martes, 19 de enero de 2016

ASÍ, LA CAZA DE “EL CHAPO” NO SUENA TAN HEROICA



La presencia de Joaquín Guzmán Loera en la Sierra Madre Occidental –y su persecución y captura– se dio paso a una serie de violaciones a los derechos humanos en poblaciones enteras. Diecisiete rancherías ya no son las mismas, como ya no es la misma Cosalá, a donde casi mil desplazados se fueron a vivir. Las palabras oficiales hablaron de “misión cumplida”. Pero el cúmulo de testimonios permite ver que conceptos como “abuso”, “montaje”, “desaparición” o “muerte” definirían mejor lo que ocurrió en octubre del 2015, cuando más de dos mil infantes de la Secretaría de la Marina Armada de México iniciaron la persecución del capo más buscado del mundo en el llamado Triángulo Dorado.

En Las Lomitas, en Cosalá, donde se reportó presencia de “El Chapo” antes de su captura, el silencio en las calles. Fotos: Linaloe Flores

Cosalá, Sinaloa, 18 de enero (SinEmbargo).- ¿Cómo se reconstruye una muerte negada? Porque eso –la muerte- es la versión última de Pedro López Trujillo después de más de 120 días de buscar a su hermano, Roberto, en los recovecos curvos de esta sierra. Pero la suya es sólo una creencia, algo que se le plantó en la cabeza; de hecho, sólo tiene pistas de aquí y de allá, y corazonadas. Esta noche se apega a lo que le dijo una mujer. Lo relata todo aunque la Secretaría de la Marina Armada de México niegue lo que esa mujer le contó: que a su hermano le dispararon.

Que ella vio a Roberto en la hora última, le dijo la mujer. Que ocho bajaron juntos de esa altura de peñascos sembrada de goma. Que ella se apuró porque de la mano, o en los brazos, traía a un niño.  “A tu hermano le dieron un tiro en la cabeza cuando le dio las buenas noches a los guachos. Fue el maldito 8 de octubre en el retén que tienen en ese punto al que le pusieron La Boquilla”.

Ese día, unos dos mil 500 infantes de la Secretaría de la Marina Armada de México -”los mejores”. indicó la institución- se desplegaron en el Triángulo Dorado en búsqueda de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” Guzmán. La versión oficial indicó que luego de escapar el 11 de julio del penal de máxima seguridad de El Altiplano, por un túnel de 1.5 kilómetros, fue llevado en carro hasta un aeródromo privado en Querétaro. Ahí tomó una avioneta hasta Sinaloa. Luego, a la sierra.

Los ocho venían como conejos que previenen la caza a pedradas. ¿De qué otra forma puede andarse cuando uno es trabajador de plantíos ilegales de mariguana y la Marina ha ingresado al terreno? De lo que se dijeron unos a otros mientras bajaban no puede reproducirse mucho. Más bien, nada. De día se escondían. De noche, caminaban en silencio con tal de no ser delatados por sus propia corretiza entre las barrancas. Pasaron San Xavier, La Borrega y Santa Ana. Vieron que ahí ya no había nadie y entonces supierton que otros -como ellos- también escapaban.

Pedro está brindando la biografía de su hermano en la plazuela de Cosalá. No excluye el dato de que el hombre subía a sembrar y cosechar. La noche se arma de silencios de pueblo y pareciera que sólo las sirenas de las patrullas de la Policía Municipal o las tanquetas de los militares tienen permiso de romper la armonía de este sitio, catalogado hace diez años como pueblo mágico. Las palabras chapotean como monedas al caer en una noria. La media luna cuelga.

Está ratificando lo que el investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), con sede en Mazatlán, Arturo Lizárraga, dejó plasmado en el estudio De aquí y de allá. Migración y Desarrollo Local: “Los habitantes (de la sierra sinaloense) no ven ni conciben su labor agrícola peculiar desde una perspectiva moral, ni tampoco inscrita en los ámbitos de la desviación social, sino sencillamente como una actividad económica para enfrentar las dificultades y penurias de su existencia”.

En Cosalá, o en los alrededores, no ha ocurrido ningún milagro que desplace la curva del empleo, que según datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática no ha rebasado la tasa del 12 en los últimos diez años.

—Dos o tres matitas se fue a sembrar. Así como todos los de aquí -suelta sin pronunciar ninguna “s”, en ese acento suyo tan arraigado a esta tierra.

