A las mujeres de Cloete, en el estado
norteño de Coahuila, empresas mineras adueñadas por políticos priistas, les
quisieron quitar sus casas. Pero no pudieron porque se rebelaron. En 2007, la
situación llegó ser tan confusa que por el pueblo corrió el rumor que grupos de
la organización criminal de Los Zetas se habían hecho del control de las minas.
Eso no amedrentó a Norma Saldaña
Ramírez, Martha Alicia Martínez Ortiz, ni a María del Carmen San Miguel
Montalvo quien hoy son de las luchadoras en resistencia en esa población del
norte mexicano en contra de las minas a cielo abierto. El año pasado se
enfrentaron a elementos del Ejército que intentaron disolver una protesta
pública en contra de la reapertura de un tajo que había sido clausurado por la
Profepa. Ellas, cuyo trabajo antes era el hogar.
SEGUNDA DE UNA SERIE
Ciudad de México, 29 de junio
(SinEmbargo).– A Norma le dijeron que la tierra de su casa no era fértil. Lo
dudó. Cuando esperaba a su quinto hijo, le ofrecieron una cuna y comprar su
vivienda. No aceptó. Le secuestraron y torturaron a su esposo. Resistió. Le
arguyeron que ya no había zetas; pero que los empresarios mineros podían
excavar en total libertad. Se rebeló.
Norma Saldaña Ramírez es una
de las mujeres que defienden su patrimonio ante la voracidad de las minas en
Cloete.
Son apenas las 11 de la
mañana y el termómetro ya marca 38 grados. Los rayos penetran el suelo árido y
de nuevo emergen de él.
– Hay que apurarnos antes de
que salga más el sol. Después de las 12, la temperatura sube a 42 grados
centígrados, a veces, hasta los 50”, advierten Martha, Norma y María del
Carmen, mientras caminan por el terreno agreste y muestran la destrucción que
dejaron las minas a cielo abierto, cuevas y pocitos que irrumpen en Cloete
Norte.
Martha, María del Carmen y Norma, las
mujeres que hace tres años organizaron al pueblo de Cloete para echar a los
caciques mineros, hacen un recorrido con SinEmbargo para mostrar la destrucción
que esas empresas dejaron en su comunidad. Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo
Cloete es un pequeño poblado,
de no más de cuatro mil habitantes, ubicado en Sabinas, dentro de la llamada
Región Carbonífera de Coahuila, donde yace la mayor concentración de reservas
de este mineral en México.
Una llanura invadida por
profundos socavones negros que devoraron árboles, calles, matorrales y cuanto
encontraron a su paso. El paisaje evoca a una imagen de guerra tras un
bombardeo.
Los boquetes dividen
colonias, como la Cocedores, Barrio dos y Lomas Altas. En esos fraccionamientos
viven Norma Saldaña Ramírez, Martha Alicia Martínez Ortiz y María del Carmen
San Miguel Montalvo.
Este trío, desde hace tres
años y junto otras vecinas, han desafiado a los caciques mineros de la región.
“Nosotros nos opusimos a que
trabajaran. Tenemos una lucha durante dos años con ellos para que no abrieran
sus tajos y minas ilegales. Fueron constantes pleitos para que se retiraran de
nuestra comunidad. Ellos no querían”, dice María del Carmen.
Al fondo del tajo, ubicado a
menos de 80 metros de la colonia Lomas Altas y menos de 30 metros de la casa de
Norma Saldaña, circulan camiones de volteo que descargan tierra y material.
Martha explica que las
máquinas “rellenan” la oquedad abierta años atrás, sin los estudios y estándares
que ordena la ley. Esto –dice- materializa el éxito de la lucha.
Los tajos abiertos por las mineras
dividen las colonias Cocedores, Barrio dos y Lomas Altas. En esos
fraccionamientos viven Norma Saldaña Ramírez, Martha Alicia Martínez Ortiz y
María del Carmen San Miguel Montalvo, quienes de ser amas de casa pasaron al
activismo. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo
I
LA INVASIÓN Y EL TERROR
Hace más de 30 años entraron
a Cloete y La Agujita las empresas extractivas de carbón.
