Se
ve de muchas formas: tanto en el crimen organizado, como en los movimientos
sociales en contra de la injusticia. Es la violencia que después de tres
décadas de neoliberalismo es identificada por los especialistas como un costo
muy alto que un día tendrá que revertirse.
El
enfrentamiento del 22 de mayo pasado entre fuerzas federales y presuntos
integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación en Tanhuato, Michoacán, dejó al
menos 43 jóvenes muertos, en circunstancias poco claras. Foto: Cuartoscuro.
Ciudad
de México, 16 de octubre (SinEmbargo).– Visto así –a través de estadísticas
internacionales y nacionales–, México se convirtió en un mapa de la muerte. Es
una muerte que actúa de muchos modos; pero casi todos son brutales.
México
se ve como una gran zona de guerra donde mujeres, niños y hombres son
vulnerables hasta romperse. Un epicentro de la violencia donde muchos de
quienes matan tienen entre 16 y 19 años, la edad donde debería haber más
ilusiones en el futuro. Un extenso lugar, lleno de relieves, donde el crimen
organizado es un camino.
En
el mismo mapa se observan las manifestaciones sociales. El reclamo por los
muertos y desaparecidos ha generado protestas de lucha como la de los padres de
los 43 normalistas desaparecidos la noche del 26 de septiembre en Iguala,
Guerrero. Pero también se protesta por la desigualdad, el hambre y la
injusticia, como lo hace el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en
Chiapas desde 1994.
El
punto es que la paz no se alcanza a ver. México está en la posición 144 de 162
países que carecen de ello en el mundo, un indicador del Instituto para la
Economía y la Paz. El año pasado, estaba en el 138. Subió porque la tasa de
impunidad en muertes dolosas empeoró en 24 de las 32 entidades del país. En
Chihuahua, Morelos y Guerrero llegó al 89 por ciento.
Con
95.6 muertes por cada 100 mil adolescentes de 15 a 19 años de edad, México se
convirtió en el país con la tasa más alta de mortalidad infantil y adolescente,
de acuerdo con el mapa de la violencia 2015 que el sociólogo y educador Julio
Jacobo Waiselfisz produce desde 1998.
¿Qué
hubo detrás de esta realidad? Analistas, ciudadanos y documentos confluyen en
que la violencia es el precio que hoy se paga después de tres décadas de
políticas enmarcadas en el sistema conocido como neoliberalismo, la corriente
económica que desde los 70 planteó en América Latina la apertura comercial de
los países con una gestión del Estado con menos facultades. Todos sus dictados
provienen del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Y en México
–dicen los especialistas– se siguieron al pie de la letra, sin la menor
búsqueda de equilibrio.
“Es
un precio muy alto”, exclama Erubiel Tirado, experto en Seguridad Nacional y
Pública en la Universidad Iberoamericana.
“No
es que el neoliberalismo haya gestado los fenómenos de violencia presentes.
Pero hay algo que sí ocasionó: la fortaleza del crimen internacional. Las
fronteras se abrieron para todo el comercio, legal e ilegal”, remarca.
Abunda:
“México no había fortificado su Estado de Derecho, a diferencia de países más
pequeños como Nicaragua. El desarrollo institucional fue desigual. De modo que
no hubo un compromiso para fortificar las estructuras de Seguridad y Defensa”.
Una
investigación basada en estadísticas oficiales del Grupo Multisistemas de
Seguridad Industrial arroja que hace 30 años, cuando el ex Presidente Miguel de
la Madrid Hurtado (1982-1988), decidió seguir los lineamientos del FMI, el país
era 240 veces menos peligroso. En otras palabras, cada año, el riesgo de
habitar México se incrementó en ocho por ciento.
Que
México estaba envuelto en la violencia, después del neoliberalismo, fue
advertido incluso por intelectuales. Por ejemplo, en 2009, el poeta Hugo
Gutiérrez Vega (fallecido este año) recibió uno de varios homenajes por sus 75
años en Querétaro. La oportunidad la aprovechó para decir: “El fenómeno social
y cultural de la violencia exacerbada que vive el país es consecuencia del
neoliberalismo, un sistema esencialmente injusto, y deshumanizador que, pese a
su poder en el mundo, está condenado a devorarse a sí mismo porque ha fracaso
de manera rotunda”. Carlos Fuentes (fallecido en 2012) llamó a ese sistema en
varios ensayos: “Ese ilustre moribundo que ocasiona tanta tragedia”.
