Por EIRENET GOMEZ/AVC
La desgracia cayó en el
municipio de Actopan desde el mes de noviembre del 2011 y permanece hasta ayer y
hasta hoy, y quizás hasta mañana.
En este municipio dedicado 100 por
ciento a la crianza del ganado, se ha registrado la mayor mortandad de
ejemplares, jamás vista en la historia del municipio, desde que aparecieron los
primeros brotes de rabia.
Según el censo levantado por la Unión ganadera
local, de noviembre del 2011 al 31 de enero del 2012, la intoxicación por urea
-una sustancia que se encuentra presente en el alimento de las reses-, ha
cobrado la vida de más 800 cabezas de ganado muertas, y puesto en cuarentena a
otros 400 ejemplares de ganado, que han sido separadas en corrales, donde
permanecen en observación, desahuciadas a la muerte. Página 4
Ángel
Cervantes Muñiz, quien sirve de guía, un ganadero rollizo y entristecido que se
ha pasado la vida criando vacas y lidiando con becerros, dice que de pronto,
todo parece haberse acabado para él.
Actopan, Ver.- (AVC/Eirinet Gómez)
La desgracia cayó en el municipio de Actopan desde el mes de noviembre del 2011
y permanece hasta ayer y hasta hoy, y quizás hasta mañana.
En este
municipio dedicado 100 por ciento a la crianza del ganado, se ha registrado la
mayor mortandad de ejemplares, jamás vista en la historia del municipio, desde
que aparecieron los primeros brotes de rabia.
Según el censo levantado
por la Unión ganadera local, de noviembre del 2011 al 31 de enero del 2012, la
intoxicación por urea -una sustancia que se encuentra presente en el alimento de
las reses-, ha cobrado la vida de más 800 cabezas de ganado muertas, y puesto en
cuarentena a otros 400 ejemplares de ganado, que han sido separadas en corrales,
donde permanecen en observación, desahuciadas a la muerte.
Ángel
Cervantes Muñiz, quien sirve de guía, un ganadero rollizo y entristecido que se
ha pasado la vida criando vacas y lidiando con becerros, dice que de pronto,
todo parece haberse acabado para él.
“Yo contaba con 13 vacas paridoras.
En el mercado valdrán unos 7 mil pesos, pero hace unos días, a mi me compraban
una hasta en 20 mil pesos. Y eran tan generosas, que a veces, cada una me daba
hasta 18 litros de leche. Pero se acabaron. Se fueron”.
Son las diez y
media de la mañana. Acaba de terminar la reunión entre los miembros de la Unión
Ganadera de la Zona Costera con las autoridades de la Subsecretaría de Ganadería
y Pesca, que tuvo lugar en la Casa del Campesino, en la comunidad de Tinajitas,
municipio de Actopan. El sol comienza levantar en esta zona de Veracruz, a 20
minutos de las aguas del Golfo de México.
Minutos antes de que enfilemos
camino a los ranchos afectados, Ángel cuenta con los ojos rojos de llanto y con
la voz quebrada, que la primera vaca se murió hace ocho días.
“Hace ocho
días, por la mañana, una de mis vacas ya no se pudo parar, y para la tarde ya se
había muerto. De ahí para acá empezó todo, al día siguiente otras dos y luego
otras dos, y luego otras dos, así siguieron hasta que ayer se murió mi última
vaca”.
Ángel Cervantes hace una pausa, baja la mirada, la sube, aprieta
los ojos, y luego hace un respiro profundo, hondo, como quien trata de llenarse
los pulmones de aire para sacar el llanto al exhalar y no tener que derramar
lagrimas.
Y entonces, suelta: “Todo el rancho se convirtió en un
cementerio. Me quedaron siete crías de tres meses...”, y vuelve a sumergirse en
un suspiro. Un hombre alto de sombrero, que está detrás de él, le pone la mano
en el hombre y lo consuela: “tú puedes, vamos a salir adelante”.
En el
relato que hace Ángel Cervantes cuenta que sus vacas eran las mejores de la
región porque producían entre 130 y 140 litros diarios, y también eran buenas
para la cría.
En la fórmula para tener esta buena producción, el oficioso
ganadero revela que una parte se debe a la alimentación que tenían, conformada
por pastura y una buena dosis de pollinaza, que compraba en la veterinaria de la
zona.
Hoy, dos meses después de las primeras muertes de ganado, y tras un
análisis realizado por expertos de la Universidad Veracruzana, Ángel, como el
resto de los 100 ganaderos afectados de la región, responsabiliza a la empresa
Bachoco -empresa encargada de suministrarle Pollinaza-, de haber alterado la
fórmula de este desecho orgánico.
Según explicó, la pollinaza es
excremento de gallina y desecho de las granjas polleras que se mezcla con otros
granos de la región para acelerar la producción lechera.
“Durante años
yo he dado pollinaza a mis vacas y nunca había pasado esto. Es más hay ganaderos
que siguen dando pollinaza a su ganado (procedente de otras granjas) y no les ha
pasado nada. Yo creo que nos mandaron un embarque que ya venía malo”,
argumenta.
Por ello, piden a las autoridades del estado que intervenga y
llame a la empresa Bachoco a rendir cuentas sobre cómo se elaboró la pollinaza,
de los últimos dos pedidos que fueron vendidos a la zona.
Después de
ofrecernos este testimonio, salimos de Tinajitas, municipio de Actopan. Sobre la
carretera rural que comunica al pueblo con la carretera 180 de la Costera, Ángel
Cervantes pide que bajemos la velocidad, y al costado derecho nos muestra los
siete becerros huérfanos, que rumean amontonados, en una esquina del
potrero.
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