Previo al homicidio, un testigo y la
madre del acusado observaron en diferentes momentos la violencia ejercida por Sergio
Enrique contra Valeria Ahumada. Lo vieron subirse encima de ella, golpearla,
intentar asfixiarla, golpearla, gritarle amenazas, hasta que el joven terminó
matándola. Está acusado de feminicidio con premeditación, pues en su trayecto
paró en una farmacia y compró unos guantes de látex que utilizó para cometer el
crimen
Durante la noche del martes
14 y la madrugada del miércoles 15 de abril, tanto la madre de Sergio Enrique,
como su amigo Óscar Manuel Córdova, observaron la violencia progresiva a la que
fue sometida Valeria Ahumada Jáuregui y que concluyó con su asesinato.
En ese contexto, Joaquín
Ahumada Leyva, padre de Valeria, cree que el crimen pudo evitarse.
Los datos surgieron de la
lectura del expediente del Ministerio Público contra Sergio Enrique, presentado
ante el juez en audiencia de vinculación a proceso celebrada el martes 24 de
abril en la Sala 4 del Centro de Justicia de Río Nuevo en Mexicali, donde se
reveló que el feminicidio fue premeditado, pues el agresor pidió un traslado a
su amigo (acompañado de Valeria) y en el trayecto llegó a una farmacia para
comprar guantes de látex, mismos que portó cuando de acuerdo al testigo, mató a
la joven.
La audiencia de vinculación
estaba pactada para las nueve de la mañana, pero una hora antes, familiares y
amigos de Valeria acudieron a apoyar y hacer presión. Vestían camisetas blancas
y pancartas contra los feminicidios, exigieron justicia para la joven madre de
23 años de edad, quien según expresó la jueza Sara Perdomo, parecía estar
envuelta en un círculo de violencia.
Los agentes del Ministerio
Público comenzaron con la exposición donde afirmaron tener pruebas contra
Sergio Enrique, pero en realidad solo una apuntaba directamente al presunto
responsable: el testigo Óscar Manuel Córdova.
A través de su declaración,
la fiscalía logró establecer cómo ocurrieron los hechos previos y la misma
muerte de Valeria.
En la narrativa del
Ministerio Público se comentó que las madres de los novios sabían que Valeria
sufría violencia psicológica y física, por lo que la familia de ella tenía
reservas sobre Sergio Enrique. La noche previa al homicidio, Martha Patricia
Jáuregui, madre de la joven, la llamó para preguntarle dónde estaba, ella
respondió que convivía con Sergio Enrique en su vivienda en el fraccionamiento
Villas del Colorado.
Alrededor de la media noche
llegó a su casa la señora Noemí Dueñas, madre de Sergio Enrique, y observó a la
pareja conversando de manera regular. Ingresó a su habitación para dormir. En
la madrugada escuchó fuertes golpes en paredes y suelo. Se asomó a la sala con
preocupación, y observó a su hijo encima de su novia golpeándola y cubriéndole
el rostro para impedirle respirar; su expresión, según la narración,
evidenciaba desquicio.
El fiscal no explica detalles
de la intervención de la madre, pero tras esto, Sergio Enrique detuvo el ataque
y llamó a su amigo Óscar Manuel Córdova -testigo del caso-, para que lo apoyara
con llevar a su novia a su casa.
Luego de varias negativas
debido a la hora, Córdova accedió y alrededor de las cinco de la mañana del
domingo 15 de abril, llegó a la casa para cumplir con el favor. La declaración
continúa:
Óscar Manuel llega a bordo de
su vehículo Infinity, color gris, con placas de California. Permitió que ambos
se subieran a su carro y se dirigió hacia la casa de Valeria en el
fraccionamiento Villas de la República, pero los jóvenes iniciaron una nueva
riña.
