El
operativo contra narcomenudistas en Tláhuac está tomando un giro político que
afectará a la izquierda social que encabeza el jefe de Morena, Andrés Manuel
López Obrador. Inesperado para muchos, pero anticipado por las autoridades, las
líneas de investigación abiertas desde principio de año contra el grupo
criminal de Felipe de Jesús Pérez Luna, apodado “El Ojos” y abatido por
comandos de la Marina el jueves pasado, conducen al delegado morenista
Rigoberto Salgado y a su familia, sobre quienes la Marina, la Unidad de
Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y la Secretaría de
Seguridad Pública de la Ciudad de México, están determinando si no tienen nada
que ver con ese grupo, o si fueron parte del entramado de protección
institucional de los delincuentes.
Salgado,
quien de acuerdo con funcionarios del Gobierno de la Ciudad de México se ha
mostrado muy nervioso desde la operación contra los narcomenudistas, fue
llamado este lunes por la secretaria General de Gobierno capitalino, Patricia
Mercado, para dar su versión sobre lo que está sucediendo en Tláhuac. No se
sabe el resultado de esa conversación, enmarcada en el ámbito político, no dentro
de las averiguaciones criminales. El delegado, quien el viernes defendió a los moto
taxistas de Tláhuac, decenas de ellos al servicio de Pérez Luna, tiene sin
embargo, razones más profundas por las que debe estar preocupado, como la
bonanza de él y de su familia desde que asumió la jefatura delegacional, y el
uso de recursos de origen sospechoso para su campaña electoral.
Dos
de las razones más notorias, porque pudieron ser seguidas por todos los
habitantes de la delegación, es la forma como en sólo dos años las casas donde
viven Sandoval y su madre, tuvieron remodelaciones notables. La casa de su
madre, una propiedad menor de 200 metros cuadrados y dos pisos, como es el
estándar en la delegación para quienes se encuentran dentro de los rangos de
clase media, se amplió con un lote que se convirtió en jardín, y con un tercer
piso que parece un solario. La casa del delegado sufrió alteraciones más
importantes. De una pequeña propiedad de un piso, se convirtió en una de tres
pisos con una escalera de caracol y vigilada por una decena de cámaras en el
exterior. Los ingresos del delegado no justifican ese tipo de obra, y tendrá
que explicar de dónde salió el dinero para tan importantes modificaciones.
Pero
quizás lo más importante, de acuerdo con funcionarios, es un restaurante que
hasta antes de ser delegado ocupaba un pequeño local en Tláhuac, sin muchas
posibilidades de sobrevivir. Ahí llegó a trabajar un sobrino que, según las
pesquisas preliminares, tiene parentesco con Pérez Luna. Ser familiar de un delincuente
no hace a nadie delincuente también. Pero en el caso del restaurante, el
establecimiento creció físicamente a tener en la actualidad un tamaño casi el
equivalente a cinco casas y que, además, abrió dos sucursales en Querétaro. Los
vecinos de Tláhuac denunciaron en su momento en la prensa que el restaurante
había recibido recursos de la Delegación para expandirse, pero Sandoval lo
negó.
El
crecimiento del restaurante llamó la atención a la Unidad de Inteligencia
Financiera de la Secretaría de Hacienda, que está revisando los movimientos de
dinero de ese negocio, mientras que las unidades de Inteligencia de la Marina y
la policía capitalina están rastreando quiénes y de dónde abastecían el
producto, a fin de establecer o descartar si a partir de los suministros, se
pudieron haber enviado cargamentos de droga para la banda de Pérez Luna. Hasta
el momento todas son hipótesis de trabajo, iniciadas por el crecimiento
extraordinario de un pequeño negocio que sólo creció en los dos últimos años, a
la llegada del sobrino de Sandoval. Las sospechas de las autoridades tienen
raíces en los vínculos del grupo de narcomenudistas que los ligan al Cártel de
los hermanos Beltrán Leyva, que operan principalmente en la costa del Pacífico,
y a Dámaso López, el “Mini Lic”, que encabeza una facción del Cártel del
Pacífico, asentado en Sinaloa.
Sandoval
tiene mucho que explicar a las autoridades, no sólo las políticas, sino las
judiciales y financieras, sobre el origen de los recursos para hacer tantas
obras privadas, y aclarar de una forma menos retórica, sobre su señalada
participación en el restaurante donde trabaja su sobrino. No tiene muchos
espacios de acción. Hay información en poder de las autoridades que apuntan a
que la policía en Tláhuac brindaba protección a Pérez Luna, quien a su vez
inyectaba recursos al Gobierno delegacional para ampliar la impunidad.
La
banda de “El Ojos” está relacionada con cuando menos 29 asesinatos en los tres
últimos años, incluidos a policías capitalinos, en varias delegaciones, además
de comercializar mariguana, cocaína en piedra y solventes en ocho delegaciones.
Urge al delegado que se deslinde de los presuntos vínculos con la banda de
narcomenudeo sobre la cual siguen las operaciones para destruirla en su
totalidad. Pero no sólo debe preocuparse él. López Obrador, candidato seguro en
la contienda presidencial, debe observar con detenimiento lo que sucedió en
Tláhuac y actuar.
La
línea de investigación sobre recursos financieros de origen oscuro que
presuntamente llegaron a la campaña de Sandoval, provienen de una empresa que
también registra movimientos irregulares en otras delegaciones morenistas. No
actuar rápidamente tendría tener consecuencias para su candidatura. Pero defenderse con el ataque,
como ha sido su estilo, lo ayudará menos. En el caso de Tláhuac no hay una
embestida política en su contra; es un caso de narcopolítica en construcción,
del cual debe deslindarse inmediatamente.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter:
@rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 25/07/2017 | 04:07 AM)
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