MÉXICO,
D.F. (proceso.com.mx).- La reforma hacendaria puede convertirse en el
gran error del gobierno de Enrique Peña Nieto, ya que el resultado
podría ser una legislación que incumpla los objetivos recaudatorios y
desacelere la actividad económica, con sus inevitables consecuencias
sobre la vida nacional. La cadena de errores del gobierno y, muy
particularmente, de la Secretaría de Hacienda en el procesamiento de la
tan cacareada reforma estructural, no hace prever un final feliz tras
las primeras discusiones en el Senado.
El primer error fue una
iniciativa de reforma incongruente (Proceso 1924); el segundo, enviarla a
la Cámara de Diputados sin una negociación previa con al menos alguno
de los dos potenciales aliados estratégicos (PAN y PRD), cuyos votos
eran indispensables para sacarla adelante; el tercero, negociar
aisladamente con diputados y senadores, lo que obligó a duplicar los
costos de la misma; y, finalmente, el cuarto error fue empeñarse en
alcanzar un mínimo de recaudación, que a todas luces es insuficiente
para poder hablar de una reforma fiscal, de modo que se convierte en una
miscelánea fiscal más (Proceso 1926), pero se improvisan parches y
ajustes que amenazan con causar efectos nocivos.
Una auténtica
reforma hacendaria integral, como se vendió desde la campaña la
propuesta del hoy presidente Enrique Peña Nieto, obliga a un
planteamiento completo y armónico que logre satisfacer los objetivos
planteados, lo cual implica desde luego generar los ingresos públicos
necesarios para que el gobierno federal implemente las políticas
económicas y sociales que le permitan, al menos, impulsar el crecimiento
económico, garantizar los derechos sociales mínimos de todos los
mexicanos y redistribuir el ingreso, con el fin de aminorar las enormes
desigualdades existentes.
Para lograrlo se requiere que todas las
políticas respondan a un diseño integral y armónico que las alinee para
producir los efectos deseados y alcanzar los objetivos establecidos. La
iniciativa enviada al Congreso por el gobierno federal de entrada no
cumplía con este requerimiento, pues era insuficiente e incongruente
(Proceso 1924).
Primer error.
Pero aun en esas condiciones,
Hacienda pudo haber logrado mejores resultados si antes de enviarla se
hubiera acercado a las propuestas de cualesquiera de sus dos potenciales
aliados estratégicos (PAN y PRD), para asegurar que, más allá de las
embestidas de los sectores mayormente perjudicados con las
modificaciones legales (en toda reforma fiscal siempre hay sectores
afectados, aunque en algunos casos sea realmente pérdida de
privilegios), la iniciativa se aprobara sin cambios importantes, ya que
contaría con los votos suficientes para ello.
En lugar de optar
por alguna de esas dos fuerzas políticas, la iniciativa hacía
concesiones a ambas, aunque un poco más al PRD, con lo cual aquélla fue
el blanco perfecto para los legisladores del PAN y del PRD.
Segundo
error.
El bombardeo fue de tal magnitud que obligó al gobierno a
negociar con los diputados, pero al no convocar a negociaciones
bicamarales (lo que sí sucedió en iniciativas anteriores, como la
educativa), las concesiones que les hizo a los diputados perredistas
únicamente aseguraban el voto mayoritario en dicha Cámara y no en el
Senado. Desde antes de recibir la minuta, los senadores perredistas ya
habían anunciado que le meterían mano, y lo están cumpliendo; y los
panistas, desde su presentación el 8 de septiembre, ya estaban en pie de
guerra, en virtud de que la iniciativa afectaba directamente a su
clientela electoral y además tocaba fibras sensibles de Ernesto Cordero,
exsecretario de Hacienda e impulsor de algunas de las reformas que hoy
se propone derogar. Así duplicaron el costo de las negociaciones y
alejaron al producto final de la propuesta inicial.
Tercer error.
Pero
la terquedad de Hacienda (el gobierno y/o Peña Nieto) de hablar de una
reforma hacendaria en estos momentos obliga a improvisar parches y
remiendos. La iniciativa proponía incrementar la recaudación en 240 mil
millones de pesos, que representaban 1.4% del Producto Interno Bruto, en
un intento por financiar con éstos la pensión universal para adultos
mayores, el seguro de desempleo y la reestructuración administrativa y
fiscal de Pemex.
Aunque dicha cantidad no era suficiente, el problema se
agudizó porque los diputados la redujeron en más de 50 mil millones, y
ahora, los senadores, al eliminar el pretendido aumento del IVA
fronterizo a 16%, le agregan otro descuento de casi 20 mil millones, con
lo cual la suma de los recortes alcanza –al menos– los 75 mil millones
de pesos, casi la tercera parte del incremento pretendido.
En
estos momentos el gobierno sabe que la reforma fiscal fracasó, que todo
quedó en una miscelánea fiscal más, y necesariamente tendrá que volver a
plantear el tema en un futuro muy próximo.
Pero en lugar de retirarse
con sus magras ganancias y replantear el presupuesto de egresos, se
empeña en recuperar algo de lo perdido a través de opciones meramente
recaudatorias: una especie de IETU de 5% a las grandes empresas; aumento
de un peso al gravamen a los refrescos e incremento de la tasa del
impuesto a los alimentos chatarra de 5 a 8%.
Ya se olvidaron de
alinear y armonizar las nuevas propuestas con los objetivos
originalmente planteados; también quedó atrás la intención de
incrementar sustancialmente la recaudación fiscal (eso se cayó desde la
aprobación de la iniciativa en la Cámara de Diputados); y seguir
improvisando sin suficiente análisis y reflexión puede conducir no
únicamente a recuperar menos de lo esperado, sino a producir daños
colaterales, particularmente si éstos impactan negativamente en el PIB,
la generación de empleos y la pobreza, entre otros.
Cuarto error.
Los
analistas económicos y financieros internacionales ya habían empezado a
bajar sus muy optimistas expectativas sobre la economía mexicana,
simplemente porque pensaban que las llamadas reformas estructurales se
estaban demorando demasiado. Cuando vean las enormes distancias entre lo
prometido y lo obtenido, probablemente sus opiniones serán neutras o
negativas.
Una reforma fiscal no puede concretarse con
improvisaciones y ocurrencias de último momento, ya que las
consecuencias sobre la economía y la vida nacional pueden ser funestas. Y
eso es precisamente lo que hoy ocurre con esta miscelánea fiscal, por
la sucesión de errores que cometió el actual gobierno.
/30 de octubre de 2013)
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