María del Carmen reseña que
primero aparecieron en la zona sur del pueblo. En aquel entonces ella veía
lejano el problema, hasta que las excavaciones amenazaron su casa.
Las minas se expandieron como
plaga por todo Cloete durante el periodo de Humberto Moreira, quien gobernó el estado
de 2005 a 2011.
Norma Saldaña siempre ha
vivido ahí, al menos desde que tiene memoria. En 2003, relata, llegó Álvaro
Jaime, actual regidor del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en
Sabinas, Coahuila. El político-minero se presentó como concesionario y dueño de
los terrenos de Cloete, dice Norma.
Anunció al avecindado que
abriría tajos y ofreció comprar las propiedades en 30 mil pesos cada una y
reubicar a quienes aceptaran.
En ese entonces Norma estaba
embarazada, esperaba a su quinto hijo. El minero le ofreció regalarle una cuna
y pañales si convencía a su esposo de vender. Para tratar de subyugarla, le
argumentó que el terreno donde vivía no era tierra fértil, y su inmueble
carecía de más valor por estar cimentado en una zona rústica. Norma y Martín,
su esposo, rechazaron la oferta.
Norma Saldaña Ramírez narra
cómo los mineros intentaron, con amenazas, quitarles sus hogares, y cómo se
encendió en ella la llama de la indignación y la búsqueda de justicia. Foto:
Cri Rodríguez
Otros ejidatarios tampoco
aceptaron.
“Nos juntamos más de 60
vecinos que no estábamos de acuerdo en sus propuestas de reubicación, mientras
que otros pobladores sí se cambiaron porque no querían
emprender una batalla”,
rememora.
La gente que se pronunciaba
en contra de los tajos y pozos era amenazada y amedrentada.
“En el 2007, como no
estuvimos de acuerdo, empezaron a golpear y secuestrar gente para que se fuera
de la zona. Decían que las minas eran de los zetas; pero no sabemos si de
verdad eran zetas o los concesionarios”, platica Norma.
La población no podía
oponerse al avance de las minas porque estaba aterrorizada, pues se decía que
en la Agujita, Cloete, Las Esperanzas y Nueva Rosita eran del sanguinario grupo
delictivo.
El temor paralizó a varios
habitantes que -como Norma-, en ocasiones, llegaron a quedarse sin salir de sus
casas por días y noches. Ni siquiera por comida o para enviar a sus hijos a la
escuela.
Algunos de los pobladores no
soportaron y prefirieron dejar la villa.
La minas a las que se
referían como propiedad Zeta, eran dos pozos operados, en esos años por el
concesionario Servando Guerra, quien hasta la fecha trabaja concesiones del
regidor priísta Álvaro Jaime Arellano, detalla la Familia Pasta de Conchos en
un informe elaborado en 2018 con apoyo de la organización internacional
Heinrich-Böll-Stiftung.
El costo por resistirse a la
mina fue alto para Norma y Martín. En ese 2007, el joven carbonero fue privado
de la libertad tres días y torturado.
Martín y un primo de él
-narra- fueron detenidos por la policía municipal de Sabinas. Norma acudió a la
comandancia para pedir información sobre el arresto de su esposo. Oteó el libro
de detenciones de la policía local,
halló el nombre de su pareja y preguntó por él; pero no le permitieron
verlo. Horas después regresó y le anunciaron que ya había sido liberado.
Norma volvió a su casa pero
su esposo no estaba allí. Por tres días no supo nada de él. Martín, alto y de
complexión muy delgada, regresó golpeado: había sido entregado a un grupo
armado que lo torturó.
“Tenía la espalda toda
molida, yo pensé que ya no se iba a levantar porque llegó a rastras. Era un
viernes por la noche”, recuerda Norma.
