lunes, 27 de agosto de 2012

EU EN EL GRAN NEGOCIO DE LAS DROGAS







Mientras los Estados Unidos consuman drogas, habrá quién se las lleve, dice Miguel Félix Gallardo desde el penal del Altiplano. Y afirma que las guerras las ganan quienes usen mejor las armas
Judith Ortiz  
Desde la fortaleza gris amurallada del penal de Almoloya, a 20 kilómetros de Toluca, en el Estado de México, Miguel Félix Gallardo, el Padrino, habla para Ríodoce. Afirma que la actual guerra al narcotráfico librada en todo el país “no se puede ganar”, en primer lugar por el negocio multimillonario que para Estados Unidos significa la venta de drogas y armas, y segundo, por la corrupción e impunidad que existe en México.


“Mientras haya consumidores habrá quienes vendan drogas”, señala Félix Gallardo, considerado por las autoridades mexicanas como el más grande narcotraficante durante la década de los ochenta (cargo del que fue absuelto luego de un largo proceso judicial), quien purga una sentencia de 40 años de prisión de los cuales ha compurgado 23 en el penal de máxima seguridad del Altiplano, en Almoloya de Juárez.

El otrora llamado Jefe de Jefes, menciona que “México no ha dejado de ser un país de tránsito al mercado de consumidores de Estados Unidos y Canadá” y que mayormente, los narcóticos peligrosos como los llamados cristal y crack “los producen los países con tecnología de primera y sustancias elaboradas en laboratorios de investigación”.

Con grandes obstáculos por la incomunicación que se padece en la prisión federal de máxima seguridad, Félix Gallardo responde por escrito las preguntas enviadas por este medio, en donde expresa que la delincuencia no se derrota con más violencia, sino “con trabajo, educación, deporte, desarrollo del campo e impulso a la industria y el comercio”.

Sobre la situación que padecen en Sinaloa los desplazados de la sierra por la violencia entre cárteles rivales y entre estos y las fuerzas de seguridad, expresa que los habitantes de los altos han sido, desde muchos años, víctimas de las políticas antidrogas. Desde la década de los sesenta, explica, los policías federales y soldados que iban al combate de drogas llegaban a las comunidades de la sierra y despojaban a la gente hasta de sus animales de corral; ahora se han sumado los grupos armados que siguen haciendo lo mismo”.

—Se dice que en la década de los 70 se integró una federación de cárteles encabezados por sinaloenses, en donde se repartieron territorios y el negocio marchaba en aparente calma. Hoy los grupos se han ramificado provocando violentos enfrentamientos. ¿A qué atribuye esta división de cárteles?
—Después de que yo fui detenido en abril 8 de 1989, ya a mediados de los noventas, el sobrenombre de cárteles se empezó a usar por la Procuraduría General de la República; hay algunos grupos sin organización, cada grupo trabaja por su cuenta, nunca han estado unidos.

—¿Cuándo dejó de ser México un país de tránsito y productor de estupefacientes hacia Estados Unidos para convertirse en consumidor? ¿Por qué se originó esta situación?
—México no es productor de drogas, solo de peyote y mariguana, la violencia es producto del desempleo, de falta de fuentes de trabajo, de abandono de los estudios, de la corrupción. México es país de tránsito al mercado de consumidores de Estados Unidos y Canadá. Los chinos trajeron el opio o amapola, su cultura era fumar opio, hubo la guerra del opio con China, Inglaterra la ganó y también Hong Kong. Cuando la llegada masiva de asiáticos asentados en el norte de México y sur de Estados Unidos empleándose como camelleros o peones en la construcción de vías de ferrocarril, mineros, restauranteros, comerciantes, tenderos (…) Estados Unidos pidió (a México) que se sembrara amapola para tener opio para sus soldados (enviados a la Segunda Guerra Mundial), igual la mariguana. Ningún soldado va a la guerra sin estimulantes y México los sembró. México no puede dejar de ser país de tránsito a Estados Unidos. Los estupefacientes los producen los países con tecnología de primera y sustancias elaboradas en laboratorios de investigación. En México no tenemos esa tecnología y laboratorios. El consumo de cualquier droga es responsabilidad de quien la usa, nunca he escuchado que se obligue a alguien a consumir drogas. Si el consumo en México aumentó, se puede decir que la población igual aumentó.

