El célebre escritor mexicano habla sobre la situación del país y nuestra democracia en proceso, sobre la clase política “empequeñecida” y las próximas elecciones
Milenio semanal
A las 16:54 la secretaria llama por la extensión telefónica a Carlos Fuentes
y le dice:
“Ya llegó el reportero de MILENIO”. “Todavía no son las
cinco”, replica el escritor. “El señor es muy puntual”, comenta ella. Seis
minutos después —a la hora exacta de la cita— aparece en la sala de su casa en
San Jerónimo. Viste impecable, como siempre, y saluda con una sonrisa.
La
secretaria desaparece y a él se le plantea una entrevista en dos partes, la
primera dedicada a cuestiones políticas y la segunda a la literatura.
“Como
usted quiera”, responde con amabilidad. Aquí presentamos el primer momento de
esa conversación con quien no sólo es el mayor escritor vivo de México, sino
también un apasionado observador de la política nacional e internacional, de lo
que ha dejado testimonio en los periódicos y revistas en los cuales ha
colaborado.
JLM: ¿Cómo mira la democracia en México? ¿Qué piensa de las próximas elecciones?
CF: La democracia en México se está haciendo. Después de 70 años de gobierno
de un partido único, era difícil que transitáramos directamente a una democracia
de tipo inglés o norteamericano.
Entonces, nuestra democracia —que nadie nos
regaló— está en construcción, y estas elecciones van a ser particularmente
importantes porque el PAN cumplirá 12 años en el poder y no creo que el saldo
sea positivo; ha demostrado que es un partido muy pequeño, con una clientela
determinada, pero no llega a las masas, como puede hacerlo el PRI.
Además, en su
acción gubernativa se ha parecido mucho a los gobiernos priistas; no ha existido
gran diferencia.
Hay tres partidos y hay muchos problemas.
Lo interesante es que los
problemas son muy grandes y los partidos muy pequeños, y sus candidatos también;
unos peores que otros, pero ninguno se ve capaz de resolver los problemas de
este país.
Quién sabe qué vaya a pasar, pero si no se afrontan ahora los
problemas de México, tarde o temprano van a presentarse con más virulencia, con
más energía, y pondrán en más dificultades a quienquiera que esté gobernando el
país a partir de 2013.
JLM: ¿Qué puede ocurrir si el PRI regresa a la Presidencia?
CF: Algo malo por la naturaleza del candidato, que es muy endeble. Quizá
conoce su oficio político, pero a mí me asusta un hombre que demuestra tan
abiertamente la ignorancia como Enrique Peña Nieto lo hizo en la FIL de
Guadalajara. De manera que yo confío en que no sea el PRI el que llegue al
poder.
JLM: Estados Unidos también celebrará elecciones este año. ¿Quién cree que será el ganador?
CF: Creo que las gana Barack Obama porque el Partido Republicano está
totalmente fragmentado. Ya es muy tarde y no logran ponerse de acuerdo acerca de
un candidato, aunque por lo que veo va a ser Mitt Romney, que fue un gobernador
muy progresista en Massachusetts.
Esto no puede satisfacer a los extremistas del
Partido Republicano. El Tea Party y compañía van a dejarlo solo; es un
candidato perdedor de antemano.
En cambio, el presidente Obama atraerá incluso a
la gente que no está contenta con él, como la extrema derecha demócrata. Los
“ocupantes”, como se les ha llamado, obviamente van a votar por él. Pienso que
Obama tiene asegurada la reelección.
JLM: ¿Cómo evalúa al gobierno del presidente Felipe Calderón?
CF: El presidente Calderón, que es un hombre de buena fe, enajenó su gobierno
demasiado pronto. A los 15 días de tomar el poder ya estaba empeñado en la
“guerra” —así la llamó él— contra el narco.
El narco no lo inventó Calderón ni
estaba allí a partir del primero de diciembre (de 2006), es un problema viejo de
México y los distintos gobiernos lo han tratado de distintas maneras —algunos
han conversado con los narcos, otros han pactado con ellos o han puesto a los
narcos a combatir a los narcos. Calderón hizo una guerra frontal.
Esto ha sido
un error muy grave de su gobierno, le ha costado y le va a costar muy caro; hay
que cambiar de ruta.