Erubiel
Tirado, de la UIA, describe a la sociedad mexicana después del impulso
neoliberal: “Hay mayores incentivos para no cumplir con la ley y no tener un
régimen de democracia armónico. Se arrastra un rezago en las estructuras. No
deseamos estar en el lado oscuro, pero los índices de insatisfacción con la
democracia son muy altos. No hay satisfactores de desarrollo y eso nos
convirtió en una sociedad iracunda al borde de ser violentos con cualquier
cosa”.
En
estos momentos, hay 36.8 millones de personas en el desempleo, lo que equivale
al 71 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), estimada en 52.1
millones. Hacia Estados Unidos y Canadá, más de 300 mil hombres y mujeres toman
la decisión de irse. El poder adquisitivo ha perdido 76 por ciento de su poder
desde los ochenta.
La
desaceleración económica se encuentra en todas las gráficas al lado de
expresiones de violencia que fueron de menos a más. Entre la administración de
Lázaro Cárdenas del Río hasta 1983, cuando se inició la política neoliberal, el
Producto Interno Bruto (PIB) creció 6.1 por ciento anual. Después y hasta
ahora, el PIB ha crecido a una tasa del 0.6 por ciento anual, según cifras
históricas del Banco de México.
El
movimiento social paralelo a esa realidad económica que se deploró, Carlos
Antonio Aguirre Rojas, del Instituto de Investigaciones Sociales de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue el levantamiento armado del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas en 1994, en el
último año de Gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). “El movimiento
está vigente. Sus parámetros y filosofía los ejercen cientos de indígenas en
Chiapas”, hace notar el experto.
Casi
veinte años después, el Presidente Peña Nieto tomó posesión rodeado de un
augurio en materia económica y paz social proveniente de Europa, desde los
principales diarios que influyen a los inversionistas. El 24 de noviembre de
2012, el semanario británico The Economist consideró que la predicción maya
sobre el fin del mundo no era un apocalipsis; sino un amanecer. Cuando a Peña
Nieto le fue colocada la banda presidencial, el semanario reprodujo la imagen
en su portada como “The Mexican Moment”. Financial Times, por su parte, publicó
el mismo año que “el amor” de los inversionistas no serían los países BRIC
(Brasil, Rusia, India y China); sino México porque el nuevo gobierno impulsaría
un andamiaje de reformas estructurales.
Han
transcurrido tres años de Gobierno peñista, las reformas en cinco ámbitos
productivos están aprobadas; pero la economía no despunta. A la hora de
explicar los nubarrones, especialistas como Gerardo Esquivel del Colmex,
exponen que se debe a la disminución de las exportaciones y los ajustes del
gasto público con los que la Secretaría de Hacienda reaccionó a la caída del
precio del petróleo en el mundo.
Cada
vez hay más pobres en México. Los estudios por ingreso que toman como
referencia el índice laboral de Consejo Nacional de Evaluación de la Política
de Desarrollo Social (Coneval) arrojan que en los primeros tres meses del
Gobierno de Enrique Peña Nieto se añadieron 3.6 millones de personas a la
pobreza, en promedio 105 mil cada mes.
Boltvinik
llegó a esa estimación basado en el Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza
(ITLP) del mismo Coneval, basado en la evolución de los ingresos por trabajo
captados por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), comparados con
el costo de los alimentos crudos. Ese cálculo le dio como resultado 3.04 por
ciento o 3.6 millones de pobres adicionales.
En
el origen de la tragedia aparece con recurrencia el salario. El reporte de
investigación “México: Esclavitud moderna. Cae 78.71 por ciento el poder
adquisitivo”, elaborado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la
Universidad Nacional Autónoma de México, expone: “La realidad precaria de la
clase trabajadora producto de las políticas salariales de los gobiernos
neoliberales da cuenta de un adverso panorama. El último incremento al salario
mínimo fue del 4.2 por ciento; es decir, 2.81 pesos diarios, bastaron sólo tres
meses del 2015 para que quedara pulverizado dicho incremento, por lo que
después del mes de marzo todo el aumento de los precios en los alimentos y
servicios se acumulará a la pérdida del poder adquisitivo. Para ser más claros,
entre el 16 de diciembre de 1987 y el 15 de abril de 2015, el precio de la
Canasta Alimenticia Recomendable aumentó casi el cinco mil por ciento”.
Hay
otra estampa de México. En esa, se vive bien y no parece afectada por la falta
de crecimiento económico. El estudio “Concentración del poder económico y
político”, editado por Oxfam y de la autoría del economista Gerardo Esquivel
del Colmex, difunde que el Global Wealth Report 2014 señala que el 10 por
ciento más rico de México concentra el 64.4 por ciento del total de la riqueza
del país. Otro reporte de Wealth Insight expone que la riqueza de los
millonarios mexicanos excede y por mucho a las fortunas de otros en el resto
del mundo. La cantidad de millonarios en México creció en 32 por ciento entre
2007 y 2012. En el resto del mundo y en ese mismo periodo, disminuyó un 0.3 por
ciento.
