La liga finalmente se rompió.
Fueron meses de acusaciones de corruptos, de humillaciones políticas, maltrato
y desprecio por parte del nuevo gobierno. Vivieron bajo amenazas de iniciar
procesos penales para quienes no quisieran ser trasladados al Instituto
Nacional de Migración y al resto lo trataron como objetos desechables. Los
mandaron a las calles en condiciones laborales que nunca habían tenido y cuando
se quejaron, los insultaron. Ningún respeto se había mostrado a una institución
que durante años fue la primera línea de fuego contra los criminales.
Desaparecerla e integrarla al Ejército, bajo el paraguas de formar parte de la
nueva Guardia Nacional, como planteó el gobierno, galvanizó la molestia que
venía creciendo y que provocó este miércoles una rebelión que cambió el
metabolismo en el corazón de las áreas de seguridad pública federal.
La rebelión comenzó a las
cuatro de la mañana del miércoles. A las 5:08 de la mañana se emitió el primer
informe a las autoridades superiores, que daba cuenta de que los policías
federales que iban a salir del Centro de Mando de la Policía Federal en
Iztapalapa para pasar exámenes de control de confianza, habían cerrado los
accesos para impedir la salida o entrada de cualquier vehículo. A través de los
chats de los policías federales, comenzaron a llegar los avisos de refuerzos.
Los primeros salieron de la zona de San Juanico, sobre la carretera que conecta
la Ciudad de México con Pachuca, donde se encuentra un cuartel de la Policía
Federal y de la Gendarmería -una base policial muy grande y considerada
modelo-, y bloquearon la autopista.
Una alerta, jamás confirmada,
apareció en los celulares: “Compañeros ya vienen los PM (policías militares)
con equipo antimotines para sacarnos… compañeros compañeros hay que apoyarlos y
vienen los guachos (soldados) con anti motín no hay que hacerles caso no hay
que ser militarizados ánimo… ánimo”. Los reportes mostraban que la rebelión no
se limitaba a los policías federales a quienes les habían quitado prestaciones,
antigüedad y los habían alejado de sus familias para ser tratados como
elementos de segunda clase dentro de la Guardia Nacional, sino que se estaban
sumando elementos de las siete divisiones de la Policía Federal en todo el
país. Sólo en la Ciudad de México hubo seis bloqueos, incluidas la sede de la
Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana y el cuartel general de la Policía
Federal.
La rebelión pudo haber
sorprendido a muchos, pero se venía gestando. El detonante fueron unas
notificaciones que recibieron policías federales el martes, donde les
informaban que a partir de la fecha del oficio estarían bajo las órdenes de la
Secretaría de la Defensa Nacional que significaba un cambio radical a sus
esquemas laborales: se acababan los descansos de cinco días al mes por 25 días
de trabajo consecutivo, incluidos los fines de semana. La operatividad, que era
el equivalente a un bono de riesgo, de nueve mil 800 pesos, también
desaparecía. Serían absorbidos por el Instituto de Seguridad Social de las
Fuerzas Armadas a partir de enero de 2020, cuando también entraría en vigor la
homologación de sus salarios con los de los militares. No sabían a cuánto
equivaldría porque aún no lo precisa la Secretaría de Hacienda.
Los policías federales
dejarían de ser civiles y pasarían a ser militares, aunque asignados a la
Guardia Nacional, que es un cuerpo paramilitar mediante el cual el presidente
Andrés Manuel López Obrador dio los primeros pasos para desaparecer a la Policía
Federal, y sentar las bases para que, si encuentra las condiciones políticas
durante su sexenio, eliminar a las Fuerzas Armadas, que serían absorbidas a esa
nueva estructura que entró en vigor el domingo pasado. Las nuevas condiciones
perfilaban que cerca del 30%, según circuló en los chats de los policías
federales, pensaban pedir su baja, aun cuando no les dieran el finiquito.
El presidente López Obrador
dijo durante la conferencia de prensa matutina que no se iba a despedir a nadie
que cumpliera con los requisitos -uno muy importante es el peso, donde los
militares están exigiendo dietas para reducir hasta 35 kilos- ni tampoco se
iban a modificar sus prestaciones, lo que contrarrestó con la información que
les habían dado a los policías federales en la víspera. Pero volvió a arremeter
contra los policías al asegurar que la institución “se echó a perder” al
relajarse la disciplina y se cometieron abusos. El presidente incurrió una vez
más en el error que llevó a esta crisis, al personalizar en los policías las
deficiencias, omisiones e incluso corrupciones de algunos mandos superiores, o
en la Secretaría de Gobernación durante la administración del presidente
Enrique Peña Nieto.
La rebelión no fue sofocada,
y los federales preparaban continuar este jueves la protesta con un paro
nacional. El secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, buscó neutralizar
la rebelión con paliativos, algunos concretos -como el regreso de seguros
médicos privados, que sirvieron para salvarle la vida a decenas de policías heridos
en combate- y la no separación de sus familias. Poco efecto tendrán en el fondo
del problema. La convicción es que los desaparecerán, que los militares
aceptarán quedarse con un mínimo número de ellos y, sobre todo, que las
palabras llegaron tarde. Las humillaciones, vejaciones, amenazas y descrédito
permanecen como heridas incurables.
Las autoridades esperan
sofocar la revuelta y podrá ser esa la solución inmediata. Pero el daño
permanece. La moral dentro de la Policía Federal es muy baja, como consecuencia
del maltrato sistemático del gobierno, como lo ratificó ayer mismo el
presidente López Obrador. Más allá de alcanzar un resultado favorable, no ganan
él, ni Durazo, ni los policías federales. Esta crisis favorece a los
criminales. Nadie parece saber para quién trabaja.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/4 DE JULIO DE 2019)
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