Valeria recibió acalorados
reclamos que se convirtieron en golpes, pero Óscar Manuel, testigo de las
agresiones, no se involucró. De manera repentina, Sergio Enrique le pide que
cambie su destino, le da indicaciones hasta llegar a una casa en construcción
en la calle Sierra Encantada esquina con Sierra San Lázaro, en la colonia Lomas
de Abasolo. Antes de llegar le pidió detenerse en una farmacia. Ahí compró
guantes de látex. Óscar y Valeria se quedaron en el vehículo hasta que Sergio
regresó. Entonces continuaron la marcha hasta la casa en construcción.
Para evitar ver la golpiza,
Óscar Manuel salió del automóvil y llegó a una tienda donde compró cigarrillos,
terminó de fumar uno y regresó al automóvil. La situación ya estaba fuera de
control: Sergio Enrique se encontraba sobre Valeria, quien estaba recostada en
el asiento de la unidad, pero con la cabeza afuera; la puerta trasera estaba
abierta y observó cómo la golpeaba con una roca mientras la tomaba del cuello,
intentando asfixiarla.
El testigo corrió y le dio
una patada al agresor, pero este se abalanzó en su contra y tras algunos golpes
lo amenazó de muerte. En ese momento Valeria había perdido el conocimiento, por
lo que Sergio Enrique, quien posee un cuerpo delgado y de baja estatura, llevó
el cuerpo inerte de la fémina hasta el interior de la cuartería, tomó un vidrio
quebrado y lo clavó en su cuello en reiteradas ocasiones.
Entre golpes con los puños,
rocazos y el ataque con el vidrio, se contabilizaron 22 heridas en el cuerpo de
Valeria, las cuales causaron un choque hipovolémico y un traumatismo
craneoencefálico, que terminaron con su vida en poco tiempo.
Óscar y Sergio Enrique
regresaron al auto, y este último soltó una frase que el público en la
audiencia recordará: “Era algo que tenía que pasar… habló de más, soltó la
lengua”. A decir del testigo, Sergio repitió esas palabras muchas veces, como
si intentara convencerse de que no había otra salida y era lo correcto.
La teoría de la Procuraduría
General de Justicia del Estado, es que Sergio Enrique se dedicaba a la venta de
enervantes al menudeo, y aparentemente Valeria habría dicho “de más” a una
persona que “no debía” y por eso la mató.
Los dos hombres se dirigieron
hasta un terreno baldío localizado en la calle San Pedro Mezquital en la
colonia El Cóndor, ahí Sergio Enrique abandonó las pruebas que pudieran
vincularlo con el asesinato: un suéter color negro con rojo, el cual estaba
ensangrentado; los guantes de látex y una roca con mancha hemática donde además
encontraron un cabello que se presume era de la joven empleada de una tienda de
Plaza Carranza.
El miedo del testigo lo
obligó a tomar acciones. Aceleró la marcha de su carro y dejó a Sergio Enrique
en el lugar. A la mañana siguiente vio la pesquisa emprendida por el novio y la
coartada que presentó a través de un vehículo Uber, servicio al que responsabilizó
del extravío de la dama. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el
conductor del transporte, Ulises González Valencia, se deslindara afirmando que
atendió el llamado, pero nadie acudió al servicio.
Todo el relato fue escuchado
por el imputado, quien endureció el rostro y mantuvo su vista hacia adelante.
Cuando se le dio oportunidad de brindar una declaración, se negó, a sugerencia
de su defensor. Sergio Enrique fue vinculado a proceso por el delito de
feminicidio, otorgando un plazo de seis meses para la indagatoria.
Valeria sería la novena mujer
asesinada en lo que va del año y su juicio es el segundo que se tipifica como
feminicidio, crimen que de acuerdo a los hechos narrados por el testigo y la
madre del agresor, pudo evitarse, pero nadie actuó en su defensa.
(SEMANARIO ZETA/ EDICIÓN IMPRESA / RAMÓN TOMÁS BLANCO
VILLALÓN/ LUNES, 30 ABRIL, 2018 12:00 PM)
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