Para
José Luis Reyna, profesor del Colmex, es la desigualdad social tan abismal la
que ha ocasionado que las actividades económicas ilegales en las que está
implícita la violencia se han convertido en un camino.
El
Banco Mundial en su estudio “Crimen y Violencia en Centroamérica. Un desafío
para el Desarrollo” es el narcotráfico “un promotor importante de los índices
de homicidios en Centroamérica y al mismo tiempo, el factor principal de los
niveles de violencia en la región… Es evidente que la reducción (o prevención
total) del tráfico de drogas será la clave en cualquier estrategia regional
para combatir la violencia. Dicho elemento es aún más relevante en vista de la
magnitud de los flujos de drogas en toda la región”.
En
el caso mexicano, José Luis Reyna, profesor del Colmex, sostiene que parte de
la población joven sin posibilidades de estudiar, trabajar o emigrar, quedan
expuestos a recibir la oferta del crimen organizado en cualquiera de sus
manifestaciones; pero más del narcotráfico. Erubiel Tirado añade que si bien la
desigualdad social es el caldo de cultivo o la gran oportunidad para delinquir,
este se retroalimenta siempre justo de esa desigualdad.
MÉXICO: UNA FOSA
Otra
vez, buscando justiciaFoto: Cuartoscuro
Marcha
del 26 de septiembre pasado para exigir justicia por los 43 normalistas
desaparecidos en Iguala, uno de los casos de más alto impacto en este sexenio.
Foto: Cuartoscuro
Representado
en un partido o en otro, el neoliberalismo es el personaje que ha gobernado las
últimas tres décadas en México. Ningún Gobierno logró crear el millón de
empleos que se requiere cada año respecto al crecimiento poblacional y el
salario no se recuperó jamás.
Para
Carlos Antonio Aguirre Rojas, del Instituto de Investigaciones Sociales de la
UNAM, experto en movimientos sociales, los Gobiernos mexicanos no repararon en
la experiencia en la región Sur del continente donde el neoliberalismo empezó a
aplicarse uno poco antes. A principios de los 70, en Chile, Argentina y Uruguay
implantaron el modelo. Una década después, ya había problemas como exclusión
social, pobreza y delincuencia. Luego, les llegó la convulsión social.
Aguirre
Rojas, uno de los expertos que más ha estudiado los movimientos sociales de los
90 en México, expresa:
“Uno
de los tantos eventos que producen la pobreza y la desigualdad social es que
degradan al calidad de vida y ello, sin duda, incrementa la protesta social.
Mientras, el Estado reduce su presencia económica y al tiempo, se vuelve débil
ante los gobernados. En México se privatizaron los ferrocarriles, la banca, las
minas y el acero. Entonces, hubo menos recursos económicos. El Estado se volvió
frágil para responder a la crisis de seguridad”.
Muerte
por hambre en la sierra de Zongolica, enfermedades como en cualquier rincón de
México, trabajos en condiciones inhumanas como les ocurre a los jornaleros del
Valle de San Quintín en Baja California también son expresiones de la
violencia, indica Gustavo Leal, experto en políticas de Salud en la Universidad
Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco.
Si
es que acaso existió, aquel “Mexican moment” ya se esfumó de las editoriales
del mundo. Y de la esperanza de todos. The Washington Post acuñó otra frase;
pero esta vez cargada de ironía: “Ante la proliferación de fosas, el Gobierno
peñista vive The Mexico Murder”.
Esas
fosas fueron descubiertas en Guerrero, donde el 26 de septiembre de 2014,
desaparecieron bajo fuerza 43 normalistas de la Raúl Isidro Burgos, de
Ayotzinapa, Guerrero.
Quienes
hablan para este texto coinciden en que la intrincada búsqueda social de los
normalistas se enmarca en la aplicación sistemática de las políticas
neoliberales. Carlos Antonio Aguirre Rojas, de la UNAM, dice: “Ayotzinapa es
muy importante en sí misma. No es sólo la batalla por encontrar a los
estudiantes. Resume el descontento popular y de las instituciones. Que el
Estado se muestre absolutamente incapaz de dar una respuesta, que sea incapaz de brindar una explicación
creíble, ya no digamos una solución, muestra el grado de descomposición. Del
otro lado, la enorme solidaridad. El hecho de que se haya mantenido en el
centro de todos los debates, muestra que estamos en un volcán a punto de
estallar”.
(SIN
EMBARGO.MX/ Linaloe R. Flores/ octubre 16, 2015 - 00:03h)
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