—¿Hay diferencias en la forma en que han combatido el narcotráfico los gobiernos priistas y panistas?
—Sí hay diferencia. La diferencia es que hoy el Gobierno (mexicano) recibe más dólares para combatir el narcotráfico, también recibe armas, aviones, helicópteros y agentes de la DEA.

—¿Qué papel ha jugado el Gobierno de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico en México?¿Qué opinión le merece que sea ese país el mayor abastecedor de armas a los cárteles para que se enfrenten entre sí y a las fuerzas policiacas y militares? ¿Cree que su aparente apoyo sea un pretexto para intervenir políticamente en nuestro país?
—El Gobierno de Estados Unidos tiene interés en que no le falten drogas a sus ciudadanos y de que no se dejen de vender sus armas. La intervención de Estados Unidos en México está desde la época de Benito Juárez en todo: política y economía, a través del comercio, la industria, la agricultura… en todo lo han dejado intervenir.

—Mientras que en Estados Unidos hay establecimientos que venden mariguana “con fines médicos” (una Universidad en California enseña a cultivarla, cosecharla y prepararla, así como a administrarla a otros), en México han muerto 60 mil personas por el mismo motivo, desde iniciada la guerra contra el narcotráfico del presidente Calderón en 2006. ¿Considera justo que en esta guerra sea México quien ponga los muertos?
—El Gobierno ha hecho la guerra al narcotráfico que no se puede ganar (porque) a Estados Unidos le interesa la venta de drogas, es un negocio millonario en dólares cada año y los muertos no todos son narcotraficantes, hay víctimas inocentes y son los más.

—¿Cree que esta es una guerra perdida en donde el Gobierno llegó tarde, como lo dijo en entrevista con Proceso Ismael el Mayo Zambada?
—Mientras haya consumidores habrá quiénes vendan drogas, no sé que dijo el señor Ismael el Mayo Zambada, no lo conozco, yo tengo más de 20 años preso. Las guerras se ganan o se pierden, gana el que mejor usa las balas, (pero) la delincuencia se derrota con trabajo, con educación, con deporte, con el desarrollo del campo, la industria y el comercio.

—¿Está de acuerdo con la actual política de combate al narcotráfico en México? ¿A quién cree que beneficie y perjudique?
—La política que debe usar el Gobierno es el combate a la corrupción de sus empleados y a la impunidad, aplicar la ley al parejo. Cinco mil o 10 mil policías no son competentes para hacer bien este trabajo.

—¿Está de acuerdo en que algunos tipos de drogas como la mariguana sea legalizada en México? ¿Cree que la legalización podría ayudar a disminuir la violencia que estamos viviendo?
—Ignoro si la legalización de algunas drogas beneficie. Le diré que Holanda legalizó las drogas y la violencia se disminuyó. Algunos intelectuales, entre ellos Gabriel García Márquez, se han pronunciado a favor (de la legalización). Mi opinión es pobre al respecto. Solo le diré que las drogas peligrosas (las drogas sintéticas) como cristal y crack las producen los países industrializados y dañan más que las drogas naturales.

—En los municipios serranos de Sinaloa, Badiraguato, Choix, San Ignacio, Cosalá, Concordia, Rosario y Elota, grupos armados han sembrado la violencia y expulsado a cientos de familias de sus comunidades. ¿Qué opina de lo que está sucediendo?
—En los años 60 y 70, los policías federales y los soldados que iban al combate de drogas llegaban a las comunidades de la sierra y despojaban de alimentos y animales de corral a la gente y (los pobladores) se iban a las ciudades a buscar qué comer. En estas fechas se han sumado los grupos armados que usted menciona.