Cosalá ya no es la misma. Le bastaron dos meses y medio para madurar un poco más en sus casi 500 años de ser poblado. Los que duró la persecución de “el hombre más buscado del mundo”.  En octubre del año pasado y a partir de “El Chapo”, su zona geográfica creció. Lo dice con admiración Óscar Loza Ochoa, comisionado de enlace con instituciones de la Comisión de Defensa de Derechos Humanos de Sinaloa (CDDHS), en las oficinas de esta Organización no Gubernamental, en Culiacán. Esta es su explicación: “Antes, el Triángulo Dorado era una unión imaginaria de los vértices de Chihuahua, Durango y Sinaloa, pero a partir de la búsqueda de El Chapo la extendieron a Cosalá. Este municipio ya no es una puerta de entrada; ahora ya está integrado para los fines de investigación y persecución de personajes del narcotráfico”.

En 1970, durante el Gobierno de Luis Echeverría Álvarez, el cultivo de mariguana se desplegó con notoriedad en los altos de Sinaloa, un poco más allá de Cosalá. El Ejército Mexicano envió las primeras tropas a la región para que destruyeran plantíos y atraparan campesinos. Muchos huyeron en una de las primeras grandes estampidas ocurridas aquí. Seis años después, las tropas volvieron de manera más formal en la llamada Operación Cóndor que originó unos cien mil desplazados, según un estudio de la CDDHS.

Esta vez, la persecución de Guzmán Loera dejó unos mil desterrados de 17 rancherías del llamado Triángulo Dorado y una nueva cara para Cosalá.

Loza Ochoa advierte que el desplazamiento humano continuará en esta región porque ni siquiera está estudiado con estadísticas por parte del Gobierno, no obstante que bajo los parámetros de la Organización de las Naciones Unidas, el fenómeno se equipara a otros ocurridos en sitios del mundo donde hay conflictos armados.

En la recomendación 03/2015, esa comisión expone que los testimonios de los pobladores coinciden en que en octubre, los marinos dispararon ráfagas de tiros hacia las viviendas y calles de las comunidades, “lo que obligó a los habitantes a buscar refugio en sus casas o en el cercano monte. Acto seguido, arribaron por tierra grupos de efectivos de la Marina, revisaron las viviendas y le exigieron a los vecinos que no abandonaran las comunidades”. Pero muchos huyeron. Son los que ahora le han dado otra cara a Cosalá.

El 25 de octubre -19 días después de que la Marina había arrancado el operativo para buscar al “Chapo”- la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)  envió personal a este municipio para atender las quejas tras el despliegue de miembros de la institución por “presuntas violaciones a los derechos humanos”, según informó en un comunicado. El organismo se comprometió a emitir un pronunciamiento que en enero de 2016  aún no está listo.

Por lo pronto, los testimonios brotan. Decenas de historias. Voces de hombres, mujeres y adolescentes. A algunos no les importa ser grabados; pero los más piden anonimato. Casi todos piden compartir sus historias de noche, en discretos pedacitos de Cosalá.

“Usted no sabe lo que es que le destruyan a uno su casa o de repente, que lo acusen de tener mata en su patio nomás porque se les ocurrió”, expresa alguien. En otro momento, una voz distinta abona a la misma idea: “Tenemos miedo de que nos ubiquen. Y, pum, pum, pum. Y si estabas, luego ya no estás porque fuiste a dar al arroyo. Y el arroyo te llevó quién sabe a dónde y no te regresó. Y ya no te va a regresar. Te vas a perder en el arroyo”.

Y don “R”, de 80 años, suelta sin muchas alteraciones lo que le pasó:

—Esta casa la vamos a quemar porque hallamos mota —le escuchó decir a los marinos encapuchados.

Pero él defendió:

—A mí nadamente me han  hallado en mi casa. Estoy cuidando mi casa. Y a un anciano no le pueden tumbar una casa.




—¿Qué tan bajo voló el boludo? (Boludo, la palabra denomina a un helicóptero y está inmersa en el vocabulario que describe  lo que ocurre en torno a los plantíos de mariguana).

—No pues, bajito, por los caballetes de la casa. Todos las láminas levantó, los árboles, plataneras, todas las dejó por el suelo… Dejaron un cochinero.

Se le encuentra en un paraje enlodado. LLeva ahí algunas horas a la espera de que alguien se detenga, lo vea, y lo regrese a La Borrega.

En el barrio conocido como Las Lomitas está esa muchacha de veinte años que no quiere regresar a El Verano, Durango. Ya se empleó como mesera. “Caminé tres días. Yo creo que sin parar. Traía a mi hijo y lo alimenté con agua de los arroyos y harina de maseca. Nos persiguieron que porque éramos sembradores. ¿Pá qué te quedas a alegar?”. Si un fotógrafo tuviera que captar cómo es este sitio, en su gráfica aparecerían casas de adobe viejo y de concreto nuevo, pegadas unas con otras. Casi siempre, reciben patios plagados de plataneras o naranjos. Aquí se concentraron los desplazados de Tamazula, Durango. Y el número de habitantes creció: si antes había cuatro, ahora hay siete. Así se vive ahora.

