Fernando Villa
Escárciga
Cuando el derecho
prevalece, la política pasa al terreno de lo anecdotario y más allá de los
enunciados verbales han de quedar las razones de ley.
Esa debe ser la
médula de la controversia suscitada ayer por la colocación de una “pluma” a la
entrada del terreno contiguo al hotel Marinaterra.
Otra vez Luis Zaragoza Navarro, claman los
corifeos de posturas oficialistas del Ayuntamiento por la decisión del
representante del Grupo Grossman.
En
razón de documentos que amparan su proceder, antes que un bloqueo se trata de
controlar la entrada y salida de personas y vehículos al
área.
Son signos de los
tiempos, que nadie se espante, derivados de la marabunta humana que arriba a San
Carlos por estas fechas de asueto.
Se
considera para ello la necesidad de asegurar en lo posible el área de la Marina
San Carlos a cargo de los Grossman y están en su derecho.
Es
propiedad privada, arguyen, y más allá de los berrinches del regente del hotel,
Mauricio Cervantes, ha de haber
documentos que así lo amparan.
“Tenemos títulos de
propiedad, factibilidad de uso de suelo y hasta la Cartografía del Municipio”,
expone Zaragoza Navarro.
De
ninguna manera, abunda, se trata de cerrar el área ni de impedir el paso a
personas que tengan negocio o visiten las instalaciones del
hotel.
Durante los últimos
días eso se le notificó a Cervantes pero cuando las emociones se caldean surgen
actitudes fuera de lugar.
Algo así le pasó a
Mauricio al perder los estribos y hacer sus “panchos” con su vehículo en marcha
contra los de seguridad contratado por los Grossman.
El
asunto se pone bueno al disputar los del Marinaterra la propiedad del terreno de
cerca de 4 mil metros cuadrados: algo así como 800 mil
dólares.
Tarde o temprano
saldrá a flote el también representante del hotel, Eduardo Lemmenmeyer con todo su poderío
a cuestas.
Es
el mismo representante de la Federación Turística de Sonora y que, por cierto,
presume de relativa cercanía con el gobierno.
Pero eso ni le va ni
le viene a Teresa Célis de Grossman
y su gente, entre las que destaca Luis, regidor al que atribuyen algunas
tempestades.
En
este caso, hay que decirlo, las razones parecen estar de Grossman y Zaragoza
Navarro si de fundamentos de ley se trata.
Porque Tere Grossman
pudo adquirir el predio de marras tras las truculencias en Guaymas de José Martínez
Güitrón.
Los Güitron,
empresarios favoritos durante el sexenio de Carlos Salinas, a punto estuvieron de
transear en San Carlos propiedades con valor de 50 millones de
dólares.
Tiempos aquellos en
que el Marinaterra se llamaba plaza Las Glorias y en que Bancomer a punto estuvo
de quedarse con todo el paquete.
Se
decía que los Martínez –también dueños de la antigua Conagusa – habían entregado
su proyecto de construcción al Municipio. No fue así.
Al
parecer el terreno fue adquirido por el Grupo Grossman y lejos de ser propiedad
pública es de la empresaria representante de la firma.
Salvo demostración en
contrario –en San Carlos suelen aparecer “papeles” que amparan a varios dueños
sobre un mismo bien – el predio lejos está de ser público.
Tampoco sería de
Cervantes o Lemmenmeyer que lo usan como estacionamiento para el hotel ¿O
tendrán papeles? A ver qué argumentan.
Mientras tanto,
Zaragoza se siente tranquilo, tanto así que pidió al Secretario del
Ayuntamiento, Ricardo Valenzuela,
hablar con la alcaldesa.
“Esto lo arreglo yo”,
respondió entonces el funcionario con pinta de charrito de cantor de vernácula
película cincuentera.
De
una u otra forma, Zaragoza se comunicó con la alcaldesa Mónica Marín quien le pidió quitar la
“pluma” de marras.
Con postura de
ciudadano antes que de Regidor, Zaragoza fundamentó las razones del Grupo
Grossman a la mandamás oficial del Municipio.
Por lo pronto, el
control físico y legal sobre el acceso al predio está del lado de los
Grossman.
Ya
se verá qué tan hábiles son los
Mauricios para responder con todo y su mandadero Miguel Domínguez. El comisario de los
desayunos de gorra.
Lo
dicho, en San Carlos es más fácil encontrar pterodáctilos que gaviotas y
volcanes en erupción que terrenos en orden.
Salud, pues. A
todos.
fdovilles@hotmail.com
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