—Desde sus inicios, el narcotráfico ha contado con la complicidad y protección oficial, tanto de las autoridades civiles como militares, ¿cree que la actual lucha contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón tenga la intención real de atacar la corrupción en estos mandos?
—No sé cuál sea la intención del presidente Felipe Calderón en el combate al narcotráfico. La complicidad y protección de autoridades civiles y militares siempre se ha mencionado, pero en muy pocas veces se ha probado, a muchos los acusaron como “chivos expiatorios” sin pruebas de su participación.

—Hace una semana fueron detenidos altos mandos militares por dar protección a los cárteles del narcotráfico. ¿Es la milicia igual de corruptible que las policías de los estados o la federal?
—Aquí (en el penal del Altiplano) están y han estado generales de división, de brigada y brigadieres, coroneles, tenientes, mayores, y para abajo, comandantes y agentes de policía federales, estatales y municipales, igual gobernadores, alcaldes, secretarios de estado y otros funcionarios del Gobierno por toda clase de delitos, no solo porque los haya corrompido algún cártel de narcotraficantes, se corrompe quien quiere corromperse.

Es consigna, de nada sirve defenderme
Según Froylán Enciso, autor del capítulo sobre narcotráfico Una Historia Contemporánea de México (Océano, 2009), “a finales de los ochenta, Carlos Salinas de Gortari sabía que la sombra del fraude electoral lo obligaba a ganar la legitimidad necesaria para gobernar. En los primeros años de su gobierno hizo golpes espectaculares contra líderes sindicales y policías corruptos, así como del mayor narcotraficante del sexenio de De la Madrid, el que manejaba el flujo de cocaína, el que se ganó el respeto de sus colegas, el que los funcionarios de la DEA catalogaban hasta de elegante: Miguel Félix Gallardo”.

Hace poco más de tres años, a través de una carta entregada al periódico La Jornada, Félix Gallardo acusó a Guillermo González Calderoni (el comandante de la extinta Policía Judicial Federal que lo entregó) y a sus superiores inmediatos de repartir plazas a los narcos a final de la década de los ochenta.

El propio Félix Gallardo escribe en sus cartas desde la prisión que en 1987, “viviendo en Guadalajara, yo estaba buscando la manera de presentarme a las autoridades, me asesoraba el licenciado Fernando Martínez Inclán, quien me decía: Espérate un poco más al cambio de gobierno, te presentaremos amparado, tu caso es de presión política, espérate”.

Pero fue aprehendido antes de cumplirse los tiempos. “Me hubiera llamado y me hubiera presentado”, les dijo. En su declaración ministerial, Félix Gallardo señala que fue objeto de torturas y amenazas en su contra, al igual que todos los que le inculparon. “Fui llevado al módulo de alta seguridad y encerrado en una celda en el Reclusorio Sur, de esa celda no me permitieron salir en tres meses, solo a juzgado y a enfermería, a mi familia me permitieron verla por una hora luego de ese tiempo, solo mi abogado me visitaba”.

Relata que durante el inicio del proceso, “agentes federales secuestraron y ejecutaron a mis abogados, hermanos, sobrinos” y hasta el velador de la casa. Cuando su familia estaba a punto de presentar una denuncia en contra de los agentes aprehensores “fueron amenazados y a mí me cambiaron del Reclusorio Sur a Almoloya y vino un Ministerio Público a insinuarme que me callara o correrían peligro mis hijos”.

El Jefe de jefes mermó su economía. “Todas mis propiedades se quedaron en manos de la gente que puso Javier Coello Trejo (el entonces subprocurador de la PGR); a mi esposa, madre, hermanos, sobrinos y amigos les quitaron ranchos, casas, muebles, carros, joyas, dinero en bancos, que Coello los repartió y dio posesión a gente de su confianza.

