MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Durante los últimos dos meses de 2013, la Comisión
Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) transmitió comerciales en
radio y televisión en los cuales presumió que los atletas mexicanos
obtuvieron mil 82 medallas en todas las competencias internacionales de
2013 (386 de oro, 329 de plata y 367 de bronce). Esto representa el
éxito de la política deportiva nacional, se ufanó la dependencia.
Tres
de esas preseas las aportó la pesista Carolina Valencia, quien en el
Mundial de Halterofilia realizado en octubre último consiguió el
resultado histórico para México.
Lo que no informó la Conade es
que las medallas de bronce de Valencia fueron producto de su esfuerzo
personal, de un par de patrocinadores y de una aportación económica
mensual de 10 mil pesos que el estado de Quintana Roo le otorgó. La
dependencia responsable del deporte nacional se limitó a ayudarla con
una beca de 6 mil pesos, que corresponde a un “prospecto deportivo”.
No
es el primer desaire de la Conade a la atleta. Valencia ganó el boleto
mexicano a los pasados Juegos Olímpicos, pero no la dejaron acudir. Una
polémica entre la Federación Mexicana de Levantamiento de Pesas (FMLP),
por un lado, y la Conade, el Comité Olímpico Mexicano (COM) y la
Jefatura de Misión, por el otro, provocó que la elegida para participar
en la justa de Londres 2012 fuera la sonorense Luz Mercedes Acosta.
No
sólo se quedó sin asistir a los juegos: Los parámetros del Fondo del
Deporte de Alto Rendimiento (Fodepar, más conocido como programa de
becas CIMA) marcaban que, como Carolina Valencia no cumplió con el
objetivo de acudir a la competencia olímpica, debía ser dada de baja de
ese fideicomiso. Así que también perdió el apoyo de 10 mil pesos que
recibía cada mes.
Una más: Por ser una atleta de élite también
tiene derecho a la atención de un fisiatra, un nutriólogo y un
psicólogo. Pero no la ha recibido. En los últimos años sólo la ha
tratado, algunas veces, el médico Lalu Corolian, por una añeja lesión en
la rodilla derecha.
Valencia, originaria de Chetumal, recuerda en
entrevista que cuando el presidente de la FMLP, Rosalío Alvarado, le
comunicó por teléfono que la Conade y el COM habían acordado que Luz
Acosta representaría a México en los Juegos Olímpicos de 2012, se
indignó tanto que en ese momento empacó sus pertenencias y se marchó a
medianoche del Centro Nacional de Desarrollo de Talentos Deportivos y
Alto Rendimiento (CNAR), donde estuvo concentrada en la parte final de
su preparación. Se fue a un hotel. Compró un boleto de avión a Cuba y se
reunió con su esposo, el también halterista Bredny Roque, que por esos
días realizaba los trámites migratorios que le permitirían residir en
México.
“Estaba muy enojada. No podía entender cómo no se daban
cuenta que cometían un error. Ella (Luz Acosta) no se merecía ir. No me
ganó en el selectivo. La plaza olímpica no la hubieran conseguido sin
los puntos que yo aporté, y ya que se las conseguí se supone que iba a
haber un proceso limpio y no fue así. Me decepcioné porque fui un
escalón. Me sentí utilizada, traicionada y desilusionada. Había superado
mis problemas con el presidente de la federación… y con quienes se
suponía que no tenía problemas me dieron la espalda”, relata Valencia.
Competencias o luchas
A
partir de 2009, la deportista se enfrascó en una pugna con Rosalío
Alvarado. Él la dejó fuera del Mundial de 2011 y de los Juegos
Panamericanos del mismo año (Proceso 1767). Carolina incluso pensó en
cambiar de nacionalidad para ver si en otro país le reconocían sus
esfuerzos.
A punto de que México se quedara sin plazas olímpicas
en la disciplina de levantamiento de pesas, Alvarado hizo las paces con
ella. Y en el Preolímpico de mayo de 2012, en Guatemala, obtuvo los
puntos necesarios para asegurar que el país tuviera un sitio en la justa
londinense.
Pocos meses después, sin embargo, el entonces
director de la Conade, Bernardo de la Garza; el subdirector de Calidad
para el Deporte, Alejandro Cárdenas, y el jefe de Misión, Carlos Padilla
Becerra, determinaron que Luz Acosta era quien poseía los méritos para
representar a México.
Valencia estuvo alrededor de dos meses en
Cuba, recuperándose. Las primeras tres semanas no se paró en un
gimnasio. Dice que pasó algunas noches sin dormir porque la angustia la
carcomía. La injusticia de la que fue objeto no le permitía estar en
paz; sentía mucho rencor e impotencia.
“Creo que soy masoquista”,
responde Valencia cuando se le pregunta por qué decidió seguir con su
carrera deportiva. “Tuve esa idea en la mente (dejar de competir). Me
pregunté mil veces por qué me pasó otra vez algo así. Pero si me quedaba
con eso, sólo me iba a estancar. Un día me desperté y dije: ‘Voy a
entrenar porque quiero ganar’. No me quise conformar con
autocompadecerme. Pensé: ‘Voy a demostrar que puedo, pero no a ellos,
sino a mí misma’”.
