso poner uno, pero está bien mensa, estaba bien mensa, lo estiré y se cayó, se pegó en la nuca y me subí arriba de ella. No sé como salió el otro cuchillo, pero ya traía dos, y le di en el cuello, bien feo, como 30 cuchillazos. Me acuerdo que había chorros de sangre, había en el piso como un litro, se había desangrado toda, de volada. Cuando vi toda la sangre corrí, pero vi mi pantalón lleno de sangre, me quité la sangre como pude, me fui a mi casa, enterré la ropa, porque sabía que si me veían iban a decir por qué traía eso.

“Yo quería agua, pero ella me dijo que me fuera con Naomi, y eso me enojó. Ella se encelaba. Como dos horas antes yo me había metido dos tabletas de Clonazepam (pastas), inhalado resistol. Me había tomado tragos de alcohol (caguamas), y un churrote (marihuana) que conseguía con mis camaradas.


(ZOCALO/EL UNIVERSAL/27/08/2016 - 11:30 AM)

No hay comentarios:

Publicar un comentario