Yo formo parte de la Comisión (Global de Políticas contra
las Drogas), presidida por Ernesto Zedillo, César Gaviria y Fernando Henrique
Cardoso, en la que proponemos que se den pasos paulatinos para la legalización
de algunas drogas. No hay otra manera de combatir este problema.
Ojalá que se pueda reconducir este conflicto, que además es muy peculiar
porque Colombia, que era la sede principal del narcotráfico, quedó bastante
lejos, y México es vecino de Estados Unidos, que es el gran mercado.
¿Y usted
sabe de un solo señor que venda droga en Estados Unidos? No, una vez que la
droga cruza la frontera, el problema se esfuma, ya no existe.
Además, la
cooperación del gobierno de Washington con México es muy, muy pequeña; no está a
la altura de la exigencia del problema, de manera que ese es otro asunto que hay
que tratar con seriedad: que Estados Unidos participe más decididamente en la
solución de un problema que propicia porque es el gran consumidor.
En fin, no sé qué política deba tomar el gobierno mexicano, pero la actual no
ha servido. Ha habido alrededor de 50 mil muertos y no se ha resuelto nada.
JLM: ¿Qué piensa de los operativos Rápido y furioso y Arma blanca, que se han puesto en marcha en la que usted denomina “frontera de cristal”?
CF: Hay que renovar totalmente la política acerca de las drogas, como le dije
al principio de la entrevista.
Pero, repito, en este país tenemos la vecindad
con Estados Unidos, que es el principal consumidor de droga; los norteamericanos
deben poner algo de su parte para impedir que la droga entre a su territorio y
se consuma allí.
No todo debe ser de la parte mexicana. Es tiempo de idear un
acuerdo, un pacto entre los dos países para impedir los excesos que han
caracterizado estas operaciones.
JLM: ¿Cuál es su opinión sobre la voluntad y la fortuna de Calderón?
CF: No sé… Yo le tengo simpatía a Calderón, pero hay que ver que alguien que
pasa por la silla del águila es uno cuando es un simple ciudadano, otro cuando
es Presidente y otro cuando deja de serlo, de tal manera que tiene tres
encarnaciones. Espero que le vaya bien. En lo personal no tengo nada contra él,
aunque estoy en contra de algunas de sus políticas.
JLM: ¿El intelectual debe ser siempre crítico del poder?
CF: No siempre. Cuando ha sido convincente para ellos, hay momentos en que
muchos intelectuales han servido a sus gobiernos: Pablo Neruda, Alfonso Reyes,
yo mismo, mucha gente. Pero fundamentalmente el intelectual debe estar fuera del
poder y debe ser no crítico del poder sino un señalador de acciones diversas a
las del poder. El poder se engolosina consigo mismo y con sus soluciones, y cree
que no hay otras. Lamentablemente los presidentes están rodeados de lambiscones,
y todos les dicen: “Qué bueno lo que hace usted”. Pocos se atreven a decirle
“qué mal”, “váyase por otro lado”, y en consecuencia hay un papel del
intelectual, que no es el único, subrayo, que consiste en señalar otras
posibilidades, otros caminos para resolver los problemas.
JLM: ¿Por eso en Adán en Edén, escribe: “líbrame de los lambiscones, señor”?
CF: Eso digo, sí… Los lambiscones son una plaga.
JLM: Cuando publicó La muerte de Artemio Cruz, recibió una carta del general Lázaro Cárdenas en la que le demostraba que había leído el libro con gusto, con rigor, con inteligencia. Las cosas han cambiado mucho desde entonces y, al parecer, a los políticos mexicanos actuales no les interesa la cultura. ¿Qué piensa de esta situación, de este desdén por la cultura?
CF: Que si existe el desdén deben ser lo suficientemente inteligentes para no
mostrarlo. Si yo hubiera sido Peña Nieto en la FIL de Guadalajara, hubiera
respondido que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos era mi
libro favorito y con eso libraba el problema. Lo malo, en su caso, no es que no
haya leído, es que no sepa contestar una pregunta, que no sepa evadir un
problema, y va a tener muchos como candidato. Espero que no llegue a
Presidente.
JLM: Políticos como Cárdenas, como Jesús Reyes Heroles, eran de otro tamaño ¿no cree?
