Andar en campaña no es fácil. Y menos bajo las condiciones que actualmente vive México. La siguiente anécdota, que me fue contada por una persona cercanísima a Andrés Manuel López Obrador, da una idea de lo que será el 2012.
Víctor Hugo Michel
Poco antes de llegar a la cabecera de Luvianos, un municipio de tierra
caliente al sur del Estado de México en el que los Zetas y la Familia Michoacana
se han matado más de una vez, la camioneta de Andrés Manuel López Obrador tuvo
que bajar la velocidad hasta detenerse. Tenía enfrente un retén comandado por
varios hombres armados con ametralladoras y fusiles de asalto. Sus trocas negras
copaban el camino.
Un hombre se desprendió del retén y se acercó a la parte
delantera de la solitaria camioneta Ford, sin blindaje, en la que el tabasqueño
recorría el Estado de México por esos días de junio, unas semanas antes de las
elecciones para gobernador, previstas para llevarse a cabo el 3 de julio de
2011. López Obrador abrió la ventana. Y comprobó que hasta los sicarios saben
quién es.
--“Buenas tardes”, dijo el ex jefe de Gobierno
Capitalino.
--“Buenas tardes, licenciado López Obrador”, respondió el hombre,
el arma entre las manos. Iba vestido de civil y quedaba claro que no pertenecía
ni al Ejército ni a la Policía Federal. Tampoco a ninguna corporación policíaca
municipal o estatal. Miró su reloj. “Señor Andrés Manuel, ya viene retrasado. Lo
estábamos esperando desde hace rato”.
En la camioneta pareció que todos
tragaron saliva. Estaban César Yáñez, coordinador de comunicación del llamado
gobierno legítimo, José Ramón López Beltrán, hijo mayor del perredista, Alberto
Rojas, chofer en turno y Polimnia Romana, asistente personal de López
Obrador.
López Obrador no perdió la calma. “Sí, sí, gracias”, le dijo al
hombre que llevaba el arma. Al final, se les franqueó el paso.
“Váyase al
mitin”, dijo el hombre, a cuya orden las camionetas negras echaron en reversa y
abrieron la vía. La escena la describe la propia Polimnia, testigo presencial de
los hechos.
“(Ese día) Rojitas iba al frente con López Obrador, manejando. En
la parte de atrás, César Yañez, José Ramón y yo”, recuerda. No había más
vehículos en la carretera y estaban solos en un camino secundario, no demasiado
lejos de la frontera entre Michoacán y el Estado de México, territorio fértil de
levantones y asesinatos.
“No era el primer retén que nos paraba. Fue una gira
muy intensa y nos tocó toparnos con casi todo tipo de retenes: el militar, el de
la federal y el de los señores que se dedican a eso. Y todos nos saludaban
bien”.
II
Polimnia Romana se retira. La sombra de López Obrador por casi 9
años, se va. Termina el ciclo de la líder de Las Gacelas, el equipo de
guardaespaldas femenino que protegió al ex jefe de Gobierno Capitalino desde
2002. Ya no estará en la campaña que recién inicia.
Usted quizá no la conozca
por nombre. Pero probablemente ha visto su imagen en más de una ocasión. La
mujer joven de ojos claros y un walkie talkie en la mano que solía estar siempre
justo atrás de López Obrador en su paso por la Jefatura de Gobierno del Distrito
Federal es ella. Hay fotografías de la campaña presidencial en la que se le ve
revisando a la gente en las vallas, como agente del servicio secreto. Tenía
entonces unos 27 años.
Por supuesto, sus imágenes más famosas se produjeron
ya después, cuando se mostró como una de las más combativas integrantes de “Las
Adelitas”, un grupo de mujeres vinculadas al llamado “Movimiento en Defensa del
Petróleo”, con el que López Obrador trató de frenar la reforma a PEMEX en 2008.
Durante esos días, una fotografía suya le dio la vuelta al país. Fue de cuando
se lanzó al paso de un autobús en la calle de Donceles, tratando de bloquear el
acceso a senadores del PRI y PAN.
En aquellas jornadas otras imágenes también
le hicieron reconocible: la primera le muestra rodeada por Policías Federales,
con una enorme sonrisa en el rostro y las manos en forma de V de la victoria.
