sábado, 15 de junio de 2013

LOS DESAPARECIDOS (XII)



Rubén Duarte Rodríguez / Dossier Politico
Montada con toda la fuerza de la maquinaria del Estado, con los tres niveles de gobierno actuando en forma coordinada, con el ejército y los cuerpos policíacos colaborando entre sí y los medios de comunicación totalmente inclinados hacia un solo lado: el oficial, la “guerra sucia” siguió avanzando, dejando una cauda siniestra de cadáveres, desaparecidos y presos políticos que jamás fueron reconocidos como tales y a quienes se dio el trato de delincuentes comunes.

La desaparición forzosa de personas es considerada actualmente como un delito de lesa humanidad. De acuerdo con la definición más aceptada, los desaparecidos son personas secuestradas, privadas de su libertad y mantenidas ocultas ilegalmente por el Estado a causa de sus opiniones o preferencias políticas. Se les mantiene en cárceles clandestinas donde son sometidos a torturas físicas y psicológicas, así como a todo tipo de tratos inhumanos y degradantes. En muchas ocasiones, los desaparecidos son asesinados y sus cuerpos jamás aparecen.


Durante 30 años esta fue una práctica común del gobierno mexicano, que en nada se diferencia de la aplicada por las dictaduras militares de centro y sudamérica. Cinco ex-presidentes de la república –Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León– ordenaron, encubrieron o toleraron el secuestro de miles de personas por el ejército, la Dirección Federal de Seguridad, la “Brigada Blanca” y otros órganos de represión. Durante ese largo período, se calcula que por lo menos mil 350 personas permanecieron presas ilegalmente en cárceles clandestinas, sin juicio ni posibilidad de defensa legal alguna, en violación a todos sus derechos humanos.


Gracias a los esfuerzos de organizaciones como el Comité Eureka, presidido por Rosario Ibarra de Piedra, se logró la liberación de 148 ex-desaparecidos.

La apertura de los archivos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) condujo a la publicación, por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) de la lista inicial de 482 desaparecidos de la “guerra sucia”, que se ubica en los años 70 y principios de los 80, los cuales después aumentaron hasta llegar a 542. Este solo hecho ignora intencionalmente la existencia de más desaparecidos durante los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.

Lo más grave es que Vicente Fox jamás castigó a los culpables y en cambio, habló de la “necesidad de no mirar al pasado, olvidar el rencor y perdonar.”[1]

En su documento “Balance de la situación de los derechos humanos en el primer año de gobierno de la administración foxista”, el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (PRODH)[2] denuncia que los grupos de poder no fueron llamados a rendir cuentas por su responsabilidad en las violaciones cometidas.

Al respecto, en el texto se evidencian claramente los graves problemas estructurales en torno al sistema de procuración e impartición de justicia, en el que están implicados miembros del ejército mexicano que siguen gozando de completa impunidad, y se denota la tendencia del gobierno federal de continuar supeditando la justicia civil a la castrense, en detrimento del reconocimiento pleno de la inocencia y la adecuada reparación del daño, la cual no se reduce a una indemnización, sino que incluye además el reconocimiento público de las violaciones cometidas por parte de estas autoridades, la presentación de disculpas y la garantía de que crímenes como estos no volverán a ocurrir.

“Este último punto de tensión entre el espacio civil y el militar, tiene una vinculación estrecha con la continuidad que el gobierno foxista ha otorgado a la tendencia de militarizar los ámbitos de competencia y responsabilidad civil, línea que ha tenido su manifestación más álgida en el hecho de que el Ejecutivo haya designado a un militar –el general Rafael Macedo de la Concha- como responsable de la Procuraduría General de la República (PGR). Esta actitud del Ejecutivo desconoce además las advertencias y recomendaciones que tanto organismos nacionales como internacionales hemos vertido al respecto de los riesgos que esto implica para el avance de los derechos humanos”[3], explicaba el PRODH.

Más adelante, al abordar el tema de las desapariciones forzadas, reconocían como un paso positivo la reforma al Código Penal contra la desaparición forzada, para la sanción de los ejecutores de este delito, aprobada por el gobierno de Fox. Sin embargo, la creación de la fiscalía para investigar los casos de desapariciones a cargo de Ignacio Carrillo Prieto no mostró mayores avances para encausar a los ex presidentes y a miembros de sus respectivos gabinetes, a militares activos y en retiro, a policías y ex policías, agentes de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad, jefes de la Policía Judicial Federal, del Distrito Federal y del Estado de México, personal que perteneció al Servicio Secreto y a la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, y civiles que figuran en la lista de los presuntos autores materiales e intelectuales de la desaparición, tortura y muerte de varios cientos de personas.

“Se trata pues, de violencia institucional, de una política represiva de Estado. En ese sentido, resulta poco alentador que el presidente Fox insista en que las violaciones a los derechos humanos de los desaparecidos son atribuibles a individuos y que será necesario evitar juicios generales a instituciones. Su voluntad política se ve limitada al ser incapaz de reconocer que estas desapariciones forzadas fueron una política de Estado”[4], razonaba el PRODH.

