Rosario Ibarra, presidenta del Comité Eureka, quien lucha desde hace casi
cuatro décadas por encontrar a los desaparecidos políticos, afirmó que el
fallecimiento de Miguel Nazar Haro, ex responsable de la Dirección Federal de
Seguridad (DFS), le recordó una dolorosa historia de cientos de jóvenes
torturados hasta la muerte, sin que los responsables hayan sido castigados.
En entrevista, la también presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del
Senado, lamentó que Nazar, a quien se acusó de desaparecer a su hijo, Jesús
Piedra Ibarra, y de encargarse personalmente de torturar a estudiantes,
luchadores sociales, guerrilleros y a todos aquellos considerados opositores al
régimen, se vaya de esta vida en total impunidad.
Lo conoció, explica, a
finales de 1976, cuando acudió a la sede de la DFS, en Circular de Morelia 8, a
preguntar por su hijo, desaparecido en 1975. Jesús Piedra fue acusado de estar
ligado al secuestro del empresario Eugenio Garza Sada y de pertenecer a la Liga
Comunista 23 de Septiembre.
En cuanto su hijo desapareció, inmediatamente
presenté la denuncia en Monterrey, viajé a la ciudad de México, fui de un lado a
otro, hablé 39 veces con el entonces presidente Luis Echeverría, con el
secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, a la Procuraduría General de la
República (PGR) y también a la DFS.
Agrega que estuvo en muchos penales.
Me decían que mi hijo estaba en tal cárcel. Iba a tal cárcel, adonde fuera, al
Campo Militar de la Joya de Torreón, al Campo Militar número Uno. Junto con mi
hija Claudia anduvimos como locas en todos lados. Y pues no, en ninguna parte lo
encontramos.
–¿Cuándo fue la primera vez que se reunió con Nazar
Haro? –Debe de haber sido un año después de que desaparecieron a Jesús. Tenía
información de que lo habían llevado con él, y me presenté a la DFS, que tenía
fama de ser un centro de tortura terrible. Le pregunté directamente por mi hijo.
Le dije que tenía derecho a un juicio justo, y me respondió muy serio que el
gobierno federal no lo tenía.
Agrega que le insistió, y Nazar Haro acabó
por decirle que mejor le preguntara a las guardias blancas de Garza
Sada.
–Es decir, ¿estaba acusando al personal de seguridad del empresario
fallecido? –Sí, había antecedentes de antipatía del entorno de Garza Sada
hacia la Liga 23 de Septiembre, pero en realidad era una forma de tratar de
quitarme de encima, para que no siguiera exigiendo cuentas al gobierno, porque
Jesús fue detenido por un policía de nombre Carlos G. Solana. Era jefe de la
Judicial de Nuevo León. Y éste lo había entregado a la Dirección Federal de
Seguridad; es decir, precisamente a Nazar Haro.
Nazar Haro fue señalado
como responsable de la desaparición forzada de Jesús Piedra, hijo de Rosario
IbarraFoto José Carlo González
–¿Y qué impresión le dio? –Era un
hombre bajito, de ojos azules, muy azules, de pelo entrecano, seco en su hablar,
pero muy correcto. Su aspecto no era el del hombre que disponía de las vidas de
los demás sin vacilar. Parecía un hombre honorable, que nada tenía que ver con
el director de un centro en el que se vejaba, se lastimaba sin piedad a seres
humanos, con los que cometían todo tipo de atrocidades sólo porque pensaban
distinto.
Los vecinos de la DFS de Circular de Morelia 8 escuchaban por
las noches y la madrugada gritos terribles y quejidos. Era como una prisión
clandestina.
Años después, ya con el Frente Nacional Contra la Represión
fundado, Rosario Ibarra siguió en la lucha, llevó a cabo varias huelgas de
hambre y logró que el gobierno de José López Portillo amnistiara a mil 500
presos políticos y presentara a 148 desaparecidos.
Por los testimonios de
estos últimos, afirmó, pudieron saber cómo actuaba en realidad Nazar Haro en la
DFS.
No recuerdo su nombre ahorita, pero sí la historia de un muchacho
que vio cómo en esa Dirección Federal de Seguridad golpearon y torturaron a su
hermano, que nada tenía que ver con movimientos armados, hasta que lo
mataron.
Nazar sólo comentó: ya se nos fue, hay que tirarlo. Otros
testimonios de los 128 liberados, dijo, dieron cuenta de golpizas a todas horas,
de encierros desnudos en celdas frías, de toques eléctricos en los genitales, de
ahogamientos en agua sucia, de muchas otras barbaridades.
–¿Alguno dijo
que el propio Nazar Haro lo martirizó? –Lo hacían él y sus secuaces. Él
dirigía. Nos contaron que a Nazar Haro le gustaba empezar a lastimarlos, con sus
propias manos.
Al final, Nazar ya no la recibía, pero con los testimonios
que obtuvo lo denunció por la desaparición de su hijo. El ex titular de la DFS
fue juzgado en Monterrey, pero fue absuelto, en un juicio que la senadora Ibarra
califica de farsa.
Su hijo José Luis se paseaba en el juzgado como por su
casa, podía leer el expediente. A mí ni me lo dejaban hojear. Y en una ocasión
en que sonreí por una de las mentiras que decían, el juez me gritó que me iba a
meter a la cárcel si me volvía a reir.
Ibarra advierte que hay aún 571
desaparecidos de la “mal llamada guerra sucia de los setentas”, quienes en su
mayoría deben haber pasado por las manos de Nazar Haro.
–¿Y todo eso
quedará en la impunidad? –Sí, ya murió él, y antes Fernando Gutiérrez Barrios
y Moya Palencia y no hubo justicia. Sólo queda vivo Luis Echeverría. Y
muchísimas familias a las que llenaron de dolor esperan aún encontrar a sus
hijos y esposos desaparecidos.
Andrea Becerril La Jornada |
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