Raymundo Riva Palacio/Estrictamente Personal
La temporada de audios que exhiben el compadrazgo de
los ejecutivos de OHL con las más altas autoridades del Gobierno federal llegó
a un punto donde el presidente Enrique Peña Nieto tiene que tomar decisiones.
¿Cómo se cura la gangrena en una pierna?: amputándosela. En el caso de OHL y
sus políticas que se regodean en los conflictos de interés, todos los caminos
pasan por el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza.
El Presidente tiene que amputarse a Ruiz Esparza antes de que termine de
contaminarlo. Hasta ahora lo ha defendido frente a sus amigos que le han
sugerido que se deshaga de él, incluso lo salvó en el último ajuste en el
Gabinete, porque relevarlo habría desbalanceado el equilibrio entre los
vicepresidentes Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, y Luis
Videgaray, de Hacienda.
El tema de OHL es sólo uno de los que han dejado con
manchas a la Secretaría de Comunicaciones cada vez que la cruzan las
licitaciones, donde al favorecer a los amigos del Presidente en carreteras,
sistemas de telepeaje y transportes se han tocado las líneas de la ilegalidad.
Ejemplos abundan. La primera licitación en este Gobierno fue para la carretera
Atizapán-Atlacomulco, en la que la constructora IDEAL, de Carlos Slim, presentó
la mejor propuesta económica, el mejor costo de obras, las tarifas más
convenientes para el consumidor y el mayor capital de riesgo. La obra se le
asignó a OHL. IAVE, otra empresa de Slim, dejó de operar el sistema de
telepeaje que había tenido por dos décadas, que se le entregó a una empresa
donde estaba Roberto Alcántara, empresario cercano al Presidente y cuya
familia, como la de él, es de Atlacomulco, pese a que la testigo social de la
Función Pública recomendó no hacerlo.
Pero nada fue tan notorio como haber entregado la
licitación del tren rápido México-Querétaro a Grupo Higa, del
empresario-compadre del Presidente, Juan José Hinojosa, lo que desató un
escándalo. El propio Presidente exigió a Ruiz Esparza cancelar la licitación
por sus irregularidades, lo que colocó la obra en el limbo. La opacidad con la
que se manejó ese proceso provocó un conflicto con la empresa estatal China
Railway Corporation. Cuando el presidente Peña Nieto visitó China después de la
cancelación, el primer ministro chino, Li Keqiang, lo amenazó sutilmente en un
encuentro a puertas cerradas al decirle que si México no compensaba las
pérdidas de la empresa, lo llevarían a un panel internacional. Hasta ahora no
ha terminado de cerrarse aquel conflicto.
El problema que arrastra Ruiz Esparza con OHL ya está
en el despacho del Presidente. Los secretarios de Estado son amortiguadores del
Presidente y tienen que resolver los problemas, no ser coladeras para que les
lleguen a ellos y les exploten en las manos. Ruiz Esparza no sólo ha hecho eso.
En público lo ha contradicho y señalado que las decisiones que ha tomado –en
específico la cancelación de la licitación del tren rápido–, afectan a los
intereses del país. Tampoco ha frenado bolas de nieve que terminan
convirtiéndose en avalancha. Por ejemplo el proyecto hidráulico Monterrey IV,
donde también está involucrado Grupo Higa. Los empresarios de Monterrey
hablaron con Ruiz Esparza para plantearle que la obra no era necesaria porque
la demanda de agua no justificaba una obra de esa envergadura y, además, porque
el costo original de la misma se iba incrementando sin explicación alguna. No
los tomaron en cuenta y como una consecuencia indirecta del rompimiento con el
Grupo Monterrey, la candidata del PRI a la Gubernatura fue arrasada 2-1 por un
candidato independiente al que financiaron los empresarios.
Ruiz Esparza tiene meses de ser un lastre para el
Presidente, pero Peña Nieto no lo toca. Es un viejo amigo en el que confía
inexplicablemente, pese a las consecuencias políticas que ha tenido ese
respaldo. No es nuevo. Durante la campaña presidencial de 2012, fue culpa de
Ruiz Esparza que el PAN golpeara la integridad del entonces candidato al
demostrar que un buen número de las obras que se había comprometido a terminar
durante su sexenio, no lo estuvieran, pese a que un notario afirmaba que sí.
Ruiz Esparza era el encargado en la campaña de vigilar que todo estuviera
dentro de la legalidad, para evitar que se convirtiera en un ataque electoral. “Peña
miente”, fue el eslogan con lo que golpeó el PAN, que le quitó en menos de tres
semanas cerca de 20 puntos de aprobación, que nunca recuperaría, y que fue uno
de los factores por los cuales, al arrancar su Presidencia, empezó con una
importante carga negativa.
Peña Nieto no lo castigó. Al contrario. Lo premió al
hacerlo secretario de Comunicaciones y Transportes, una gestión que ha sido
controvertida y polémica. Ruiz Esparza es uno, si no el miembro del Gabinete
con quien sus colegas tienen más molestia por el manejo que le ha dado a la
dependencia, y por tanta suspicacia que ha levantado en torno al gobierno
peñista. Pero al tener la gracia del presidente, eso poco le debe importar al
secretario. Quien tendría que estar preocupado por las consecuencias políticas
que está teniendo el mal manejo de su amigo, es el presidente, quien al final,
como ha sido este el caso, será quien pague las secuelas y los costos
políticos, como lo ha sido, en casi todos los casos, en la primera parte del
sexenio.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
/ twitter: @rivapa
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