Apatzingán ─ El jefe en el retén de Loma de Hoyos es
un cuarentón güero, dueño de una tienda que los templarios visitaban cada mes
para recoger la cuota por cada una de las máquinas de juegos electrónicos.
Vendió un coche para comprar el cuerno de chivo que carga: “Me costó 35 mil pesos, pero ’orita ya andan hasta en 50
mil”.
El jefe sabe del
acuerdo firmado ayer en Tepalcatepec. Unos habrá que quieran ser defensas
rurales y otros policías, dice. Pero él y sus hombres no irán, ni de locos, a
registrarse a Apatzingán. No desarmados. ¿Para que nos maten? Ni locos.
Vive en Cenobio
Moreno, la ranchería que sigue ahí derechito, a cinco minutos. Ahí se alzaron
en armas hace como cinco meses, el día que la Policía Federal detuvo al
comandante conocido como El Americano. Se los quitamos a los federales, se
jacta.
Algunos vecinos
ayudan a las autodefensas a rellenar costales y armar la barricada en medio del
cruce de dos caminos. Los choferes son interrogados, y en rápidos intercambios
de miradas los lugareños dicen si los conocen o no.
Loma de Hoyos es una
de las cinco rancherías que están a cinco o 10 minutos de la cabecera municipal
de Apatzingán y que fueron tomadas por las autodefensas entre el domingo y el
lunes (las otras se llaman Cagüinas, Presa el Rosario, San Fernando y Puerta de
Alambre).
Son unos 30 hombres
con armas largas, que lo mismo montan su barricada que se reúnen con los
pobladores para explicar sus razones y pedir que se sumen a la causa de un
Michoacán libre.
La escena se repite,
con más hombres, en los municipios de Peribán y Los Reyes, con lo cual las
autodefensas ya no sólo cierran la dona sobre Apatzingán, sino avanzan hacia
Zamora.
El jefe güero afirma
que aquellos que no quieran registrarse deberán entregar las armas y reconocer
que también están de acuerdo en que las autodefensas nos registremos como
policías.
Sabe que tendrá que
ir a la zona militar en Apatzingán a registrarse, y dice que lo hará, pero
tiene sus condiciones: “Que primero agarren a las cabezas –del cártel– y que la
ciudad esté limpia de esos cabrones (los templarios)”.
Mientras organiza a
sus hombres para ir a hacer un mandadito, sigue hablando: Claro que queremos
pasear en el centro de Apatzingán, es nuestra ciudad. Pero si voy desarmado me
matan ahí, enfrente de un federal.
Los hombres del jefe
güero detienen a un taxista porque, dicen, les hacía trabajitos a los
templarios, del tipo de echar gente en la cajuela, gente que se iban a
despachar.
Al hombre, que se
ríe de miedo, le quitan el celular (cosa que hacen con muchos taxistas, pues
los integrantes del noble gremio de los chafiretes solían ser halcones) y
revisan los mensajes.
–Él fue templario y
te reconoció, no te hagas pendejo –dice uno con más cargadores que dientes.
–Sí, fue el peor
error que cometí –dice el ex templario, un treintañero regordete que se niega a
hablar por más que se le busca la cara.
“MI PAPÁ ES TEMPLARIO Y TE VA A TOCAR LEVANTÓN”
¿Treinta hombres, se
dijo? Bueno, 27. Porque aquí con el jefe güero andan tres chamacos de 17, 16 y
13 años. El más chico porta un arma que parece cuerno de chivo recortado.
No quiere dar su
nombre, pero acepta decir que anda aquí con su tío, que dejó la escuela en
segundo de secundaria. Qué bullying ni que nada. Lo rudo era ser compañero de
banca del hijo de un templario. Nomás porque sí, te ponían una putiza.
Mirándolo ahora con
su cuernito no se imagina nadie el día en que un compañero de escuela le dijo:
“Mi papá es templario y te va a tocar levantón”.
Interrumpe un vecino
de Puerta de Alambre, que llega a ponerse a las órdenes de las autodefensas.
Como todos, tiene información privilegiada (El Tío vivió en su ranchería en
mayo pasado) y una historia de horror. “A mí me levantaron un muchacho, cuando
fue el pleito entre El Chango Méndez y El Chayo Moreno, porque desconfiaban de
todos. Nos tuvimos que ir para Guadalajara, pero luego nos perdonaron”.
El chamaco de 16
años se metió a las autodefensas porque no le dejaron de otra. Los templarios
de su pueblo le dieron tres levantones porque lo querían de halcón. Era eso o
irse con los contrarios.
Ahora que las cosas
se calmaron en su pueblo, su mamá le dice que ya deje todo esto. Y él le
replica: No, amá, vamos a liberar más pueblos.
A unos tres
kilómetros, en Presa el Rosario, la encargada del perifoneo hace su trabajo. En
la casa de fulano tienen pollo asado y en la de zutano hay cerdo gordo y
tiernito.
Suelta el micrófono
y hace una relato que da idea de cómo funciona la renovada alianza entre el
gobierno y las autodefensas.
Dice que los
comunitarios llegaron el domingo, que aquí nomás anduvieron tanteando dónde se
pueden instalar. Eso sí, la noche anterior los helicópteros del gobierno
zumbaron largo rato arriba de las rancherías a las que ingresaron las
autodefensas poco después.
Antes de autodefensa
fue regador en los campos. Ahora, el hombre de aspecto pobrísimo hace guardia
en un retén a la salida de Nueva Italia. Sabe del acuerdo y le parece bien,
porque así se evitará que porten armas los que les gusta emborracharse y drogarse.
No son esas
debilidades humanas el problema principal de las autodefensas. Movimiento
horizontal, bola desordenada en apariencia, cada destacamento carga con la
historia de su nacimiento, con las broncas de su municipio y con las virtudes y
debilidades de los muchos jefes.
Por ejemplo, a pesar
de que José Manuel Mireles es el más conocido de los dirigentes de
Tepalcatepec, acá en la Tierra Caliente muchos aseguran que el médico sólo es
la cara pública y que los verdaderos mandones son otros: varios de los hombres
más adinerados de un municipio rico y una facción del PRI que rompió con el ex
alcalde priísta Guillermo Valencia (de hecho, Mireles tuvo fugaces incursiones
políticas en el PRD y Movimiento Ciudadano).
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ La Jornada | 2014-01-29 | 08:40)
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