De regreso en Chetumal, la pesista se
entrevistó con el gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge. Él le
ofreció un trabajo en el gobierno, pero Valencia no buscaba eso. Ella le
pidió dos cosas: que no le quitara la beca estatal y que le diera
permiso para utilizar el gimnasio de pesas, incluso en vacaciones y días
no hábiles. La atleta y su esposo –que ganó la medalla de bronce en el
Mundial de Turquía 2010– comenzaron a entrenar en enero del año pasado
con miras al Mundial de Wroclaw, Polonia, en 2013.
En marzo
último, el gobierno de Quintana Roo le asignó como entrenador al cubano
Omar Broche, quien llevaba dos años preparando a los niños de esa
entidad que participan en la Olimpiada Nacional. Él jamás había
trabajado con atletas de alto rendimiento y así lo admitió ante
Valencia.
“Me dijo que él no tenía experiencia como para ayudarme.
Le dije que no se preocupara, que necesitaba que pusiera los numeritos
en la libreta y me vigilara; ya en el camino nos iríamos conociendo. De
ahí en fuera mi esposo y yo sabíamos qué hacer. Entre los tres nos
ayudamos. Aceptó el reto. No cualquiera me hubiera apoyado en la
planificación de un entrenamiento basado en los días de competencia, en
la necesidad de ir elevando las marcas. Fue capaz de hacerlo. Mi esposo
me ayudó a fortalecerme para evitar lesiones, porque como no tuvimos
doctor ni fisiatra teníamos que compensar las carencias con una buena
preparación física. A los tres meses ya estaba dando mi máximo. Cuando
empecé con Broche yo estaba a setenta por ciento, mejoré mis marcas y
vimos que sí podíamos llegar bien al Mundial.”
La cosecha
El
20 de octubre de 2013, Carolina Valencia se paró –por primera vez en
tres años– en una tarima mundial. La primera medalla que conquistó fue
en la modalidad de arranque, donde abrió con 75 kilogramos. Falló su
primer intento de levantar 78, pero en la segunda oportunidad lo
consiguió. En envión obtuvo su segunda presea: comenzó con 98 kilos y
dejó su mejor marca en 103. Esto mismo le aseguró el tercer bronce:
Sumando los dos levantamientos había alzado 181 kilogramos.
Las
tres medallas son históricas. Nunca un deportista mexicano había subido a
un podio mundial en halterofilia. Con el resultado, la Conade cacareó
que, en 2013, los atletas nacionales habían obtenido un total de 16
preseas mundiales (un oro, seis platas y nueve bronces) en 2013.
“Es
de vergüenza que las medallas se consigan en estas condiciones. A
principios de año hablé a Conade para preguntar por qué me habían sacado
de CIMA, puesto que si no fui a los Juegos Olímpicos fue porque no me
quisieron llevar y no por bajo rendimiento. No les pedí nada, sólo que
me explicaran. Carlos Villaseñor (subdirector de Becas y
Reconocimientos) me atendió, me dijo que yo era un ‘prospecto
deportivo’, que sólo me podían dar una beca de 6 mil pesos y no había
posibilidades de que me pagaran más. Le di las gracias. Esos 6 mil pesos
me sirvieron para comprar mis suplementos alimenticios, en los que
gastaba como 8 mil al mes. Así ya sólo tenía que conseguir otros 2 mil. Y
con los 10 mil pesos de beca de mi estado hice mi preparación.”
–El sistema del deporte nacional te dio 16 mil pesos al mes. ¿Eso costaba tu preparación?
–No,
fue mucho más, pero en algo me ayudó. Sirvió mucho que no me lesioné.
Sí tenía muchos dolores cuando tiraba máximos, aunque como no teníamos
aparatos para terapia me aplicaba hielo, que no me quitaba el dolor pero
ayudaba. Mi esposo fue mi masajista, terapeuta y sicólogo. Mi mamá
tiene un restaurante y ahí íbamos a comer todos los días. Como yo no
tenía que cocinar me quedaba tiempo para descansar. Yo me hacía el plan
nutricional y le decía a mi mamá lo que tenía que comer. Usando nuestra
experiencia fuimos nutriólogos, doctores, preparadores físicos y de
todo.
“Después del Campeonato Panamericano que se hizo a mediados
de 2013 (donde obtuvo medalla de oro y plata), voltearon a verme algunas
marcas como Voltaica (de ropa deportiva) y Zucaritas, para ayudarme. Me
dieron apoyos en efectivo y en especie que me sirvieron para comprar
los suplementos y boletos de avión de mi esposo, porque no me podía ir
sola. Esos apoyos me ayudaron a completar los gastos. Todo mi
entrenamiento fue en Quintana Roo. No salí a ningún país a hacer
campamentos. Sólo iba a San Luis Potosí cuando me llamaban a los
chequeos. Ahora ya todos dicen que me quieren.”
