Si el Presidente Enrique Peña
Nieto se comporta como lo que no ha sido hasta ahora, un líder de 360 grados,
menos amigo de sus amigos, profesional, sin aversión a los cambios cuando sean
necesarios y con una visión clara de cómo quiere terminar su administración,
ante cualquier resultado electoral este martes en Estados Unidos, tiene que
remover a la Secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu. No se
trata de si la canciller ha hecho bien o mal su trabajo, sino que hay razones
estratégicas con la nación de la que depende más del 70 por ciento del comercio
mexicano, por las que Ruiz Massieu no puede conducir la relación con el
Gobierno de Hillary Clinton o Donald Trump.
Ruiz Massieu representa
intrínsecamente a un Gobierno que se equivocó de cabo a rabo durante el proceso
electoral en Estados Unidos y se inmiscuyó como un elefante en una cristalería
que se comportó como chiva loca una vez adentro. Peña Nieto apostó por un
candidato, aunque sus razones políticas hayan sido ingenuas -explicar a Trump
la importancia de la relación bilateral-, y manejadas torpemente, ignoró el
sabio juego de los equilibrios. La invitación a Trump de visitarlo en Los Pinos
se comenzó a gestar en abril, y sólo se pensó en el republicano hasta que, en
el último momento, para ocultar las intenciones aviesas, se le giró también una
invitación a Clinton. ¿Por qué pensó que meterse a jugar abiertamente por una
parte ignorando a la otra, iba a pasar desapercibido y el insulto iba a ser
entendido cuando se descubriera el agravio? Son los misterios que entraña el
pensamiento de Peña Nieto, que nadie termina de comprender.
Lo que sí debe entender el
Presidente es que la relación bilateral con Estados Unidos, sin importar quién
gane esta noche, está dañada. No será el infierno, como muchos creen, en
materia de comercio y migración, por la descentralización política en Estados
Unidos y los poderosos intereses republicanos vinculados a México. Pero el
trato y el entorno cambiará radicalmente. Otros presidentes mexicanos
entendieron que una decisión equívoca tiene que ser reparada sin importar el
costo, porque el beneficio de mantener apaciguados a los grupos políticos y
económicos en ese país, con el que se convive en una asimetría notable, no
pueden ser agraviados sin consecuencias. Una instrucción que llegó tarde a la
ONU para cambiar el voto mexicano de aprobación a condenar el sionismo como una
forma de racismo a una abstención, le costó la cabeza al canciller Emilio O.
Rabasa en 1975; la recomendación al Presidente Carlos Salinas de aceptar la
invitación del Presidente George W. Bush a un partido de beisbol en Texas en plena
campaña contra Bill Clinton, le costó la Embajada en Washington a Gustavo
Petricioli.
La visita de Trump, mantenida
en secreto del Gobierno de Barack Obama y de laa campaña de Clinton hasta la
víspera de su llegada, cuando finalmente tuvieron la confirmación en Washington
de que sucedería, le costó la cabeza a su arquitecto, el Secretario de
Hacienda, Luis Videgaray, después de que el Presidente Barack Obama maltrató a
Peña Nieto en la cumbre del G-20 en China, y su consejera de seguridad
nacional, Susan Rice, le mandó decir que tenía que haber consecuencias por ese
monumental fiasco. La salida de Videgaray calmó el incendio, pero no sofocó el
fuego. Un cambio de funcionario no es suficiente. Se requiere todo un cambio de
política que pasa por una sustitución de cabezas en la cancillería mexicana.
Ruiz Massieu es tóxica para
los dos contendientes. El descuido y desaseo en la relación con Clinton la
anula con los demócratas, reflejado en el desprecio con el que trató el ex
Presidente Clinton a los emisarios de la canciller para buscar una cita de urgencia
con la candidata en Nueva York, mientras Peña Nieto hacía guardia en su hotel
con la esperanza que le abrieran la puerta para ir a verla. Este episodio es
mucho más grave, por las implicaciones globales que tiene, que aquél partido de
beisbol al que fue Salinas en Texas en 1992, que le costó a su gobierno 18
meses de trabajo para restablecer la relación con la Casa Blanca clintoniana.
Tampoco sería interlocutora
en un Gobierno republicano encabezado por Trump. Las razones se encuentran en
el propio diagnóstico que se hizo en Los Pinos cuando se discutía la invitación
al candidato, al plantearse que por las vinculaciones de su tío el ex
Presidente Salinas con la élite texana de ese partido -la familia Bush y el ex
Secretario del Tesoro y de Estado, James Baker-, ella era la mejor calificada
para buscar un acercamiento con el candidato. Videgaray la descalificó en
aquellas discusiones: la visita tenía que ser arreglada con los republicanos de
Trump, no de los texanos. La élite republicana vinculada políticamente a los
Salinas y los Ruiz Massieu, en efecto, es anti-Trump.
¿Cómo podría Ruiz Massieu
mantenerse a la cabeza de la secretaría que es la que conduce las relaciones
con Estados Unidos? Las condiciones objetivas a las que llevaron la relación
bilateral tras la visita de Trump, le quitaron herramientas de autoridad y
legitimidad ante cualquiera que llegue a la Casa Blanca. Peña Nieto tendría que
relevarla del cargo antes del 20 de enero, cuando quien gane este martes tome
protesta en las escalinatas del Capitolio en Washington como Presidente.
¿Sucederá? Sí, sólo sí, Peña Nieto decide reinventarse. O sea, está muy
difícil.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ Estrictamente Personal/
Raymundo Riva Palacio/ 08/11/2016 | 04:07 AM)
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