Las oportunidades de volver llegan como suertes echadas al aire. Para la sierra, se necesita un carro cuatro por cuatro, o un caballo. Distan de aquí algunos caminos empinados y de lodo. El sábado pasado, activistas de la CDDHS ofrecieron acompañamiento. Y muchos dijeron: “No, muchas gracias. Vamos a buscar trabajo aquí”.

Pese a todos los pesares, Cosalá se extiende orgullosa como la joya turística que es. Aparece después de que la carretera Culiacán-Mazatlán entronca hasta alcanzar la Sierra Madre Occidental. El camino se va haciendo cada vez más verde mientras vacas, burros y caballos cruzan libres entre las curvas. Hay que pasar dos panteones. La única línea de autobuses que llega a Cosalá es Líneas de Oriente; sus unidades datan de los noventa o de 2005, el año en que Cosalá fue declarado “pueblo mágico”.

Enero de 2016 no pasará a los registros como un mes con afluencia turística. Los tres hoteles del centro, -Quinta Minera, Real del Conde y Ray 4 hermanos-, tienen acaso dos huéspedes cada uno. El pasado glorioso, el de la plata extraída de las minas, se ha quedado en ellos. Son mansiones adaptadas, con fotos de sus dueños colgadas en las paredes de piedra. Agencias de viajes confirmaron que muchos paseos programados para esta temporada fueron suspendidos después de la captura de Guzmán Loera y que se supo que este municipio pudo ser su última estación antes de llegar a Los Mochis. Luego, está el dato de que el capo se reunió con la actriz Kate del Castillo en la Reserva Ecológica que la UAS tiene aquí.

Cosalá aparece con sus calles cuesta arriba, con las casas coloniales en coloridos fuertes y definitivos, mientras algunos pericos y guacamayas revolotean libres. Parece que siempre ha sido así. Su nombre, en cahíta, es “Lugar de Guacamayas”.

La sierra está fría, pero al tiempo, el sol pega duro. Las escenas se enciman creando el caos: ahora mismo pasan las tanquetas de militares. Enseguida, los decibeles de un corrido o una canción de amor con acordeón surgen de una camioneta Lobo: “Ojos que me han robado la paz del alma” con Los Alegres del Barranco. O: “… Mira qué borracho vengo, de Culiacán … Nomás a decirte vengo, linda güerita, qué buena estás”. Poco después, una cuatrimoto, un vehículo común en estas calles. Hace rato, una mujer de poco más de 80 años, sentada en un patio sembrado de plataneras, dijo que “lo de El Chapo es para contar una novela. Porque aquí será muy difícil que las cosas cambien. O sea, el final ya lo conocemos. Llega otro. Lo matan y llega otro. Por eso es una novela”. Dijo que Cosalá ahora tiene una vida como el mismo arroyo de tan revuelta.

—Luego que todo pase, nos olvidarán —concluye un hombre de sombrero y huaraches en la plazuela.

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Infantes de la Marina sostienen que no pueden dar ningún detalle de la operación que condujo a la captura de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo” Guzmán. Lo que sí hacen es negar que hayan disparado en contra de las poblaciones.

Uno de ellos muestra un comunicado. El que la Marina envió a los medios informativos en octubre pasado.

Dice:

“El operativo en Tamazula, Durango, se efectuó en los términos establecidos por la Constitución Política de los Estados Unidos, la leyes que de ella derivan y los tratados internacionales”.

La institución acepta en ese documento que mantiene presencia en Tamazula, Durango, donde realizan recorridos de disuasión en estricto apego a la legalización vigente y absoluto respeto a los Derechos Humanos y las personas.

“A él le dispararon, los marinos. En los límites de Sinaloa y Durango. Él iba a trabajar, así como todos trabajan [...]. En la pura Boquilla donde estaban los marinos, ahí había una casa. No había tiros, no había nada. Lo único que encontré fue un foco, la ropa tirada, la mochila, fue todo lo que encontré de él. Lo demás… no encontré rastro de sangre, no sé si el río se lo haya llevado o se lo hayan llevado o lo hayan tirado”, son las palabras de Pedro, quien aún no encuentra a su hermano después de la jornada de La Marina.

Después de la fuga de “El Chapo”, la guerra se reanimó enloquecida, irrefrenable, en Sinaloa. Y como suele ocurrir en cualquier conflicto armado, hay versiones contradictorias, o muchas versiones de lo que pasa.


(SIN EMBARGO.MX/ Linaloe R. Flores / enero 18, 2016 - 00:05h)

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