–A pesar de tus
resultados has sido relegada de dos Juegos Olímpicos y de unos
Panamericanos; has entrado y salido varias veces de CIMA… ¿No guardas
rencor?
–Lo que le molesta a las autoridades es que diga las cosas
como son; por eso me ven como rebelde y problemática. No miento y no
me guardo lo que pasa. Nunca he dicho nada que no sea vedad. El
resentimiento hacia ellos murió el día que yo decidí entrenar con o sin
apoyo. Lo dejé atrás. Dije que no me interesa si me apoyan o si no
voltean ni a preguntarme si estoy bien o necesito algo.
“Me puse
como meta llegar y lograr estas medallas porque no quiero terminar mi
carrera deportiva sin haber pasado por todas las competencias. Me hacía
falta un campeonato mundial y ya lo logré. Juegos Olímpicos es mi
siguiente paso para poder retirarme, insisto, a pesar de tener o no
apoyos. Ya llegó la nueva administración (de Conade, que encabeza Jesús
Mena) con la que no he tenido ningún tipo de interacción. Ellos llegaron
y les tocó este logro, pero no pueden decir que lo conseguí por ellos,
porque nunca me apoyaron. Después de las medallas, obvio, regresé a
CIMA. Ahora, la Federación, el COM y la Conade estamos de la mano para
que ellos me permitan hacer mi preparación tranquila rumbo a Río 2016.
“Ya
me quedó claro que no puedo cambiar a México ni puedo cambiar la
mentalidad de los mexicanos. Así son las cosas aquí. Así que o me
aguantaba las cosas con resentimiento y molesta o las aguantaba feliz y
disfrutando de ir al gimnasio a entrenar. Yo no pido nada que no me haya
ganado. Que no me den más de eso. No quiero deber favores ni quiero
nada especial, sólo lo que corresponde a mi esfuerzo y dedicación.”
–¿El presidente de la Federación ha dejado de ser un problema?
–Sí,
desde 2012 se sentó a hablar conmigo. Hablamos de nuestras diferencias y
aclaramos las cosas. Desde entonces ha estado de mi parte y me ha
apoyado en el sentido de que no me ha puesto trabas. Por ese lado estoy
tranquila. Permitió que mi entrenador –que no está contratado por la
Federación ni por Conade ni por nadie– pudiera acompañarme al Mundial.
Eso es muy valioso, porque antes ni eso tenía. También me lo negaba. Que
me avale para que pueda entrenar en mi estado, y no me mande una
convocatoria diciendo que me tengo que ir a entrenar a tal lado…
“Esas
cosas, que son muy chiquitas pero que la federación ha hecho por mí,
son muy significativas porque me ayudan a estar tranquila. Espero que la
Conade y el COM puedan estar en el mismo sentido conmigo, que no me
tengan como rebelde o conflictiva. Me gusta lo que hago. Lo hago con
pasión y les traigo los resultados que ellos también disfrutan.”
–¿Cambiarás de entrenador pensando en los Juegos Olímpicos?
–Mi
idea es seguir con el mismo. No necesito a nadie más. La planificación
va cambiando según los pesos. Yo subo mi marca y él adapta el plan. Es
el que yo quiero tener para todo el ciclo olímpico. Cambiar de
entrenador implica buscar otro que me empiece a conocer y eso significa
perder otro año. En 2014 voy en busca de otro campeonato
centroamericano, entonces no me conviene.
“Él (Omar Broche) lleva
siete meses conmigo y aún me sigue conociendo. Ya tenemos la experiencia
de la competencia internacional. Ya sabe cómo caliento, cómo me
comporto en las competencias. Hasta conoce mis gestos. Ya sabe cuándo
algo me duele; si respiro de más es que estoy cansada y debe detenerme.
Son cosas que toman tiempo. Por eso no lo puedo cambiar. Me tengo que
llevar bien con él porque si un entrenador me cae mal no hay forma de
que funcionen las cosas; además, la escuela cubana es con la que me he
acomodado. Desde que me inicié en pesas he tenido entrenadores cubanos;
cuando he tenido chinos o búlgaros no hay resultados. Voy a pedir que él
me lleve a Juegos Olímpicos, que le paguen en CIMA y que haga el ciclo
olímpico completo conmigo.”
–¿No temes que te vuelvan a meter el pie, que otra vez no vayas a Juegos Olímpicos?
–Sí,
y mucho. Mi objetivo es ser tres veces campeona centroamericana.
Disfrutar los Juegos Panamericanos (Toronto 2015) y ver cómo se dan las
cosas. Si veo que (el trato) va a ser de la misma forma, lo siento mucho
pero no voy a ir a ningún proceso para conseguir la plaza olímpica para
México. Que la consigan sin mi apoyo. Yo ya no soportaría ir otra vez a
ganar los puntos para la plaza olímpica y que me dejen sin ir a Río
2016. En el momento que vea que ocurre algo que no me gusta, decidiré si
voy o no a mi último Mundial, en 2015, a conseguir los puntos o si de
plano me retiro.
2 de enero de 2014)
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