Las otras fueron bajadas de su perfil de HI5. En una está al pie de la Torre
Eiffel. En otra practicando equitación. Imágenes que le ganaron el mote de
“Adelita Chic” en los medios.
Desde entonces, ha seguido al pie del cañón, en
las giras que ha hecho López Obrador por el país. Pero a los 33 años de edad le
llegó el momento de retirarse a esta veterinaria de profesión que por mucho
tiempo fue también la doctora extraoficial del equipo más cercano al perredista.
A su retiro, ofrece un inusual vistazo a la forma de operar del círculo compacto
del tabasqueño en materia de seguridad.
“Estoy muy cansada”, dice Polimnia,
quien coquetea en la actualidad con la posibilidad de ir por el Partido del
Trabajo como diputada local en la delegación Álvaro Obregón, de la Ciudad de
México. “No he tenido vida. No he podido mas que trabajar con Andrés Manuel
nueve años y lo he hecho con muchísimo cariño. Pero yo no soy Andrés Manuel. No
tengo esa vocación de dejarlo todo”.
Polimnia sostiene que nunca fue
complicado cuidarle la espalda a López Obrador. Ni siquiera en campaña
presidencial, cuando de vez en vez hombres con cámaras se aparecían en los
mítines a grabarle. Sólo recuerda algunos incidentes, como cuando ya en el
plantón sobre la Plaza de la Constitución, tras las elecciones del dos de julio,
el escape de un coche sonó justo como un disparo.
“Saltamos todos”, dice.
Iban a cubrir al tabasqueño.
--¿Estabas dispuesta a recibir una bala dirigida
a López Obrador?
No sé cómo hubiera reaccionado. Pero estuvimos dispuestas
mis compañeras y yo. Lo hicimos varias veces al ponernos enfrente, sin saber a
qué venía una persona. A veces venían a saludarlo, pero a veces venían corriendo
y nos poníamos enfrente. Algo que haces naturalmente es proteger a quien
quieres. Nunca pensábamos en una bala, porque es lo primero que te dicen: ‘no
pienses en eso. Piensa en proteger a la persona’.
III
López Obrador nunca
rechaza amuletos y figuras religiosas. Si alguien se le acerca en un mitin a
entregarle un ojo de venado o una cruz o una figura de la santa muerte, lo
acepta por igual. Pero eso sí, jamás duerme en la cama que se le asigna. Si un
hotel le ofrece una suite de lujo, toma un cuarto sencillo. Quien se quedaba en
las habitaciones originalmente reservadas para el tabasqueño era Polimnia. “Ve
tú a saber cuántos micrófonos y cámaras había”, aventura.
Pero aún si hay
ciertas precauciones, en otras áreas el equipo de López Obrador prefiere confiar
ciegamente en la gente, actitudes que el equipo de seguridad de otro candidato
vetaría de inmediato ante el riesgo que representan. Según Polimnia, jamás se
rechazó un alimento entregado en los mítines y plantones: “Llegaba barbacoa y
todos comíamos barbacoa. Llegaban pastelitos y tamales, y todos comíamos
pastelitos y tamales”, dice.
--¿Y a la distancia considera una decisión sabia
comer cualquier cosa que le entregan?
No, claro que no. Pero es una confianza
que le teníamos a la gente. Él comía todo lo que le daban en campaña. Le daban
un taco y él se lo comía.
Polimnia ya no ha participado en las últimas giras
de López Obrador, aunque mantiene contacto con su equipo. En un reciente viaje
por Tamaulipas, llegaron a conducir dos horas por una carretera estatal, sin ver
otro vehículo durante todo ese lapso. Un momento tenso.
Pero para la gacela,
la sombra que se retira, ese es el menor riesgo. Sostiene que el narco sabe
quién es López Obrador y eso basta.
“Sus camionetas no son blindadas. Nunca
hemos recibido una amenaza. Lo que le ayuda es su discurso. En todos lados le
preguntan ‘¿cómo va a combatir el narco?’ y el responde que con desarrollo
social y escuelas. Es un mensaje para estas personas que saben que el fuego no
se combate con fuego”, dice la ex asistente, cuyo ciclo de lidiar con retenes,
de cargar contra vallas y enfrenar el camino, ha
terminado.
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