Fulgurante ha sido el ascenso de
Oseguera en el mundo criminal. Foto: Especial.
Todo indica que los días del
capo Nemesio Oseguera –El Mencho –jefe del Cártel de Jalisco Nueva Generación
(CJNG), están contados.
El gobierno federal inició
una ofensiva en su contra desde mayo último y el Departamento del Tesoro de
Estados Unidos, por su parte, le sigue los pasos lo mismo a él que a sus
familiares desde el 2015, cuando ordenó congelar cuentas y “boletinar” las
empresas relacionadas con Rosalinda González Valencia, su esposa, detenida por
efectivos de la Marina en Zapopan, Jalisco, hace cuatro meses.
Este golpe fue uno de los más
contundentes en contra del jefe del CJNG, la organización criminal que más ha
crecido al amparo del gobierno de
Enrique Peña Nieto y que en Jalisco, bajo la administración del gobernador
Aristóteles Sandoval, ha convertido a esa entidad en su principal asidero.
Y es que tras el arribo al
poder de Sandoval, el CJNG sentó sus reales en Jalisco y convirtió el
territorio en su principal feudo. Lo sigue siendo. En 2012, el CJNG todavía era
un brazo muy fuerte del cártel de Sinaloa. A través del empresario Tony Duarte
–en realidad es el operador de Ismael El Mayo Zambada en El Bajío y Occidente,
según información de la PGR –financiaron la campaña del actual gobernador de
Jalisco y, como pago, el CJNG se adueñó de la plaza y convirtió al gobierno en
su principal cerco protector.
Documentos en poder de este
reportero sostienen, por ejemplo, que Nemesio Oseguera dispuso de toda la
policía del estado para sus fines mafiosos que lo mismo sirven para secuestrar
a rivales que para brindar protección a la red de narcotienditas en todo el
territorio.
La policía también es
utilizada para secuestrar y asesinar a enemigos del CJNG. Si un miembro del
grupo criminal es detenido, los abogados del cártel de aprestan, de inmediato,
a liberarlo y para ello utilizan sus buenas relaciones con agentes del
Ministerio Público, jueces y hasta magistrados. Esta es una estructura de poder
muy bien lubricada con “cañonazos” de dinero a los que, por lo visto, nadie se
resiste.
Fulgurante ha sido el ascenso
de Oseguera en el mundo criminal. En sus inicios, viajó a Estados Unidos, con
hambre de triunfo, y se enganchó en el narcotráfico. Estuvo preso por un tiempo
y fue liberado. No obstante, Oseguera siguió en sus andanzas. Hace una década
todavía era empleado del cártel de los hermanos Valencia, sus paisanos, todos
ellos nativos de Michoacán, pero muy pronto se colocó como uno de los capos más
importantes del gobierno de Peña Nieto. Diestro en las artes del mal, sus armas
fueron la violencia y la corrupción. Así, su crecimiento no se explica sin la
protección oficial.
Con un poder corruptor
infalible y una capacidad de fuego capaz de enfrentar al propio Ejército
Mexicano, como ya quedó demostrado en varios enfrentamientos, Nemesio Oseguera
se apropió de varias entidades para afincar su poder.
Dispuso que Jalisco fuera su
base, Michoacán a menudo sirve como refugio, Nayarit significó una ampliación
del CJNG con el respaldo del entonces gobernador Roberto Sandoval, impune hasta
la fecha pese a sus fechorías documentadas, y sus tentáculos también se
extendieron hacia Guanajuato, Estado de México, Sinaloa, Sonora, Hidalgo,
Veracruz –arribó al asumir el gobierno Miguel Ángel Yunes Linares –hasta
convertirse en el segundo capo más poderoso, después de Ismael El Mayo Zambada,
otro protegido del poder que no tiene para cuando ser detenido. Lleva más de
cinco décadas en el negocio criminal sin ser molestado.
Pero tanto el poder político
como el criminal no son eternos. En las postrimerías del sexenio peñista, según
se observa, los días de Oseguera parecen estar contados: desde mayo último el
Ejército, La Marina y la Procuraduría General de la República emprendieron
acciones conjuntas para localizarlo y detenerlo, pero El Mencho se ha
convertido en una pesadilla sexenal debido a la violencia que ha generado en el
país.
El Mencho es un hombre
sanguinario, frío cuando asesina, insensible cuando tortura. Al CJNG se le
atribuye el secuestro y captura de un grupo de agentes federales que, ya en
poder de Oseguera, difundieron un video con un claro mensaje amenazador en
contra del actual secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida. Lo
agentes fueron ejecutados, la saña sin límites al descubierto. Después
secuestraron a dos cineastas, aparentemente sin vínculos con el narcotráfico,
que terminaron muertos. Se afirma que los confundieron con rivales del cártel,
pero las huellas de la desmedida brutalidad aplicada a sus cuerpos todavía no
la digiere el inconsciente colectivo, imborrables las heridas.
Aún se recuerda el
enfrentamiento de los gatilleros del cártel con un batallón militar, hace dos
años; todavía cruzan por la memoria las imágenes del helicóptero de la
Secretaría de la Defensa Nacional derribado en pleno combate, muestra
imborrable del poder de fuego del cártel de Oseguera, la metralla que humilló
al Ejército porque cuando el hecho es referido jamás los soldados son
mencionados como vencedores de un enfrentamiento donde quedaron al descubierto
sus fallidas estrategias de guerra.
