martes, 18 de octubre de 2011

PALABRAS Y PIEDRAS CONTRA BALAS


Dos acciones valientes que pasaron al olvido en tierra ávida de héroes
Luis Fernando Nájera   
Lunes 17 de octubre de 2011
En dos ejemplares acciones ciudadanas, pasadas desapercibidas para muchos, varias personas, en dos sucesos distintos, evitaron tragedias.

Ninguna de ellas mereció comentario alguno del Cabildo, contado desde el alcalde hasta el cuerpo edilicio y pasando por los funcionarios.


Más bien, estos se taparon las orejas, taparon sus ojos y enmudecieron sus bocas, como asomo de ignorancia oficial a hechos relevantes realizados por desconocidos, personas salidas de la calle pero sin apellido ilustre o buena posición económicas, unos cualquiera que no gozan de “cuates ni cuotas” en los gobiernos.


El valor cívico puesto a prueba en situaciones extremas fue expuesto apenas en un par de escuetos reportes policiales que no pasaron más allá de una simple lectura y luego enviados a la papelera de reciclaje o al tambo de la basura.


Por el contrario, la diatriba del alcalde Zenén Xóchihua Enciso ensalzó la circunstancial acción de los policías, a los que convirtió en “cazarrecompensas oficiales”, pero ocultó el ímpetu y coraje ciudadano contra los delincuentes.


La historia de los hechos ciudadanos comienza en el campo pesquero El Colorado, comunidad que hoy vive del bullicio que deja la pesca de camarón.


Durante el fin de semana, en el campo pesquero se organizó un baile de especulación. Ahí, los regenteadores del vicio despojan a los pescadores de la utilidad de la pesca embriagándolos, vendiéndoles drogas o bailongo.


Habiendo estallado el júbilo grupero, los habitantes asistentes al baile comenzaron a alarmarse. Alguien de la comunidad vecina disparaba al aire, sin ton ni son y sin que el resguardo oficial del guateque apareciera para poner orden.


Por eso, dos residentes decidieron actuar cuando ya las sombras de la madrugaba empujaban la brisa marina hacia el embarcadero.


Ellos ubicaron el lugar de los disparos y a la distancia reconocieron al autor. Era el Mariano, un residente de Las Grullas Margen Derecha.


Se fueron en su busca y lo encontraron. Le dijeron que dejara de disparar porque podría herir a alguien.


Como respuesta, Marcos Abraham Villanazul Flores, de 26 años de edad, recibió dos balazos que le fracturaron el brazo izquierdo y Mirza Paolo Inzunza Martínez, de 31 años de edad, fue herido en la pierna izquierda y región testicular.


Tras la agresión, el atacante se retiró y la fiesta continuó porque en cuestión de minutos los pescadores se enteraron que las lesiones de sus vecinos no eran graves y que tardaban más de 15 días en sanar.


Tras la fiesta llegó la resaca y con ella el reconocimiento efímero a los residentes del campo pesquero que convirtiéndose en víctimas evitaron una tragedia.


Una acción similar ocurrió a las 21:00 horas del cuatro de septiembre, en un fraccionamiento de clase media alta, en Los Mochis.


Ahí, varios desconocidos se enfrentaron a gritos y pedradas a dos secuestradores que armados con pistola de grueso calibre intentaron privar de la libertad a Hannia, una menor de edad que saliendo de un gimnasio era prácticamente cargada en vilo ante los ojos de su madre hacia una vagoneta estacionada.


Los tipos que más tarde serían apresados y que se identificarían como Alberto Medina Lugo de 34 años de edad, con domicilio en calle Villas de Monterrey 2169 del fraccionamiento Catarinas, y Daniel Ignacio Gámez Mulkey, de 47 años de edad, con domicilio en avenida Melchor Ocampo sin número en la colonia Anáhuac, ambos en esta ciudad, eran parte de una célula de secuestradores cebados.


Presa de la histeria por ver cómo su hija se desvanecía a manos de los secuestradores, la madre comenzó a gritar.


Primero llamó la atención de los desconocidos y después de los policías. En igualdad de circunstancias, los gendarmes apresaron al que portaba la pistola, pero el cómplice emprendió el escape a toda carrera.


Los desconocidos fueron tras él y a pedradas lo obligaron a refugiarse en un baldío. Los rocazos que no dejaron de lanzarse terminaron por descalabrar al secuestrador, quien para evitar ser linchado salió de su escondite y se entregó a los policías que ya lo buscaban.


Hannia regresó con sus padres sana y salva y el bullicio de sus vecinos se incrementó.


En investigaciones posteriores se apresó a una tercera persona implicada en el secuestro, pero el cabecilla huyó.


Las policías festejan su premio, pero de los desconocidos que apedrearon al otro secuestrador nadie se acordó.


Una acción valiente que pasó al olvido en tierra ávida de héroes. Justo igual que con los pescadores de El Colorado.


Los hechos de los civiles fueron narrados en los reportes policiales en apenas dos líneas, no más de 180 caracteres.

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