Los agresores ordenaron a
Martín, mientras lo vapuleaban, que tenía que dejar su finca. La golpiza dejó
incapacitado por más de un año al carbonero, quien es el sustento de su
familia.
Martín no podía mantenerse en
pie y, mientras vomitaba sangre, se tragada el dolor, pues no quiso acudir al
hospital o algún doctor por el temor. Esa había sido otra de las advertencias de
los atacantes.
Los parientes del matrimonio
y el jefe del minero los apoyaban: la familia con comida y el patrón con un
poco de dinero.
En el pueblo se esparció el
rumor de que a Martín lo “tablearon” los Zetas por oponerse a las minas. Así se
sometió a los pobladores.
Los colonos que quedaban para
combatir las minas fueron divididos.
“En 2008, dijeron que cinco
personas habíamos vendido la vivienda. En esa versión falsa, nosotros éramos de
los que (supuestamente) habíamos vendido. Que mi esposo había agarrado medio
millón de pesos y no fue así. Los habitantes se fragmentaron. Cada quien andaba
por su lado”, abunda Norma.
II
LOS SEÑORES DEL CARBÓN
El carbón que se extrae de
Coahuila era adquirido por Promotora para el Desarrollo Minero (Prodemi), un organismo
descentralizado del Gobierno de Coahuila -creado en 2003- y que funge como
intermediario ante la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que usa el
mineral para el abastecimiento de las Centrales Termoeléctricas José López
Portillo y Carbón.
Álvaro Jaime Arellano, primer
regidor del PRI del municipio de Sabinas, es el propietario de las concesiones
de Cloete Norte [título 217332] y Cloete Centro [título 216996]. Unas zonas de
estas concesiones están en la superficie que es propiedad de Miguel Valdés, y
de Fernando Mendoza Bernal, documenta el informe Carbón Rojo 2018.
Servando Guerra Rodríguez y
Reynol Bermea Castilla son los que administraban las concesiones de Álvaro
Jaime, sin Manifiesto de Impacto Ambiental.
Las minas de las concesiones
Cloete Norte y Cloete Centro son las que, durante el Moreinato, le adjudicaban
a los zetas mediante rumores, detalla el reporte de OFPC.
Reynol Bermea Castilla era
hermano Joel Bermea Castilla, dueño Minera Las Cuatas. Ganó contratos con
Prodemi a partir del año 2009.
Reynol, que no tenía una
compañía, rentaba el terreno colindante entre la concesión Cloete Norte.
Servando Guerra obtuvo tres
contratos durante los gobiernos de los priistas Humberto y su hermano Rubén
Moreira Valdez, quien gobernó Coahuila del 1 de diciembre de 2011 al 30 de
noviembre de 2017. La Organización Familia Pasta de Conchos (OFPC) estima que
el trío de convenios representan al menos 146 millones 250 mil pesos, tomando
el precio mínimo pagado que paga Prodemi.
Álvaro Jaime Arellano y
Antonio Nerio Maltos, actual diputado local por Partido Revolucionario
Institucional (PRI), son dueños de la empresa Integración Minera.
III
CÓMO INICIA UNA BATALLA
Álvaro Jaime Arellano,
Servando Guerra Rodríguez y Reynol Bermea Castilla se apropiaron poco a poco de
los terrenos en Cloete.
Los tajos se extendieron
hasta llegar al patio de la casa de Norma Saldaña. Un socavón estaba a 30
metros al norte de su vivienda y otro al lado. “Ya estaban escarbando casi en
mi patio hacia abajo de mi casa”.
El miedo seguía dentro de
Norma y su esposo; pero aun así recurrieron a los vecinos y familiares, en
busca de respaldo para detener la expansión de minas que afectaban su inmueble,
el cual ya tenía severas cuarteaduras, hondas grietas y parte del suelo se
sumía.
“Fuimos con la gente a que
nos ayudaran porque los tajos nos iban a tumbar las casas. Y no es justo. Ese
es nuestro patrimonio, de nuestros hijos. Nos están quitando todo lo que hay
aquí, en Cloete”.