CF: Sí, absolutamente; en México hay un empequeñecimiento de la clase
política, es cierto.
JLM: ¿Cómo han sido sus relaciones con los presidentes mexicanos?
CF: Han sido de sube y baja (risas). Mire, yo tenía una buena relación con el
general Cárdenas, no como Presidente porque entonces yo era niño, pero después
tuve una amistad con él, lo acompañé a varias giras y sigo pensando que es el
mejor presidente del siglo pasado en México; tenía una grandeza esencial en su
espíritu.
Era un hombre grande, comprometido con el país, muy consciente de los
problemas de México, muy cariñoso y muy cercano con el pueblo de México.
Lo vi
en Querétaro, en Guanajuato, en San Miguel de Allende, en Uruapan, por donde
pasábamos la gente se le acercaba con una enorme admiración y cariño.
De los
demás no voy a opinar porque no quiero establecer comparaciones de ningún
tipo.
JLM: Si la educación es la base de todo, ¿cómo mira la educación en México y qué opinión le merecen personas, como Elba Esther Gordillo, que participan en el sistema educativo nacional?
CF: No voy a hablar de personas, pero sí creo que debe haber una renovación
total de la educación mexicana.
Mire usted, cuando José Vasconcelos fue ministro
de Educación del presidente Obregón, había 90 por ciento de iletrados en el
país.
Los maestros que Vasconcelos mandaba al campo regresaban sin orejas, sin
nariz, a veces los asesinaban, los colgaban de un árbol.
Era una empresa muy
ardua y muy valiente, pero había que hacerla.
Ese proceso de educación lo siguió
Jaime Torres Bodet, y luego el aumento de la población del país desbordó los
programas. Cuando Vasconcelos era ministro de Educación, éramos 15 o 16 millones
de mexicanos, menos de los que tiene la Ciudad de México en la actualidad; hoy
existen 110 millones de habitantes y no están siendo atendidos como debían por
los responsables de la educación.
Hay que hacer un esfuerzo redoblado, y éste
requiere de una dirección desde arriba, como la que dieron en su momento el
propio Obregón —con Vasconcelos—, el general Cárdenas y otros presidentes que le
han dado gran impulso a la educación; hay que volvérselo a dar dentro de normas
de voluntad, de éxito y de respetabilidad enormes, porque es la base de todo.
Sin la educación no se da lo demás: no hay industria, no hay comercio, no hay
actividad económica, no hay profesionalismo, no hay nada.
Entonces, este es un
problema urgente para el próximo presidente de México: reiniciar la gran campaña
—interminable, por lo demás— de México a favor de la educación.
JLM: Fernando Benítez decía que usted ve a México con los ojos implacables
del extranjero, ¿es así?
CF: Mire, yo crecí fuera de México. Venía de vacaciones con mis abuelitos y
eso era importante para mí. Pero cuando me fui a Chile y Argentina, estuve
ausente como cuatro años, y al regresar para mí todo era novedad y sorpresa.
No
estaba acostumbrado a lo que veía en México. A los 15, 16 años, lo vi por
primera vez.
Eso me impulsó a escribir sobre lo que yo consideraba una
transformación social profunda del país.
JLM: ¿El nacionalismo empobrece?
CF: Depende de cuál: hay nacionalismos buenos y nacionalismos malos. El
norteamericano es muy malo, porque es el de una gran potencia; el de un país
pobre, o de un país que no es muy importante en el terreno internacional, puede
tener virtudes.
El mexicano ha jugado un papel importante en la definición de la
nacionalidad mexicana, de nuestros valores, pero hemos entrado en un mundo
globalizado donde el nacionalismo se pierde muy rápidamente.
No es posible
sostenerlo porque las relaciones económicas, comerciales, políticas, desvanecen
las fronteras. De manera que hay que recordar siempre que la soberanía no es una
afirmación positiva sino una afirmación negativa, es decir, hasta aquí podemos
ir y no más; pero finalmente, en este momento, se impone la cooperación
internacional por encima de las consideraciones puramente locales.
JLM: ¿Qué piensa del racismo en México?
CF: Está muy escondido, pero existe. México tiene la fortuna de ser
esencialmente un país mestizo y no nos podemos discriminar a nosotros mismos.
