En Culiacán,
nunca un huracán o tormenta había pegado con la fuerza con que Manuel lo hizo.
Ciudad de México •
Es miércoles 18 de septiembre. Los noticieros locales en Sinaloa transmiten
imágenes impactantes: inundaciones, deslaves, destrozos, pobladores y turistas
de Acapulco pidiendo ayuda porque “Manuel”, una tormenta tropical se ensañó con
Guerrero.
En la tele también
anuncian que la ruta del meteoro ya no es Baja California Sur, sino Sinaloa, y
que finalmente se convirtió en huracán. Por la tarde, toda actividad en
Culiacán se suspende, la gente regresa a sus casas y aguardan con escepticismo
porque apenas las nubes se juntaron.
Es de noche y la
lluvia comienza. Gabriel Riestra y su familia se van a dormir. Él no cree que
las cosas pasen más allá de una llovizna. Mañana despertará asombrado, porque
nunca, desde que tiene memoria, se había visto algo así en Sinaloa.
. . .
Cecilia Núñez Picos
nació en Culiacán. Ahí creció y ahora estudia la universidad. Sinaloa es su
tierra, y ahora esta mojada. No, está inundada. Vive en una zona menos baja así
que el agua no se coló a su casa.
Ya es jueves 19 de
septiembre por la mañana; la lluvia no ha cedido, desde la noche del miércoles
que cae de diferentes formas: intensa, de gota gorda, ligera, como brizna,
vuelve arreciar y así sin permitir que el sol se asome.
Esta haciendo unas
llamadas y redactando un correo porque no piensa quedarse cruzada de brazos
viendo como sus culichis nadan dentro de sus casas. Las llamadas son para
concretar la renta de tres camiones de volteo conocidos como “góndolas”, y el
correo es para informar a sus contactos de la hazaña que ella y su familia
están a punto de emprender.
“Si alguien ocupa
salir de sus casa en Valle Alto, Villas del Río, llamen, para salir en una
góndola. Corran la voz.”
Termina el correo,
sale de su casa junto con su familia. Se dirige hacia donde están los tres
camiones que ya rentó, organiza a su gente y minutos antes de las dos de la
tarde comienzan con este inédito operativo de rescate.
. . .
Gabriel Riestra se
asoma por la ventana de su casa en Isla Musala y observa la fuerte lluvia.
Algunos encharcamientos y aún sigue escéptico. Se pone un impermeable y sale a
la calle; camina tres cuadras cuando se da cuenta que ya no puede avanzar
porque el agua ya le llega a las piernas. Observa que, calles más adelante el
agua rebasa el metro de altura. La colonia parece una alberca.
Camina hacia el río
Tamazula que no está muy lejos. El caudal va crecido y con fuerza, así que a
prisa se regresa a su casa para hacer una urgente llamada. Quiere notificar a
su cuñado que también vive cerca del río, pero calles abajo.
En la llamada,
Gabriel ya es otro. Esta asombrado por la situación, y le pide a su cuñado que
tome a su familia y se salga de su casa, que emprenda recorrido calles arriba.
La primera planta de
la casa del cuñado de Gabriel está inundada. La familia aborda una camioneta de
llantas grandes: es la única forma de salir. Avanzan calles arriba y se
resguardan.
“No alcanzaron a
sacar nada… ni documentos ni ropa, no estaban preparados, no estábamos
preparados. Avisaron, pero no creímos que Manuel pegara en Sinaloa… y pegó. No
rescataron nada, los muebles, los aparatos, todo se mojó”, platica Gabriel en
entrevista con MILENIO.
Minutos después, el
río se desbordó. Gabriel y su familia están asustados, pero tranquilos porque
están todos.
Afuera, en la calle,
vecinos con camionetas pick ups bajan, y regresan con la caja llena de gente
para que puedan estar en una zona segura.
. . .
Además del sector
Isla Masula, hay otras zonas con inundaciones: Valle Alto, Villas del Río y
Estanza. Ahí está Cecilia y su familia, en los camiones de volteo cruzando las
calles que parecen ríos.
Mujeres, niños,
bebés y hasta mascotas abordan las cajas de los camiones de volteo. Nadie lleva
cosas: ni maletas con ropa, ni documentos, ni nada. Solo quieren llegar a una
zona libre de inundaciones.
A las nueve y media
de la noche, el tiempo se agotó. La familia Núñez Picos tiene que regresar los
camiones de volteo porque ya venció la hora de la renta. Hicieron lo que
pudieron. Hicieron mucho.
Vía telefónica,
Cecilia hace una pausa larga para responder acerca de cuánta gente ayudaron.
“No sé, ni siquiera
nos dimos cuenta. Íbamos y veníamos y los camiones siempre venían cargados”.
. . .
Ya es viernes 20 de
septiembre. Gabriel y su familia siguen en casa, nadie fue a trabajar ni a la
escuela.
“Vamos a ver en que
podemos ayudar”, comparte.
En casa, Cecilia
sigue recibiendo llamadas acerca del servicio que ayer difundió por correo
electrónico y en redes sociales, pero no son para pedir ayuda, sino para
agradecer.
Aún hay
encharcamientos, zonas inundadas y muchas cosas para hacer. Será un largo fin
de semana en Sinaloa, el que nunca sus habitantes creyeron conocer.
(MILENIO/
Liliana Cavazos/ 20 SEPTIEMBRE 2013 - 2:53PM)
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