Los residentes de Barrio Tres
y Cocedores hicieron un plantón en 2014. Detuvieron parte de la maquinaria que
carcomía el territorio y quería avanzar hacia la vivienda de Norma, cuenta la
ama de casa.
La calle Australia en Cloete
sólo se encuentra en los mapas de Google porque en la realidad no existe. Los
tajos destruyeron caminos e incomunicaron a colonias de la zona.
El 31 de octubre de 2014,
Reynol Bermea Castilla fue ejecutado en Coahuila. No pasó mucho tiempo cuando
Servando Guerra y Álvaro Jaime Arellano, junto a autoridades municipales de Sabinas, fueron
con los residentes de Cloete y anunciaron que “ya no había Zetas”, narra Norma.
Las familias se armaron de
valor, pues temían que sus hogares, de un momento a otro, fueran absorbidos por
la tierra. Desde entonces se enfrentaron a los mineros que – avalados por las
autoridades locales – extraían carbón bajo la ilegalidad.
Los daños a las casas de Cloete causadas
por las minas a cielo abierto en Cloete, una comunidad ubicada en Sabinas,
municipio que integra la llamada Región Carbonífera de Coahuila. Fotos: Crí
Rodríguez, SinEmbargo
Cristina Auerbach Benavides
conoció a Norma y a los pobladores de Cloete en el 2015, mientras las
residentes trataban de detener las retroexcavadoras.
La defensora de los mineros
explicó a los pobladores que las minas actuaban mal; que violaban sus derechos
y que ellos -los afectados- podían denunciar.
Las minas no solo hacen tajos
también perforan por debajo de las casas.
Dentro de los socavones hacen
cuevas o, desde un pozo de tiro, meten a los mineros y cavan “túneles” para
extraer carbón, según explica Martha Alicia Martínez.
El 9 de febrero de 2015,
Norma acudió a las oficinas del Ministerio Público local para denunciar a las
minas por los tajos.
La joven recuerda que Juan
Jaime Zamora, en ese entonces encargado de la agencia receptora de denuncias de
Coahuila, se negó a levantar la querella pues ni siquiera le preguntó el
nombre. Sólo le cuestionó qué quería exponer.
Saldaña Ramírez narró su
situación; pero el funcionario le respondió que no podía hacer nada porque ese
terreno ya estaba vendido. El servidor público le comentó que mejor llegara a
un acuerdo con los empresarios, asevera la entrevistada.
“El Ministerio Público me
dijo que yo me fuera de aquí; que vendiera y me retirara. Sentí horrible porque
yo fui a pedir ayuda y me dijeron lo contrario”,
abunda.
Norma no se rindió. En
compañía de varias mujeres, se apersonaron con el entonces alcalde de Sabinas,
Ignacio Lenin Flores Lucio para exhibir el problema.
Álvaro Jaime Arellano,
Servando Guerra Rodríguez también arribaron con el munícipe, al igual que José
Pichardo González de Protección Civil local mismo que defendió a los
empresarios.
“Pichardo decía que dejáramos
trabajar a la mina, que ellos estaban en su derecho porque el concesionario
había comprado la casa de enfrente y podía hacer lo quisiera”, agrega.
Las pobladoras refutaron.
Norma afirma que el mismo
alcalde de Sabinas le sugirió a Servando y a Álvaro que podían demandar a los
ciudadanos nos demandaran por despojo. Y así sucedió..
En el 2016, las mujeres de
Cloete fueron acusadas de “distraer” las máquinas y no dejarlas trabajar. La
demanda reclamaba la pérdida al menos 80 millones de pesos por parar labores.
“Nos inculpaban de cosas que no eran ciertas”, acota Norma.
Vista de la devastación de las minas de
carbón. Las luchadoras han logrado que empresas y gobierno comiencen a rellenar
algunos de los tajos abiertos y que ponen en riesgo a la población. Foto: Cri
Rodríguez, SinEmbargo
IV
LAS MUJERES DE CLOETE
La distancia cada vez más
corta entre el bordillo de la mina y su casa alertó a Martha Alicia Martínez
Ortiz que algo estaba mal. El tajo estaba a 50 metros de su hogar. Fue en 2015.