Y qué decir de los intentos
por capturarlo, propios de una película fantástica donde el gobierno de Peña
simplemente no ha querido detenerlo por complicidad o por incapacidad. Ambas
imperdonables por una sociedad lastimada y no menos agredida..
Y así, con innumerables
hechos violentos, se puede describir la enorme carnicería humana generada por
este cártel en todo el territorio nacional.
Ahora que se acerca el final
de la tragedia sexenal, parece que los días de Nemesio Oseguera están contados.
El gobierno de Peña Nieto, cómplice e impulsor del capo, ha anunciado que
militares y marinos están muy cerca de capturarlo. Pero hasta la fecha el capo
ha sido más hábil que el Estado. Así lo parece, aunque la sospecha de la
protección oficial no puede evitarse.
En los últimos meses el
principal círculo de Oseguera ha sido debilitado al efectuarse varias
detenciones importantes tanto de sicarios como de operadores financieros y
jefes de plazas.
Por ejemplo, fue detenida su
esposa Rosalinda González Valencia y con ella también cayeron Gerardo Botello
González, El Cachas, jefe de plaza en Michoacán, así como Juan José Farías
Álvarez, El Abuelo, quien tenía a su cargo el estado de Guanajuato, territorio
que al igual que otros está inundado de narcotráfico y lavadores de dinero al
amparo de gobiernos panistas.
Apenas en abril último fueron
capturados José Gutiérrez Ochoa, conocido como El Señor de la TT, identificado
por las autoridades como cuñado Rubén Oseguera –hijo de Nemesio –,El Menchito.
Junto con él también cayó Jorge Luis Sierra Estrada, El Orejón, compadre de El
Mencho.
Y otro golpe contundente
significó la captura de Javier Valle Brawnt, El Peque, señalado por la PGR como
el principal proveedor de precursores químicos del CJNG.
Sin duda que estas
detenciones significan golpes fuertes a la estructura del cártel con mayor
expansión en los últimos años, pero lo que ha golpeado el ánimo del capo, según
se afirma, es la captura de su esposa y de su hijo, Rosalinda González y Rubén
Oseguera González, respectivamente.
Pese a estos golpes, el
cártel continúa su marcha. Cabe decir que el CJNG alcanzó su etapa de esplendor
con el boyante negocio de las drogas sintéticas, muy demandadas en Estados
Unidos, Europa y Asia. Si Nemesio Oseguera cae –preso o muerto –el poder del
cártel es tan inmenso que todo indica que nada ocurriría en la estructura
financiera de la organización, pues como ha sido claro en el sexenio de Peña
Nieto, a ningún grupo criminal se le han asegurado sus finanzas o al menos así
lo parece.
Aunque en su último informe
de gobierno Peña Nieto afirma que su herencia al nuevo presidente, Andrés
Manuel López Obrador, es un país convertido casi en un paraíso, lo cierto es
que en materia de seguridad Peña hereda un verdadero infierno.
Así lo reconoce Alfonso
Durazo, por ejemplo, el próximo secretario de Seguridad Pública, quien será uno
de los hombres más poderosos del gobierno federal: estará al frente de la tarea
más importante del gobierno: frenar la violencia y combatir a los cárteles.
Peña Nieto hereda un territorio
con catorce organizaciones criminales y un nivel de penetración en la vida
política que no tiene parangón en la historia reciente: el 80% de los
municipios en manos del narco y amplias redes empresariales, impunes por todas
partes, que lavan los activos de la mafia.
De pie y firmes siguen los
cárteles de Tijuana y Jalisco Nueva Generación; Sinaloa –ahora dividido en
cuatro frentes –Golfo, Zetas, Los Rojos, Los Ardillos, La Resistencia, el
Cártel de Los Caballeros Templarios, Los hermanos Valencia, la organización
Díaz Parada –traficantes de marihuana en Oaxaca –, el grupo de los hermanos
Beltrán Leyva, entre otros pequeñas y grandes organizaciones criminales que se
han entreverado en la vida pública toda.
A todo este mundo criminal
hay que sumar a la policía, otro cártel, tan pernicioso como los grupos más
beligerantes que azotan al país.
De ser detenido Nemesio
Oseguera, se pondría fin a uno de los capos más violentos del país, pero el
narcotráfico seguirá tan intacto como siempre. Como a menudo ocurre, se golpea
a los grupos criminales pero el negocio siempre es protegido. Colombia es el mejor
ejemplo: no tiene violencia de alto impacto pero tiene el manejo de la
exportación mundial de drogas. Narcos y políticos están a salvo.
Y todo con al amparo del
poder y con la venia de Estados Unidos y los grupos empresariales. Ellos son
los que mandan. Su poder es tan inmenso que hasta ponen y quitan a los
presidentes en Continente, siempre de
acuerdo con sus intereses.
Pero la sociedad sigue
pensando que todavía tiene el poder de elegir.
(SIN EMBARGO/ RICARDO RAVELO/ SEPTIEMBRE
07, 2018, 12:20AM)
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde
hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen
organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008
por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la
fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh
durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex.
Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de
un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.
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