miércoles, 11 de septiembre de 2013

ESCAPE DEL INFIERNO

Raymundo Riva Palacio

Desde la campaña presidencial, el responsable de los candidatos a diputados, Manlio Fabio Beltrones, había anticipado que aquellos que ganaran tendrían que respaldar las medidas que vendrían, algunas tan polémicas como el aumento al impuesto en alimentos y medicinas, que significarían un costo político para los priistas. En vísperas del anuncio de la reforma hacendaria, el líder del PRI, César Camacho, anticipó que vendría esa amarga propuesta en un intento por allanar el camino de la opinión pública. Pero el domingo, se tragaron sus palabras. El presidente Enrique Peña Nieto presentó una propuesta anticlimática. “Reformita”, la llamó el columnista especializado de “24 Horas”, Samuel García. “Deslavada”, la describió el diario británico “Financial Times”.


No sólo descartó el Presidente aumentar el IVA en medicinas y alimentos, como era la propuesta original, sino mantener la tasa de 16%. Acompañó esta iniciativa, que cuando propuso en sus aspectos centrales la izquierda, los descalificaron por “populista”: más becas, pensión universal, seguro para el desempleo y para las personas de la tercera edad. Peña Nieto recuperó parte del Estado Benefactor expulsado de México a mediados de los 80, y trasladó los costos de la reforma a los capitanes de la industria y las clases medias, bajo la premisa de que pagarán más quienes más ganen y ya pagan impuestos.

Para un Presidente en cuyo gabinete abundan los doctores de universidades Ivy League o formados en la tecnocracia de Chicago y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, parece un contrasentido. Pero para un político como Peña Nieto es consecuencia de su pragmatismo. Con las calles del centro de la Ciudad de México tomadas por maestros que quieren descarrilar su reforma educativa, electricistas que se quedaron sin empresa, radicales que ofrecen su cuerpo a la policía, brotes de rebeldía en 30 estados y políticos y ciudadanos que quieren frenar la reforma energética, el escenario sobre el cual presentaría su reforma hacendaria estaba bastante caliente. Pobreza al alza en las ciudades, violencia en la cuenta del descontento del sur del país, desacuerdos entre las élites políticas y empresariales, más inseguridad, narcotráfico y regiones donde priva la ingobernabilidad, completaban el cuadro.

En la ecuación de lo ideal y lo real, del político siempre tiene que achicar la brecha para llegar al punto más cercano a lo primero. La reforma anunciada el domingo fue la posible. Peña Nieto se distanció de las clases que le dieron el voto de la victoria en las elecciones presidenciales, y castigó al sector empresarial y a las clases medias con más impuestos. Era imposible, políticamente hablando, una reforma que apuntara a lo que anhelaba. No podía repartir todos los costos para la transformación que ve para México en todos los sectores de la población. Y no por falta de los votos en el Congreso, el Senado y en 17 congresos locales que se necesitan para aprobar reformas constitucionales, sino porque habría sido insensato.

La reforma hacendaria y el presupuesto para 2014 –con enmiendas al del 2013 para paliar el mediocre comportamiento de la economía–, fue resultado, de acuerdo con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, porque la falta de crecimiento, cuya expectativa cayó de 4% que soñaron hace menos de un año en el arranque del sexenio, a 1.8%, hacían absolutamente inviable imponer nuevos impuestos a las clases más lastimadas de la población. Sólo en el tema de medicinas y alimentos, haberles aumentado el IVA las habría masacrado económicamente, al gastar 40% de su ingreso en esos dos productos. Hambre y enfermedades siempre va a haber, pero los factores internos y externos que llevaron a esa tasa inesperada, se les sumó, por el fenómeno concatenado al que llevó la política económica, a la caída del empleo.

Peña Nieto, el primer presidente desde Miguel de la Madrid que no es tecnócrata o está dominado por un tecnócrata, como sucedió con el ex presidente Vicente Fox, no iba a caminar hacia el infierno, cuyo camino está pavimentado de buenas intenciones. Mejor sacrificar a aquellos sectores beneficiados en otros tiempos que no van a irrumpir en las calles con violencia, que quienes, en la desesperación, empapados en frustración y coraje, alimentaran el fenómeno de violencia colectiva que se vive. Ya habrá tiempo para compensar a los sectores productivos. En el México de hoy, una reforma hacendaria que contiene fuertes ingredientes de justicia social, es la que proclamó. Enhorabuena. Por la igualdad, camino largo, aunque sea por la puerta de atrás.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx / @rivapa

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