Pero siempre hay un prurito, una paradoja en que exaltamos el pasado indio como
un pasado grandioso, extraordinario, pero a los indios de hoy los despreciamos
—son los “inditos”, como dicen algunos.
No los conocemos, los tenemos por ahí
arrumbados, y eso demuestra que hay un racismo escondido.
Juan Villoro cuenta
que, cuando era joven, en algunas familias respetables de la alta burguesía no
se decía “voy al baño”, se decía “voy a Juárez”.
Había ese desprecio infinito
por un indio que llegó a ser presidente, de modo que hay un atisbo de racismo en
México. Mucha gente de la clase alta tiene un gran desprecio por el mundo
indígena mexicano, y además está el gran desprecio de las clases sociales, que
va más allá del racismo y tiene que ver con la posición social de cada uno, con
la falta de respeto inherente de unas clases sociales hacia las otras.
Pero el
racismo es sólo un pequeño elemento de la desigualdad y de la injusticia, que
ojalá podamos superarlas porque son rémoras terribles para el país.
JLM: ¿Hasta dónde llega nuestra responsabilidad como ciudadanos “por las injusticias que no hemos cometido”?, como dice en su novela Constancia.
CF: Es muy grande, porque en países como Inglaterra, Estados Unidos o
Alemania, a través del voto, de las decisiones electorales, de la participación
en cooperativas, en sindicatos, en asociaciones de barrio, la gente trata de
impedir o remediar las injusticias, y a nosotros nos falta avanzar en ese camino
porque, como ya le dije, estamos en una democracia en proceso.
JLM: ¿Es tiempo de los ciudadanos ante el hartazgo que provocan los políticos profesionales?
CF: Nos guste o no, estamos condenados a la política. No vamos a salirnos de
la política porque la política es polis, es ciudad, es comunidad.
Entonces, se
trata de hacer una mejor política, no de abandonarla, porque viviríamos en una
especie de anarquía.
Se trata de mejorar las personalidades, las ideas, los
propósitos de la política. Eso sí lo podemos hacer los ciudadanos en combinación
con los hombres y las mujeres de la política.
JLM: Usted ha dicho que sin memoria no puede haber un futuro vivo…
CF: La amnesia histórica es una falla terrible porque quienes la aprovechan
son los pillos; los políticos pillos se aprovechan de que la gente “ya no se
acuerda”. Hay que recordar, hay que estar siempre alerta.
JLM: ¿Qué valores positivos destaca en este país, en la sociedad mexicana?
CF: Es un país que tiene historia y tiene cultura, y eso ya es mucho. La
cultura mexicana no tiene interrupción alguna; desde los pueblos precortesianos
hasta la actualidad hay una línea de continuidad cultural que contrasta
terriblemente con las rupturas políticas y económicas del país en todas sus
épocas, de manera que cuando sepamos unir la continuidad cultural a la
continuidad política y económica seremos una gran nación.
Mientras tanto no,
porque hay demasiado contraste entre la extraordinaria creación cultural
mexicana desde tiempos indígenas hasta la actualidad, y las constantes rupturas
e imitaciones.
Queríamos ser como Francia, queríamos ser como Estados Unidos,
queremos ser esto, queremos ser lo otro… ¡Hasta cuándo vamos a ser nosotros
mismos si aquí estamos y tenemos una riqueza formidable!
JLM: ¿Tiene pensado ya su voto?
CF: Sí, pero no se lo voy a decir…
Carlos Fuentes poco después de publicar La región más transparenta. Foto: Archivo
Fuentes: periodista, universitario, diplomático, escritor
Carlos Fuentes, debido a las actividades diplomáticas de su padre, nació en
Panamá el 11 de noviembre de 1928. Se inició en el periodismo en 1947 en la
revista Hoy. Es abogado por la Universidad Nacional Autónoma de México
y estudió Economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra.
De 1975 a 1977 fue embajador de México en Francia, puesto al que renunció, como
protesta, cuando José López Portillo nombró embajador en España al ex presidente
Gustavo Díaz Ordaz. En su abundante obra destacan libros como La región más
transparente, La muerte de Artemio Cruz, Aura, El
espejo enterrado y Nuevo tiempo mexicano; su título más reciente
es La gran novela latinoamericana.
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