– ¿Por qué están trabajando
tan cerca de nuestros hogares?– cuestionó Martha a uno de los trabajadores.
El supervisor de la obra se
limitó a decir que ellos tenían permiso de Antonio Nerio y que ya nada podía
hacerse.
“Nos trataron muy mal. A mí
eso me dio tanto coraje que mi reacción fue de levantarnos y pelear, porque no
es justo que vengan a tumbar nuestras casas”, asevera Martha con determinación.
Martha Alicia Martínez Ortiz cuenta cómo
las mineras trabajan a sólo unos metros de sus hogares. Eso fue, dijo, un
impulso para organizarnos y luchar por su comunidad. Foto: Cri Rodríguez,
SinEmbargo
María del Carmen Sanmiguel,
también de Lomas Altas, está en la misma situación. Las vecinas decidieron
ponerse a indagar y pronto encontraron que el diputado priísta Antonio Nerio
Maltos, ex alcalde de Nueva Rosita y empresario minero, era el hombre detrás de
la mina que se consumía la zona y que Miguel Valdez -dueño del terreno- le
otorgó un supuesto permiso para trabajar”.
“Los alcaldes, los regidores
y gobernadores son los que dueños de todo esto; pero se echan la bolita unos a
otros”, dice María del Carmen.
Las mujeres empezaron a
reunirse para detener la invasión minera en sus hogares.
Cristina Auerbar Benavides,
que desde el 2006 da acompañamiento a las familias de Pasta de Conchos, asesoró
a las ciudadanas: les enseñó mapas, las instruyó sobre el tema y las puso a
estudiar el Manifiesto Ambiental que deben cumplir todas las compañías.
“Nos enseñó cómo nos debíamos
de defender, que hay un manifiesto ambiental de que tiene que respetarse”,
detalla María del Carmen.
El conocimiento de los
reglamentos, en especial el que establece
350 metros de distancia entre los borde de las minas y las zonas
habitacionales, dio las armas a las ciudadanas para luchar por sus patrimonios.
Desde entonces, salieron a
poner un alto a los tajos de Cloete, enfrentándose a mineros e incluso fuerzas
policiales.
Alcaldes, regidores y gobernadores son
los que dueños de todo esto; pero se echan la bolita unos a otros, dice María
del Carmen San Miguel Montalvo, otra de las mujeres líderes de Cloete. Foto:
Cri Rodríguez, SinEmbargo
Martha recalca: “Mientras
ellos estén a 350 metros nosotros no los debemos molestar, pero si ellos están
a menos de eso, nosotros teníamos que luchar”.
Su batalla empezó a rendir
frutos en 2016. La Procuraduría Federal del Medio Ambiente (Profepa) clausuró
el tajo de Cloete Norte de Álvaro Jaime y Antonio Nerio por operar a menos de
cien metros de la zona habitacional.
Pero los empresarios mineros
no se habrían de quedar de brazos cruzados.
Las Mujeres de Cloete,
integrantes de Organización Pasta de Conchos, cobraron reconocimiento en la
región carbonera después de sostener una protesta en la que “enfrentaron” a
elementos del Ejército a inicios del 2017.
***
Un fuerte estruendo, seguido
de sonidos de la maquinaria pesada en circulación avisaron a las mujeres de
Cloete que pretendían reiniciar operaciones en el tajo clausurado.
Al menos 15 señoras se
congregaron en el socavón y se apostaron frente a la maquinaria que conducía un
joven obrero. Al muchacho le explicaron que no podía seguir y que ellas no
permitirían efectuar ninguna labor extractiva. Después, se plantaron hasta
estar seguras de que no habría algún otro conato de apertura.
María del Carmen cuenta que
“los empresarios enviaron a elementos del Ejército para tratar de ahuyentar a
las mujeres”.