“Después de mi consignación, Coello y pandilla engañan a la opinión pública y al mismo Ejecutivo declarando barbaridades en mi contra, principalmente que poseía una fortuna de miles de millones de dólares, aunque nunca probó que yo tuviera dinero, pues ni siquiera pude pagar buenos abogados, todo me lo quitó, tuve que rentar casa al sur de la ciudad para mi familia y siempre los molestó y a todo el que se me acercara”.

Conocido como El Fiscal de Hierro, Javier Coello Trejo, quien encabezó la lucha contra el narcotráfico en la primera fase del régimen de Carlos Salinas de Gortari, enfrentó las acusaciones y captura de sus guardaespaldas acusados de cometer una serie de violaciones a mujeres en el sur del Distrito Federal, además del crimen de la luchadora social de Sinaloa, Norma Corona Sapién y una serie de abusos y violaciones a garantías cometidas por el personal policiaco a su mando.

Al pasar de los años, Félix Gallardo ganó en definitiva un litigio a la PGR que le permitió recuperar varios terrenos y un edificio de al menos 40 departamentos de un fraccionamiento de Culiacán. Un tribunal unitario del Distrito Federal resolvió obligar a la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) a devolver los bienes incautados hace años. De acuerdo con el expediente de la toca penal 124/2007, Félix Gallardo, su esposa y tres de sus hijos lograron acreditar que son legítimos propietarios de los terrenos y el edificio.

A sus 66 años, el otrora considerado “capo de capos” habla de su juicio: “Para traerme a Almoloya (ahora el Altiplano) se violó un amparo concedido para no ser excarcelado del Reclusorio Sur a otra parte, mis procesos se quedaron lejos y se me notificaba por exhorto; no tuve abogados por unos años, mi situación económica no era buena, no pude defenderme y se me agotó el proceso faltándome pruebas qué desahogar. El que era el ministerio público en mi proceso se convirtió en juez y me sentenció a la pena máxima, no me dio audiencia de vista y decomisó todo. Ya en Almoloya siguieron las consignas, mis procesos son consignas, de nada sirve defenderme”.


Dispersión después de la caída

Miguel Félix Gallardo nació el 8 de enero de 1946 en Bellavista, municipio de Culiacán, un pequeño pueblo ahora conurbado con la capital de Sinaloa. A sus 18 años era ya agente de la desaparecida Policía Judicial Federal asignado como guardaespaldas del entonces gobernador, Leopoldo Sánchez Celis, quien fue su padrino de boda y protector político.

Su ascenso y declive coincide con uno de los periodos más complejos en la historia del narcotráfico: el inicio de la lucha de Estados Unidos contra las drogas y la consolidación de México como lugar de tránsito de la cocaína.

A sus 30 años, en medio de una vida social intensa, el sinaloense conocido como el Padrino, era un empresario exitoso. Fue accionista y cliente distinguido de Banca Somex, del cual era director general el conocido político del PRI, Mario Ramón Beteta.

En la década de los 70 y en la mayor parte de los 80 se convirtió en el zar de la cocaína en México. Después de la Operación Cóndor fundó el llamado cártel de Guadalajara, desde donde llegó a controlar todo el trasiego ilegal de drogas hacia los Estados Unidos asociado con Pablo Escobar Gaviria, el mayor narcotraficante del cártel de Medellín, Colombia.

El 8 de abril de 1989, Félix Gallardo es traicionado y arrestado en Guadalajara por Guillermo González Calderoni, un comandante de la entonces Policía Judicial Federal con el que tenía tratos. Se le acusó de tráfico de drogas y de los secuestros y asesinatos de Enrique Camarena Salazar, agente federal de la Agencia para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) y del capitán aviador de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, Alfredo Zavala, ocurrida en 1985.

El también llamado Jefe de Jefes fue sentenciado a 40 años de prisión de los cuales ha compurgado 23 en el penal de máxima seguridad del Altiplano, ubicado en Almoloya de Juárez.

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