La discusión del voto útil es
inútil. Plantear, como lo han venido haciendo diversos actores políticos que
frente a Andrés Manuel López Obrador tiene que darse ese voto estratégico a
favor de Ricardo Anaya o de José Antonio Meade, es ocioso, en el momento
actual, y soslaya el realineamiento de electores en esta elección presidencial.
El más importante lo provocó Anaya por diseño, al recorrerse al campo que ha
ocupado López Obrador desde hace dos décadas, y plantear como eje de su campaña
la corrupción del PRI y la cárcel para el Presidente Enrique Peña Nieto. El
candidato de la coalición Al Frente por México se fue al extremo opuesto del
régimen, mientras que el candidato de Juntos Haremos Historia se retiró de las
antípodas, con lo cual produjo un fenómeno que no se vio en 2006 y 2012, al
aniquilar la posibilidad de voto útil entre PRI y PAN, y construir una doble
opción para López Obrador, que se convirtió en la segunda mejor alternativa de
priistas y panistas.
La dialéctica con la que se
están moviendo los militantes de esos dos partidos convierte en retórica pura
la posición de Anaya de apelar al voto útil de los electores, sin que esto
signifique que el desenlace será un acuerdo cupular. Nadie puede pensar
seriamente que esa podría ser una opción pública, como parecen sugerir algunos
representantes de la prensa política, que a veces sueñan con una cumbre entre
Peña Nieto y Anaya. Los votos útiles en las dos últimas elecciones
presidenciales se dieron de facto, por razones coyunturales y decisiones
pragmáticas para evitar que López Obrador llegara a la Presidencia. Pero en
esos dos procesos, el PRI y el PAN estaban en el mismo barco; en 2018, Anaya se
metió al barco de López Obrador. La ecuación vigente, por tanto, es diferente a
la que se vivió en 2006 y 2012.
Desde hace más de un año,
Anaya fue construyendo un discurso de ataque sistemático contra el Presidente y
el PRI. El discurso sólo fue notado en la República de las Opiniones cuando se
definió su candidatura presidencial y en el arranque de campaña, pero en Los
Pinos llevan tiempo de tener claro que si había un candidato que llevaría a
Peña Nieto a la cárcel, ese sería Anaya. Nunca tuvieron en su mapa de riesgos
esa posibilidad con López Obrador, quien se ha corrido al centro izquierda de
la geometría electoral para presentar una imagen, en este tema, conciliador con
el régimen actual. Su postura no es de tolerancia a la corrupción, pero no
generaliza, sino personaliza, con lo cual no lastima a los priistas, pero
tampoco perdona a quien considera corruptos. Anaya, en cambio, ha disparado con
escopeta, generalizando en todos los priistas la rapacidad, y personalizando en
Peña Nieto.
“Jamás votaremos los priistas
por Anaya”, dijo uno de los cuadros de mayor relevancia y trabajo en el PRI. La
lucha es contra López Obrador porque de lo único que estamoss completamente
seguro es que Anaya no va a ser Presidente”. Escenarios desesperados en la
mente de funcionarios del gobierno o miembros del cuarto de guerra de Meade,
incluyen que la PGR obtenga una orden de aprehensión contra el panista por
presunto lavado de dinero y evasión fiscal, aunque la parte menos contaminada
por el miedo a la derrota considera que una acción de esa naturaleza sí podría
eliminarlo de la contienda, pero la victoria se habría consumado, antes de la
elección, con López Obrador.
El voto útil no funciona bajo
este escenario, que es en donde se mueven los candidatos presidenciales. Hay
otro escenario, no explorado, que es el que utilizaron los estrategas de
Mariano Rajoy, el Presidente del gobierno español, que entró a un proceso electoral
con 70 por ciento de rechazo del electorado, porcentajes similares a los que
tiene Meade en su propia lucha por la Presidencia. Uno de los responsables de
la estrategia que le dio al final la victoria a Rajoy, dijo en una reciente
visita a México que lo que hicieron fue colocar a todos sus principales
oponentes en el mismo lado, identificándolos como lo mismo. Sabían que con ello
fortalecían indirectamente a los partidos emergentes Ciudadanos y Podemos, pero
beneficiarían a Rajoy con la estrategia, tal y como sucedió.
Extrapolado al caso mexicano,
Anaya está impedido por su propia estrategia, de marcar una diferencia con
López Obrador -aunque haya muchas en el fondo-, mientras que Meade tendría que
colocarlos, como hicieron los estrategas de Rajoy, como los radicales del
proceso electoral. Es decir, su batalla no sería a partir de dos discursos
diferenciados, el de corrupción contra Anaya, y el del miedo contra López
Obrador, sino ponerlos en la misma bolsa como los radicales anti
establecimiento que quieren alterar el rumbo de la Nación. Sólo de esta manera
podría darse, en un segundo momento, la posibilidad de un voto útil del
electorado, moviendo una elección presidencial que hoy en día se parece más a
la del 2000, la del cambio de régimen por el hastío contra el PRI, a la de
2006, donde ganó el miedo a lo que podría llevar López Obrador al país.
El problema es el tiempo,
pero no sólo para persuadir al electorado, sino para construir una campaña
competitiva y mostrar confianza hacia el interior del PRI que pueden ganar, con
lo cual se pondrían a funcionar los resortes y las maquinarias electorales
priistas detrás de Meade, que hasta este momento están pasivas y dubitativas,
lo que será analizado en una columna posterior.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/RAYMUNDO RIVA
PALACIO/02/05/2018 | 04:02 AM)
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