La presencia de los militares
-según expuso uno de ellos – se debía a que reportaron que en esa manifestación
tenían a un hombre “secuestrado”.
En ese momento, el empleado de la mina se tomaba un
refresco junto con las manifestantes, -detalla María-. El obrero aclaró que no
se trataba de ningún plagio.
Pero no quedó ahí. Uno de los
elementos del Ejército amenazó con llevarse detenidas a las mujeres si no
retiraban la protesta.
Las luchadoras no llevaban
pistolas, ni rifles. La única arma que tenían para confrontar a los soldados
era argumentos jurídicos. Y así lo hicieron.
Las mujeres de Cloete no lucharon contra
los elementos del Ejército con armas ni por la fuerza, sino con argumentos
jurídicos. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo
Los caciques mineros
arguyeron que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) ya
les había retirado la clausura. Las mujeres, a sabiendas del comportamiento de
los dueños de las minas, dudaron y solicitaron ayuda para Cristina para corroborar
la información. En efecto, la dependencia había ordenado el levantamiento de la
clausura, pero no para reiniciar operaciones sino para tapar el enorme hoyo que
dejaron en la zona.
Integración Minera y Grupo
México pretendían extraer carbón con el título ya cancelado de la concesión;
pero las mujeres de Cloete lograron impedirlo.
La compañía y Álvaro Jaime
Arellano planeaban obtener 200 millones de pesos (de ese año). Un 10 por ciento
sería para Álvaro Jaime, por ser el dueño de la concesión, mientras tanto, a
Miguel Valdés se le pagarían 600 mil pesos, asienta la organización “Familia
Pasta de Conchos” en su informe “Carbón Rojo 2018”.
Cuando las mujeres de Cloete,
como parte de la organización “Pasta de Conchos” se levantaron para defender
sus derechos y su patrimonio empezaron a ser señaladas. Marta tiene fresco el
recuerdo.
“Fuimos llamadas revoltosas y
problemáticas. Pero no lo hacemos por capricho. Existen leyes y la ley dice que
no puedes trabajar a menos de 350 metros. Fuimos tachadas de muchas maneras […]
pero vamos a seguir, porque hemos visto muchos cambios y uno de ellos aquí
está: —señala al socavón– cerrar un tajo que está tan cerca de nuestras casas”.
Martha y Norma continúan
caminado por el sinuoso sendero. Muestran una estructura de madera y fierro
viejo sobre un agujero angosto y largo del que salen moscos y emanan olores
nauseabundos que penetran las fosas nasales hasta hacerlas arder.
“Este iba a ser uno de los pocitos que también
paramos y cerramos”, dicen con orgullo las mujeres.
Al menos cinco tajos han sido
cerrados en la lucha de estas mujeres.
Las vecinas de Cloete y sus
familias se mantienen en alerta. Un estallido o cualquier ruido extraño y se
llaman entre sí. Ante cualquier indicio de que los “coyotes del carbón”
intenten reactivar un tajo, cueva o pozo clausurado, se juntan para ir a evitar
que continúen.
Martha advierte: “Nosotros
vamos seguir luchando porque ya nos gustó el cambio, el vivir en la
tranquilidad en tener el pueblo y ver el cambio que hemos logrado”.
V
EN TIERRA MACHISTA
La pujanza de las mujeres de
Cloete y su movimiento sobresale porque nace y crece en las hoscas tierras del
carbón que aún conservan un enraizado “machismo”.
Esto es parte de un cambio en
la sociedad de la región carbonífera y las familias de los mineros a raíz de
Pasta de Conchos, la tragedia que giró los reflectores a toda esa zona.
Cristina Auerbach explica que
en la minería del carbón se agravan los atributos que, por cultura, se dice
pertenecen a los hombres: como la fuerza y la valentía.
No obstante, la activista
considera que, en doce años, las mujeres se han apropiado del tema de las
mineras del carbón. Ejemplifica que ahora un gran número de las mujeres de la
región saben de minas. “Eso no existía antes, ni siquiera conocían el lenguaje.
