miércoles, 6 de julio de 2011

VISION

LA IRRESPONSABLE SUMISIÓN DE LOS REGIDORES

Jose Luis HERNANDEZ MORA
La rebeldía es la vida: la sumisión es la muerte”. Inicio este comentario con esta cita de Ricardo Flores Magón, ante la evidente falta de credibilidad que en México se tiene de los tres poderes políticos, los cuales, sin menoscabo alguno se someten al simple criterio omnipotente y unipersonal del poder ejecutivo.

En esta ocasión nos centraremos en los municipios, donde la crisis de los ayuntamientos y la hegemonía del control presidencialista de los cabildos va en aumento; la autonomía política de los regidores deja mucho que desear, pues cada día están más lejanos a la posibilidad de ser reales representantes populares.

El rol histórico de los regidores en la mayor parte de los ayuntamientos de nuestro país, se caracteriza por el triste papel de la sumisión y de la adulación que practican hacia los alcaldes.

A pesar que nuestra Constitución les otorga una amplia libertad a los ayuntamientos, pues manifiestamente se habla de la autonomía municipal, dejando en claro, que el cabildo es un órgano colegiado que delibera y que como resultado de esta acción se determinarán las políticas públicas que beneficien a sus comunidades, sí, a pesar de esto, existen infinidad de regidores (principalmente de los partidos políticos que ganan las elecciones), que no saben para qué llegaron al cabildo, por lo que no cumplen adecuadamente con sus funciones normativas y de fiscalización, mucho menos con su responsabilidad de informarse y capacitarse para tratar temas torales para la actividad legislativa municipal.

Sin embargo, esta situación no se presenta de manera fortuita, sino que nace desde la forma de cómo se integran las planillas en los procesos electorales, tomando en cuenta en principio, aspectos como la amistad, la afinidad, la coincidencia y el respeto a la autoridad, -que la mayor de las veces raya en la sumisión-, como condiciones que se consideran valores y lealtades, que se pondrán siempre por encima de los intereses de su representación política de los ciudadanos, dando pie así, a la inducción hacia la hegemonía del presidente municipal, hegemonía que devalúa el papel de los regidores pues les resta autonomía política, llegando al grado y esto ocurre en infinidad de casos, de seguir la inercia de las decisiones -aunque estas sean en muchos casos erróneas- del presidente, con lo que pierden oficio político y olvidando su papel de representantes populares, promoviendo en los hechos la existencia de una forma de gobernar en los municipios: un presidencialismo autócrata al interior de los cabildos.

La introducción del principio de representación proporcional en 1983, no ha sido suficiente para crear una verdadera democracia dentro de los ayuntamientos. La ausencia de autonomía política de los regidores de mayoría relativa y el poco pluralismo en la toma de decisiones al interior de los cabildos son una obvia evidencia de que aún existen muchas condiciones que incentivan prácticas autoritarias en los ayuntamientos.

Incluso, el procedimiento matemático utilizado para distribuir las regidurías de representación proporcional, estimula el autoritarismo, pues desafortunadamente, no todas las regidurías son fruto de la justicia, de la proporcionalidad o de la representación ideológica o democrática.

Las fórmulas previstas en la legislación electoral, aseguran la mayoría de los cargos de responsabilidad dentro de las comisiones legislativas de los ayuntamientos al partido ganador, generando así una injusta distorsión de la real y verdadera representatividad de la sociedad, con lo cual, relegan a las minorías de las tomas de decisiones trascendentes para la ciudadanía, aplicando al interior del cabildo su mayoría relativa con base al voto discriminado y falto de criterio, pero sobre todo carente de representatividad, pues se actúa más en función de los intereses partidistas que de la necesidad y voluntad de decisión de los ciudadanos en general, convirtiéndose en cómplices serviciales así como en defensores oficiosos del poder, sujetos a la dádiva y al “cochupo” del cabildeo.

En este sentido, para que los regidores cumplan adecuadamente sus actividades normativas y de vigilancia, requieren de información y asesoría objetiva e imparcial de un cuerpo técnico que no dependa del presidente municipal (normalmente la información y la asesoría son proporcionadas invariablemente por funcionarios de confianza del presidente municipal), que les permita desempeñar sin la dependencia presidencial y sin pretexto alguno su labor y el de las comisiones del cabildo a que pertenezcan, para que de esta forma el presidente municipal represente en la práctica las funciones ejecutivas que le establece la ley en materia de gobierno y administración del municipio, mientras que las tareas legislativas las realicen los regidores y el síndico.

Otro punto de sujeción hacia una total subordinación al presidente municipal, es el manejo del recurso financiero, situación que se evidencia cuando los regidores o una comisión edilicia requieren recursos para ejecutar su trabajo, invariablemente necesitan la autorización del presidente municipal, puesto que el cabildo no cuenta ni administra un presupuesto propio, lo que sólo puede darse si el cabildo ejerciera y administrara su propio presupuesto, sin embargo, la respuesta a esta situación de parte de los regidores de mayoría relativa es el silencio que ejercen los pesos de la corrupción y del “agachismo” político; pura sumisión por conveniencia.

En resumen, el gobierno municipal no es un régimen presidencial, debe quedar muy claro que las competencias del gobierno municipal se ejercen por el ayuntamiento y no por un modelo unipersonal que centraliza en un solo individuo el poder; en este contexto, los regidores deben ser y actuar como verdaderos representantes populares y no como empleados del presidente, pues de hacerlo así, acabarían con las viejas formas de hacer gobierno, lo que significaría el fin de los presidentes municipales soberbios y arrogantes que manejan los recursos públicos a su antojo, que ejecutan la obra pública por capricho y sin sentido social, beneficiando a unos cuantos y generando riqueza al otorgar los contratos de la obra pública bajo sospecha de corrupción.

Basta ya de que se sientan los dueños del municipio, de que se crean los señores feudales. No se debe permitir que la presidencia municipal solo sirva para construir fortunas o para construir candidaturas. El futuro de los municipios queda en manos de los cabildos municipales, es tiempo que los regidores decidan: o se rebelan para continuar con vida, o se someten para esperar la muerte, como muy bien lo citara Ricardo Flores Magón.

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