El domingo se conmemoró el 47
aniversario de la muerte del guerrillero Genaro Vázquez Rojas, que fundó y
dirigió la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria en Guerrero, cuyos
dirigentes han sido sometidos por décadas a vigilancia, persecución y represión
por parte de fuerzas federales. En el acto en la Universidad Autónoma de
Guerrero en Chilpancingo, su viejo compañero de lucha, Arturo Miranda Ramírez,
dirigente actual de la ACNR, hizo una propuesta provocadora al presidente
Andrés Manuel López Obrador: crear milicias populares –grupos paramilitares-
para defender su proyecto de gobierno porque no cuenta con el Ejército, el
poder económico sigue en manos de la oligarquía y en su gabinete, subrayó, hay
personas que incluso defienden esa clase.
De aceptarse la propuesta –lo
que se antoja remoto-, empataría con el imaginario colectivo que López Obrador
quiere seguir el camino de Fidel Castro y Hugo Chávez, mediante la instauración
de un Estado subordinado a él y controlado a través de un aparato policial represor.
La ACNR tuvo un origen guerrillero que apostaba por la lucha armada para
generar cambio. Hoy se le puede ubicar como parte del frente de masas, con
conexiones guerrilleras pero sin ser parte orgánica de ella, para que mediante
acciones coordinadas se logren objetivos políticos. Al apoyar al presidente y
proponerle tácticas paramilitares, Miranda Ramírez mostró que en Guerrero no
hay un enfrentamiento contra López Obrador, a diferencia de otros grupos
radicales que rompieron con el presidente y optan por un cambio fuera de los
cauces legales.
Uno es el Ejército Zapatista
de Liberación Nacional, que recientemente confrontó a López Obrador y
estableció su territorio para impedir la construcción del Tren Maya. El EZLN,
sin embargo, es una guerrilla que ha utilizado más la pluma que las armas, y
desarrollado un sistema de organización social que ha construido ante la
complacencia de gobiernos sucesivos, un Estado dentro del Estado en Chiapas,
con decenas de comunidades donde los zapatistas son gobierno. El otro es el
Ejército Popular Revolucionario, que había guardado un silencio casi total
frente a López Obrador –aunque emitió un comunicado crítico al iniciar su
gobierno-, y que confrontó al presidente en el último número de El Insurgente,
el órgano de comunicación guerrillero, donde la descalificación de López
Obrador, se podría decir, es brutal.
El editorial del periódico
cambió de pluma. La actual es menos propagandística, ideológicamente más sólida
y marcadamente militarista. No hay concesión a López Obrador, ni reconocimiento
de nada. Para el EPR, el presidente es parte del mismo Estado burgués que pese
a su discurso contra el neoliberalismo de los gobiernos tecnócratas, sigue
siendo un gobierno capitalista. López Obrador, dijo el EPR con una marcada influencia
marxista, no cuestionó las leyes con las que funciona el modo de producción, ni
alteró sustancialmente la base económica, ni la superestructura social de la
formación socioeconómica. Por tanto, aclaró, el régimen de producción de
intercambio y de distribución de carácter capitalista, permanecen intactos.
No cree en que sea un
gobierno del pueblo para el pueblo, como ha dicho López Obrador retomando la
frase más trascendente de Abraham Lincoln, y de su política de bienestar
sostiene que “son paliativos que aparte de otorgar un falso carácter popular a
la política de gobierno, fortalece a la base económica de la política del
régimen neoliberal”. Si se analiza el discurso de López Obrador bajo líneas
historicistas, se puede argumentar que el EPR tiene mucha razón en esa crítica.
El Estado de Bienestar, ideado por el economista inglés John Maynard Keynes,
fue definido por el historiador Eric Hobsbawn, como la “edad de oro” del
capitalismo, por el desarrollo económico de todos los grupos sociales.
El editorial del EPR
diseccionó el proyecto de Nación 2018-2024 que presentó hace más de un año, y
minimizó sus propuestas. Ni siquiera le da el nivel de “gobierno” al de López
Obrador, sino se refiere a él como una “junta administrativa”, donde lo que
busca es sustituir a las élites con sus élites, y mantener un capitalismo a su
medida. López Obrador no es un neoliberal ante sus ojos, pero sí un “liberal
moderado” que ha propuesto –esta es una de sus más grandes críticas-, una
Guardia Nacional que justifica a partir de premisas falsas, como la
estigmatización de la pobreza como factor único de la inseguridad, que en
realidad pretende dos objetivos: sujetar a la sociedad a su propio imperio, y
distorsionar la realidad para “cuadrarla” a su propio gobierno.
El planteamiento del EPR, sin
los calificativos despectivos que hizo el EZLN sobre López Obrador, no lo
ubica, ni por asomo, como una alternativa positiva para el cambio social por el
que han estado luchando, sino como una figura, quizás más peligrosa que los presidentes
emanados de la tecnocracia, con un discurso popular y populista totalmente
contrario a los objetivos que pretende -empoderar y mejor la vida de los más
pobres-, y que le permitiría apuntalar lo que llaman la “dictadura del
capitalismo”.
Los señalamientos
guerrilleros podrán ser discutidos y debatidos política, ideológica y
militarmente, pero lo que dejan ampliamente sentado es que aquellos que
lucharon contra regímenes del PRI y del PAN, no lo ven como un aliado, sino
como un enemigo más peligroso al estar construyendo un régimen autócrata que,
según el EPR y sus movimientos sociales, quiere instituir un Estado que sólo
responda a sus intereses y desarrollar una estrategia de contrainsurgencia para
concretarlos. La propuesta de Miranda Ramírez, en este contexto, confirma la
advertencia del EPR y la ruptura de la extrema izquierda, en donde López
Obrador quería afianzarse. Las guerrillas han vuelto a la arena pública más
radicales que en años previos.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/RAYMUNDO RIVA
PALACIO/7 DE FEBRERO DE 2019)
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