Si todas las afirmaciones que
hizo Jesús El Rey Zambada en la Corte Federal de Brooklyn son ciertas, desde
hace unas dos décadas México es un narco Estado. Según Zambada, el presidente
Enrique Peña Nieto recibió dinero del cártel del Pacífico desde que era
gobernador del estado de México, y el secretario de Seguridad Pública de Felipe
Calderón, Genaro García Luna, también. Gabriel Regino, el brazo derecho de
Marcelo Ebrard cuando era secretario de Seguridad Pública del gobierno de
Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México, igual. Gobernadores,
generales, comandantes de la policía, con las manos llenas de dinero sucio a
cambio de brindar protección a Ismael El Mayo Zambada, jefe de esa organización
criminal, hermano de El Rey y compadre de Joaquín El Chapo Guzmán, a quien se
juzga en Nueva York.
Bajo esa misma lógica
declarativa, pronto aparecerían otros nombres que en algún momento tuvieron
relaciones institucionales, al menos, con personas a quienes se ha investigado
por presuntos vínculos con el crimen organizado. Entre ellos funcionarios de
Los Pinos en la administración de Peña Nieto y de Vicente Fox, o futuros
funcionarios en el gobierno entrante de López Obrador. Ex procuradores
federales y estatales, periodistas y empresarios, jueces y religiosos también
serían embarrados en el potaje de los Zambada. Pero son tan extraordinarios los
señalamientos del criminal detenido en 2008 en la Ciudad de México, que habría
que preguntar exactamente qué es lo que está persiguiendo la Fiscalía en
Brooklyn, a la que se le sumaron para el juicio de El Chapo fiscales de la
Corte en Miami y el Departamento de Justicia.
El caso rebasó a Guzmán. Todo
el Estado Mexicano está a juicio en Nueva York. Pero también, inversamente, el
gobierno de Estados Unidos. García Luna fue doblemente verificado por la DEA y
revisado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos tiempo antes que
lo señalara Zambada de haber recibido dinero sucio, y el gobierno
estadounidense le otorgó una visa extraordinaria de residencia que sólo dan a
contadas personas en el mundo, además de que entre los socios de su consultoría
figura José Rodríguez, quien como número 2 de la CIA fue el encargado de
encontrar la pista que finalmente llevó a Osama bin Laden. Regino trabajaba con
Ebrard y López Obrador, quienes a su vez contrataron los servicios de asesoría
en materia de seguridad de Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York y
actualmente el abogado personal del presidente Donald Trump. Si las cosas son
como las plantea Zambada, ¿nunca estuvieron enterados de lo que hacían las
personas con las que estrechamente trabajaban?
Todo esto no niega la
infiltración de los cárteles de las drogas en instituciones mexicanas y la
penetración que durante años les ha permitido operar con altos rendimientos. Habría
que recordar al general Jesús Gutiérrez Rebollo, el zar de las drogas, quien 48
horas después de haber sido reconocido en la Casa Blanca por el general Barry
McCaffrey, zar de las drogas en la Administración Clinton, fue detenido por su
involucramiento con el Señor de los Cielos, Amado Carrillo. O la razón por la
que el cardenal Juan José Posadas Ocampo iba al aeropuerto a recibir al nuncio
apostólico Gerónimo Prigione aquél mayo de 1993 en que lo asesinaron en el
aeropuerto de Guadalajara: para inaugurar una mueblería de Eduardo González
Quirarte, un acaudalado empresario tapatío que era en realidad lugarteniente
del Señor de los Cielos.
Lo que se propone en este
texto es un ejercicio dialéctico para poder entender qué es lo que está
sucediendo atrás del banquillo de testigos en la corte neoyorquina. ¿Por qué
los testimonios de Zambada fueron filtrados? En cambio, los de Osiel Cárdenas,
el ex jefe del Cártel del Golfo que inició el reclutamiento de militares que se
convirtieron en Los Zetas, que se acogió al programa de testigos protegidos, se
mantuvieron en secreto sin que la prensa supiera nada qué es lo que testificó y
contra quién. Zambada actúa como Édgar Valdés Villarreal, La Barbie, ciudadano
estadounidense que trabajó bajo sus órdenes y la de los hermanos Beltrán Leyva
en la Ciudad de México, y cuando se presentó a juicio en Estados Unidos, habló
como El Rey ahora, por lo que su testimonio fuera desechado porque no se
sostenía en evidencias.
Las afirmaciones de Zambada
hay que tomarlas con cuidado. Por ejemplo, ¿alguien se pregunta por qué afirma
haberle dado seis millones de dólares a Peña Nieto y García Luna, en un
restaurante a ambos, pero en momentos diferentes? ¿Alguien se cuestiona porqué
en los dos casos dijo que hubo dos entregas? Puede ser una mera coincidencia,
pero puede que no. Hace casi 20 años, dos ex agentes de inteligencia de la
Marina vendían en un millón de pesos la “información” que Raúl Salinas, hermano
del ex presidente Carlos Salinas, estaba vinculado al narcotráfico. La historia
de los dos agentes, confrontada por este reportero, no se sostenía. La DEA los
había acogido a su programa de testigos protegidos, pero a los seis meses los
regresó a México. No servían para nada. Su “información” era falsa, pero un
periódico capitalino la publicó, manchó para siempre el nombre de Salinas.
El testimonio de Zambada
recuerda aquella historia de finales de los años 90. Una vez más hay que
subrayar que no se plantea la inexistencia de vínculos con el narcotráfico de
nadie de los expuestos, pero se tiene que probar con evidencia, como otros
casos de alto impacto. De otra forma, estaremos ante una enorme cortina de humo
para esconder a no sabemos quién o quiénes, de qué nivel y en qué lugar, con
qué propósito ulterior.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ ESTRICTAMENTE
PERSONAL/22 DE NOVIEMBRE DE 2018)
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