Muchas de ellas no sabían ni de terrenos, ni de seguridad de las minas; muchas
siquiera sabían dónde estaba Pasta de Conchos, no tenían idea. Ahora las
mujeres hablan de minería”.
Martha Alicia Martínez
coincide en que hay una notable transformación: “Aquí es tierra de hombres
machistas; pero ahora hay muchos hombres que dejan que la mujer vaya adelante,
porque antes la mujer era atrás, y no podía decir nada”.
“Cuando empezamos nuestra
lucha en el tajo, cuando la gente supo de esa vez que luchamos contra el
Ejército, decían: ‘¿¡Cómo pude ser posible que ustedes hayan luchado y hayan
estado frente el Ejército!?’. Es bonito saber que muchas mujeres se sienten identificadas
con nosotros y que nosotros ahora somos ejemplo” comparte.
Martha era un ama de casa que
dedicada sus días a los quehaceres del hogar, preparar la comida para su
esposo, llevar los niños a la escuela, quedarse en su vivienda y esperar a que
su marido retornara del trabajo. Si salía, era al supermercado o con sus padres
y nada más. Ese era un día normal para ella.
Al día de hoy, la mujer
divide sus tareas hogareñas con las movilizaciones, las reuniones con su
compañeras, diligencias, la vigilancia de los tajos y apoyo para otras causas.
“Ahora me siento orgullosa de
saber que logramos mucho [en su pugna contra las minas ilegales]. Me da orgullo
saber y decir que somos mujeres. Que somos nosotras las que -con el apoyo
nuestras familias que están detrás- vamos al frente” expresa con efusividad.
María del Carmen San Miguel
Montalvo confirma que la batalla emprendida ha sido inspirada y por las
familias de Pasta de Conchos.
Cristina Auerbach sostiene:
“Creo que Pasta de Conchos es una lucha que ganamos las mujeres en una cultura
donde está exacerbado el machismo”.
Las luchadoras muestran el escenario de
tajos y pozos abiertos por las mineras, y cuentan cómo vigilan a mineras
clandestinas para evitar que construyan pozos. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo
***
Norma llega a su casa apurada
para organizar la maleta. La joven madre, que años atrás se encerró por temor,
hoy se prepara para viajar a otro estado a un encuentro de activistas que
confrontan los mega-proyectos de energía que violentan la tierra, su
sustentabilidad y los derechos de sus hijos.
Su esposo Martín, un
carbonero y aliado de las mujeres de Cloete, ayuda a Norma con los detalles
finales de su viaje y se dispone -junto con su hijo varón mayor- a preparar la
comida para los invitados: sale de su casa y se dirige a un pequeño
invernadero, al lado de la vivienda. Toma unas cebollas.
Allí, en esa tierra que los
caciques del carbón les afirmaron era infértil, el matrimonio ya tiene una
modesta cosecha de cebolla, chile, cilantro, y sandía.
La familias de Norma, María,
Martha y miles de personas de la región carbonífera se enfrentan todos los días
a las violaciones a los derechos humanos, promovidas, protegidas y alentadas
por el mismo Estado, y nadie dice nada, destaca Cristina Auerbach.
La activista concluye que hay
un mito en torno a los proyectos extractivos porque debieran generar desarrollo
y bienestar, pero más bien, afectan a las comunidades sin asumir ninguna
responsabilidad.
“La carbonífera muestra el
resultado de una Reforma Energética que deja en manos de las empresas un modelo
extractivo que no señala responsables, culpables y que, además, no brinda
ningún desarrollo a la región”, afirma.
La defensora concluye: “Lo
que muestra esta región es que es de una
fortaleza brutal. Uno entiende por qué han sido capaces [empresas y Estado] de
tratarlos de esa forma, cuando uno ve lo que son capaces de resistir”.
(SIN EMBARGO/ SUGEYRY GÁNDARA/ 29 DE JUNIO 2018)
No hay comentarios:
Publicar un comentario