Era
marzo de 2006 y la campaña de Felipe Calderón iba en ascenso. Andrés Manuel
López Obrador, que se había mantenido en la punta durante meses, había mostrado
flaquezas que al final lo llevaron a la derrota; era alcanzable y los
empresarios, los verdaderos dueños del país, hicieron su parte. Uno de ellos,
Enrique Coppel Luken, escribió una carta para sus 25 mil empleados y les dijo
que como Roberto Madrazo, del PRI, ya no ganaría la elección presidencial, no
desperdiciaran su voto, que se lo dieran a Calderón “un hombre honesto” y que
convencieran a tres clientes, a tres familiares ya tres amigos y que entonces
ya serían 250 mil votos, lo cual podía hacer la diferencia.
Coppel
fue premonitorio. La diferencia oficial con que Calderón llegó a la presidencia
fue de 243 mil 934 votos, que representó .58 décimas porcentuales. Y su apuesta
empresarial estaba firme, pues cinco meses después de la elección obtuvo la
autorización para echar a andar Bancoppel SA de CV.
Pero
2006 quedó atrás y los Coppel lo saben. En abril pasado, durante una exposición
ante empresarios de Culiacán, Enrique Coppel hizo un llamado a no votar por
AMLO porque, dijo, no está preparado para gobernar, nunca ha salido del país,
no estudió y “no habla inglés”. Incluso hizo un llamado a los candidatos del
PRI y el PAN a unirse para evitar el triunfo de López Obrador. Cuando lo dijo,
estaba por ocurrir el primer debate entre
los candidatos a la presidencia de la república y se pensaba que todavía
podía pasar algo que descarrilara la carrera del tabasqueño. Pero pasó el
debate y no solo no lo bajaron de las preferencias, sino que siguió creciendo.
Para
el 16 de mayo, la empresa Coppel hizo circular un comunicado donde llama a sus
empleados a votar con libertad y aclara que los colaboradores (dueños) de ese
grupo han expresado sus preferencias pero que ha sido de manera individual. El
contexto era distinto y ya nada parecía detener la carrera del candidato de
Morena, que en todas las encuestas rompía el techo histórico de esta clase de
mediciones.
Viene
a cuento esta historia porque los que no parecen entender los escenarios que se
vienen son los grandes magnates y ese 10 por ciento de la población que detenta
el 80 por ciento de la riqueza de este país. O les gana su ideología o les gana
el pánico. En los últimos días se han desgranado llamados de los Bailleres,
Larrea, y directivos de empresas como Coca-Cola FEMSA, Grupo Vasconia y Grupo
Herdez, a no votar por AMLO; por distintos medios han estado enviando mensajes
en los que advierten sobre los riesgos del “populismo”. Esto coincide con el
trascendido de que los empresarios se habrían reunido con el presidente,
Enrique Peña Nieto, para que auspiciara la declinación de José Antonio Meade
con el fin de concentrar los votos en Ricardo Anaya y así derrotar a López
Obrador. Al recibir una negativa, los empresarios habrían decidido enderezar
una campaña similar a la de 2006, con la diferencia de que ahora la elección no
está cerrada y las posibilidades de una victoria del PRI o del PAN son muy
remotas, técnicamente imposibles.
Al
final están siendo los propios empresarios los encargados de darle la razón a
Andrés Manuel en su discurso machacón sobre “la mafia del poder” y de esa
“minoría rapaz”. Las riquezas de Alberto Bailleres y Germán Larrea, los dos
empresarios mineros, junto con las de Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego,
representan alrededor del 9 por ciento del Producto Interno Bruto de este
país, mientras, el 50 por ciento de la
población se debate en la pobreza.
Y
aún más, estos y otros empresarios han construido sus fortunas a partir de
negocios concesionados o rematados a precios de burla por el Estado: Telmex,
compañías mineras –entre ellas la histórica mina de Cananea, Sonora–, radio y
televisión… en una ecuación en la que entre más ricos son esa minoría, más
pobre están la población y el propio Estado, algo que ya tiene lustros pero que
se ha acentuado a partir de que llega a la presidencia Peña Nieto. Empezaron
por concesionar la recolección de basura y los parquímetros y ahora lo hacen
también con inversiones multimillonarias como la construcción del nuevo
aeropuerto de Ciudad de México, a través de contratos turbios.
BOLA Y CADENA
POR ESO TIENE RAZÓN ALFONSO ROMO, anunciado como jefe de
gabinete de AMLO, en una entrevista que le da a René Delgado para el diario
Reforma, cuando les dice a estos empresarios que hay una cosa que no tiene
remedio: Morena ganará la presidencia y lo mejor para ellos y para todos es que
se sumen, diciendo qué les gusta y qué no del proyecto de López Obrador, pero
que se sumen, que cierren filas por el bien del país y de ellos mismos. Sería
lo más inteligente. Ahí está Enrique Coppel, quien ya reculó. Y no fue tonto.
SENTIDO CONTRARIO
LLAMAN LA ATENCIÓN LAS DECLARACIONES de Jorge Castañeda —un muy bien pagado asesor de
Ricardo Anaya— a Carmen Aristegui la mañana del jueves, sobre las encuestas
publicadas por Reforma, donde el Peje tiene una ventaja de 26 puntos sobre el
panista. Dice que hay otras encuestas “también serias” donde la ventaja puede
ser hasta de 7 puntos y que entonces esta diferencia sí es remontable. Nada que
ver con lo que dice en privado y es que el “Güero” Castañeda sostiene que el
candidato Morena, pase lo que pase, ya ganó esta elección.
HUMO NEGRO
Y PARA REMATAR, EN ESPAÑA el presidente Mariano Rajoy fue destituido el viernes
luego de ser involucrado en actos de corrupción del partido que lo llevó a
poder, mientras que en México, la doctora Muna Dora Buchahin Abulhosn,
directora de auditoría forense de la Auditoría Superior de la Federación, fue
destituida del cargo: su delito, haber descubierto el esquema de desvíos por
más de 7 mil millones de pesos expuestos por Animal Político en su reportaje La
estafa Maestra.
Columna
publicada el 3 de junio de 2018 en la edición 801 del semanario Ríodoce.
(RIODOCE/ ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 5 JUNIO,
2018)
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