Ya no hay partes de guerra
del combate contra el huachicol. El desabasto resultó más importante en la vida
cotidiana de los mexicanos que la cruzada contra los delincuentes, y requirió
que el gobierno reorientara su estrategia –no su discurso- para resolver el
suministro. El desbasto ya provocó una tragedia cercana a los 100 muertos, y
esta, más la urgencia por evitar mayor escasez de gasolina, provocó una compra
apresurada de pipas y el reclutamiento militar de conductores dentro de una
variación del Plan DN-III, diseñado para apoyar a la población en situación de
desastres, para distribuir hidrocarburos. De hechos insólitos se construye la
Cuarta Transformación.
No sabemos ya qué es más
importante que lo anterior, por la velocidad con la que cambian los temas y el
énfasis de la conversación. Lo que sí se puede hacer es una primera evaluación
sobre la estrategia de la guerra contra los huachicoleros, emprendida por el
presidente Andrés Manuel López Obrador el 27 de diciembre. Lo último que
supimos sobre los logros de esa cruzada son del 8 de enero, cuando se informó
que se había frenado el robo de hidrocarburos, y se habían ahorrado 2,500
millones de pesos. Ya no hay más datos duros porque el torbellino de las
consecuencias de un plan diseñado en tres semanas, son enormes.
Lo que estamos observando
ahora es que los costos están resultando más grandes que los beneficios. Pero
que no se mal interprete. La lucha contra el huachicol debe apoyarse
incondicionalmente. Si por corrupción o para evitar desabasto, si porque el
delito no se originaba sólo en la delincuencia organizada y los gobiernos, sino
también en las comunidades enteras que entraron al negocio ilícito como una
forma de vida y subsistencia, la realidad es que anteriores gobiernos no lo
hicieron a fondo. El problema radica en la estrategia. Si se hace algo bueno
que resulta más perjudicial en su implementación, no es para dejar de hacerlo,
sino para corregirlo.
Para que funcione se requiere
alinear todos los esfuerzos dentro de un plan estratégico. Si no existe este
alineamiento, por mejor pensada que esté la estrategia, habrá tropiezos,
estancamientos e, incluso, retrocesos. Es lo que está sucediendo: la estrategia
de la cruzada contra el huachicoleo fracasó en esta primera etapa. Pese a
alinear a todo el gobierno, el recurso humano es lo que no le funcionó. A la
lucha militar y policial, cuyos resultados divulgados la semana pasada fueron
positivos, la logística que debieron desarrollar la Secretaría de Energía y
Pemex ha sido un desastre. El desconocimiento de sus titulares y la ligereza
con la que inicialmente se refirieron al desabasto, permite conjeturar que
incurrieron en dos errores que llevan al fracaso de una estrategia: la ausencia
de escenarios para saber los pros y contras de cada medida, y la falta de un
plan de contingencia.
Los resultados derivados del
desabasto se expresan de manera distinta. La forma más dramática fue el viernes
pasado en Tlahuelilpan, donde cientos de pobladores de la zona buscaron
abastecerse de gasolina que se fugaba de una toma clandestina en un ducto, tras
10 días de desabasto. López Obrador responsabiliza a gobiernos corruptos del
pasado de esa tragedia, lo que si bien puede alegarse como parte del origen del
problema, no tiene nada que ver con la realidad objetiva que Pemex no abasteció
combustible en la zona. Esto, de ninguna manera, hace responsable de la
tragedia al director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, pero muestra las
deficiencias de una estrategia mal diseñada y peor instrumentada.
El desabasto se dio por el
cambio de logística de Pemex, que incluyó el cierre de ductos y la distribución
de combustible mediante auto-tanques. Las cuentas de Romero Oropeza fueron
pésimas. Este lunes, López Obrador anunció la compra de 571 pipas en Estados
Unidos, que se suman a las 3,500 que aportó la Cámara Nacional del
Autotransporte de Carga. Este error de cálculo -el déficit de 4,000 pipas no
previstas en Pemex- tuvo un costo no revelado aún con la CANACAR, y de más de
1,615 millones de pesos por el equipo que se adquirirá en Estados Unidos. Las
pérdidas no paran ahí.
Citibanamex reportó la semana
pasada que la escasez de combustible va a generar una pérdida neta de 23 mil
600 millones de pesos del Producto Interno Bruto, derivada del cambio poco
eficiente y costoso del transporte de combustible que, añadió, excedió los
beneficios. Aunque no hay nuevos datos sobre cómo va el ahorro por la cruzada
contra el huachicol, si se duplicara mecánicamente la cifra anunciada por López
Obrador a las dos semanas de haber iniciado el combate, se podría argumentar
que se ha reducido la utilidad de los criminales en cinco mil millones de
pesos; es decir, poco menos de una cuarta parte de las pérdidas causadas por la
mala estrategia.
Esta estrategia, señaló
Citibanamex, debe de ser temporal, acompañada de un éxito en el combate al
huachicol, para que compense y mejore el balance económico entre costo y
beneficio. No parece que así sea, porque no se ha planteado temporalidad ni,
como exige una guerra, se establecen los términos de la victoria. Se puede
argumentar que el presidente sí lo estableció, acabar con la corrupción. Pero
es retórico. La corrupción nunca se acaba, aquí o en el mundo, pero combatir la
impunidad la reduce. Elevar el costo para que nadie sea impune no está en el
discurso ni en la voluntad política presidencial plena, como sugiere
Tlahuelilpan, como tampoco un cambio de estrategia. O sea, si las cosas van
como hasta ahora, la medicina habrá sido la correcta, pero matará al paciente.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL / RAYMUNDO RIVA PALACIO/ESTRICTAMENTE
PERSONAL/22 DE ENERO DE 2019)
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