miércoles, 12 de marzo de 2014

FEDERALES LOS SOMETIERON A GOLPES, ASFIXIA Y AMENAZAS

               
Distrito Federal— A más de tres años y siete meses de su detención y de los cinco días posteriores en los que fue víctima de tortura por parte de elementos de la Policía Federal, Rogelio Amaya Martínez aún no puede contar lo sucedido sin que las palabras se ahoguen y sus ojos se vuelvan cristalinos.

“Sobre los hechos…”, alcanza a decir y se queda callado. No puede hablar nada más.

Los cinco exonerados de haber participado en la explosión del coche-bomba en julio de 2010 en Ciudad Juárez fueron sometidos a golpes, asfixia, choques eléctricos, inmovilización, amenazados con violarlos a ellos y a sus familiares, así como a ejecuciones simuladas, entre otros actos de tortura, según se pudo constatar en los resultados del Protocolo de Estambul, los cuales permitieron que la Procuraduría General de la República (PGR) retirara los cargos en su contra.

Ayer, en el auditorio del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro en la Ciudad de México, y rodeado por sus amigos –quienes también fueron acusados de delitos relacionados con la delincuencia organizada y portación de armas de uso exclusivo del Ejército–, así como por sus familiares y defensores, el juarense se levanta para intentar relatar su vida antes, durante y después de la detención.

Sin embargo, sus palabras se entrecortan al recordar lo vivido en 2010, cuando fue implicado, aunque no de manera judicial sino mediática, en la explosión de un coche-bomba en la ciudad fronteriza.

Patricia Galarza, del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, toma el micrófono y explica: “son muy rudos los centros federales, es para desintegrar a una persona y vienen saliendo de ese proceso. No es fácil. De hecho ellos están presentando sintomatologías diversas. Por ello pido su comprensión”.

“Yo soy… voy a hablar un poco de todos mis amigos. Antes de estos hechos nos dedicábamos a nuestro trabajo, que fue una de las pruebas contundentes para que estemos afuera, porque no era cualquier empresa, eran restaurantes, centros comerciales donde trabajábamos y que hasta ahora nos siguen apoyando de que tenemos las puertas abiertas”, inicia Amaya Martínez su participación ya con voz tranquila.

En conferencia de prensa en la Ciudad de México, Javier Enríquez Sam, integrante del Colectivo contra la Tortura y la Impunidad, organización responsable de aplicar el Protocolo de Estambul, aseguró que fueron elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP) quienes torturaron a Noé Fuentes Chavira, Rogelio Amaya Martínez, Víctor Manuel Martínez Rentería, Gustavo Martínez Rentería y Ricardo Fernández Lomelí.

“Las torturas fueron realizadas en las instalaciones de la PFP; unas en Ciudad Juárez, luego en el traslado en el avión que los trajo a la Ciudad de México y luego fueron llevados al hangar de la PFP, donde siguieron aplicando los métodos de tortura y después trasladados a las instalaciones de Iztapalapa, donde siguieron con lo mismo. Tuvieron cinco días con ellos para hacerles lo que no quieren imaginarse”, dijo Enríquez Sam.

Al hacerles la revisión y el estudio a cada uno de ellos, afirmó el derechohumanista, “lo que les podemos decir es que ellos fueron sometidos a múltiples golpes en cara, cuerpo, miembros superiores, inferiores, provocados con puños, patadas, derribados, se les subieron encima, les dificultaron la respiración, les generaron dolores intensos en las costillas, les taparon la cara, les echaron agua para asfixiarlos en varias ocasiones, les aplicaron toques eléctricos.

Además, “simularon ejecuciones con pistola, los amenazaron de violarlos a ellos y a sus familiares, les hicieron ver violaciones a compañeros, los desnudaron completamente, tuvieron que escuchar las torturas de sus otros compañeros, fueron grabados para autoinculparse, así como a tomar armas con las manos para mostrarlos como los grandes delincuentes”.

Aunado a ello, dijo, recibieron humillaciones, burlas, fueron exhibidos en los medios de comunicación como terroristas, les colocaron las esposas apretadas en manos y tobillos, los tuvieron inmovilizados, todo ello con el objeto de asumir los cargos, su participación en delincuencia organizada, en tráfico de armas y drogas.

“Estos fueron los cinco días terribles que vivieron y después fueron trasladados a un arraigo”, comentó.

Fue a partir de estos resultados que la PGR se desistió de continuar con las acusaciones.

El caso del coche-bomba, consideró Enríquez Sam, significaba una afrenta.

“Lo que hemos registrado nosotros como colectivo todo el tiempo es la fabricación de delincuentes. En este país se fabrican delincuentes por parte de los presidentes, así sean panistas o priístas y recurren a un elemento muy común que es la tortura. Este país ha firmado convenios y tratados donde dice que no debe de torturar y hace todo lo contrario”, dijo.

En este caso, advirtió, “Calderón se jugaba su prestigio y tenía que detener a alguien y dentro de estos detenidos fueron los muchachos, a ellos les tocó ser parte de la justificación de este gobierno de Calderón para decir ahí está, ya detuve a quienes hicieron actos de terrorismo”, agregó.

Los defensores aseguraron que se interpuso una denuncia en busca la reparación del daño por estos hechos.


(Martha Elba Figueroa/El Diario)
(EL DIARIO/ MARTHA ELBA FIGUEROA/  2014-03-12 | 00:01)

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