El propio doctor Carrillo Prieto, “Fiscal especial para la atención de hechos probablemente constitutivos de delitos federales cometidos directa o indirectamente por servidores públicos en contra de personas vinculadas con movimientos sociales y políticos del pasado” (nombre oficial de su puesto), definió durante su presentación en el auditorio México de la PGR, el 4 de enero de 2002, los alcances de la encomienda presidencial, en los siguientes términos:

“Un Fiscal Especial que se encargará de concentrar y conocer las investigaciones, de integrar las averiguaciones previas que se inicien con motivo de las denuncias o querellas formuladas por hechos probablemente constitutivos de delitos federales, cometidos por servidores públicos, así como de perseguir los delitos que resulten, ante los tribunales competentes... actuará animado en todo tiempo por el espíritu de justicia, que no por el de venganza, evitando calificaciones colectivas o institucionales que no caben en nuestro sistema jurídico. Este Fiscal ha exigido plena autonomía técnica y operativa; y ha reclamado los necesarios apoyos institucionales, se me han asegurado ambos y en estas condiciones he aceptado esta trascendente tarea...  mirará en todo tiempo por el imperio de la justicia, mediante los instrumentos e instituciones del derecho, sin compromisos ni ataduras que le desvíen, convencido de que sólo en las palabras de la ley, que es expresión de la voluntad común, puede encontrarse justicia para todos.  Y que su causa no requiere de continuas proclamas y pronunciamientos, sino de información objetiva a la ciudadanía, para ir al encuentro de las verdades históricas que reclama la salud de la República”.[5]

Al final del llamado “gobierno de la alternancia, los resultados en éste, como en muchos otros aspectos de su política errática, fueron nulos y la fiscalía de Carrillo Prieto fue un fiasco absoluto.

Aumento exponencial de desapariciones forzosas con Calderón

En un informes presentado el 5 de junio de 2013 “Enfrentarse a una pesadilla: Desapariciones en México”, Amnistía Internacional (AI)[6] señaló que México tiene más de 700 casos de desaparición forzada sin resolver, que datan de la “guerra sucia” (1960-1980), “cuando las víctimas eran detenidas por la policía o las fuerzas de seguridad durante operaciones de contrainsurgencia lanzadas contra pequeños grupos armados en varios estados. Estos casos nunca se han esclarecido y los responsables no han comparecido ante la justicia” expone el documento.

La organización internacional defensora de los derechos humanos, considera que “al no investigarse de forma íntegra y eficaz estas graves violaciones de derechos humanos,

se transmite claramente a los actuales autores de desapariciones –ya sean agentes del Estado o bandas criminales– que la desaparición es un delito que no tiene repercusiones para quien lo comete”[7].

En otra parte del informe, se consigna que “en 2003, Amnistía Internacional documentó las constantes desapariciones y homicidios de mujeres que desde hacía un decenio afectaban a Ciudad Juárez y la ciudad de Chihuahua. En 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló contra México por no impedir ni castigar el secuestro y homicidio de tres mujeres jóvenes en el caso del Campo Algodonero. Pese a que se han tomado algunas medidas para impedir y castigar la violencia de género, persisten las desapariciones de mujeres y niñas, y muchos autores de estos actos siguen gozando de impunidad”.

Pero en el sexenio calderonista, la práctica de la desaparición de personas llegó a niveles nunca vistos ni imaginados, en el marco de la demencial política de la “guerra contra el narcotráfico”: Entre 2006 y 2012,  se registró en México a “más de 26.000 personas como desaparecidas o no localizadas. No está claro cuántas continúan desaparecidas actualmente. Algunas son víctimas de desapariciones forzadas en las que hay funcionarios públicos implicados. Otras han sido privadas de su libertad por particulares o bandas delictivas”.[8]

Lo peor de todo es que “A pesar del número escalofriante, las autoridades han fracasado de manera sistemática en investigar y aclarar la gran mayoría de los casos, incluso los muchos cientos de desapariciones en las que hay evidencia de detención o privación de la libertad por parte de agentes del Estado o bandas de delincuentes. El fracaso sistemático por parte de las autoridades federales y estatales de tomar en serio las crecientes denuncias de desapariciones ha contribuido a crear un clima de tolerancia hacia estos crímenes”[9], denuncia AI.

[1] Periódico La Jornada de la ciudad de México, edición del 27 de junio de 2001.
[2] Página de internet del PRODH: www.sjsocial.org/PRODH/default.htm
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Página de internet de la PGR: www.pgr.gob.mx
[6] http://amnistia.org.mx/publico/informedesaparicion.pdf.pdf
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.

(DOSSIER POLITICO/ Rubén Duarte Rodríguez / 2013-06-14)

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