Foto: Internet/Camioneta donde viajaba
Manuel Díaz Lerma y escoltas
Los jefes de las policías en
Mexicali ni guardaespaldas traían. Cuando mucho su chofer y a veces ni tal. A
unos les gustaba traer fajada la pistola. A otros les bastaba el uniforme o se
les respetaba simplemente por su estampa de hartos conocidos. Viví 10 años en
Mexicali. Hasta 1974. Entonces puro experto encabezando la Policía Judicial del
Estado. Empíricos. Hechos hasta lo capaz desde “…choferes del señor gobernador
o el Comandante”. Y en la municipal personas muy serias. Sin antecedente en la
corporación pero nada de andar “faroleando” colgándose tantas insignias como
Porfirio Díaz. Solamente uniforme modesto y además respetado. Los jefes
policíacos eran muy conocidos. También sus familias. Entonces la esposa ni los
hijos tenían guardaespaldas ni choferes. Si acaso alguno vigilando la casa pero
no pasaba de allí. Por eso no se sabía sobre relaciones con los delincuentes.
Entonces el narcotráfico navegaba en total discreción hasta el punto de no
saberse quiénes eran los protagonistas. Pero todo fue cambiando. Ahora en
Mexicali los mafiosos rompieron con esa tradición de tranquilidad. Y el ataque
al Secretario de Seguridad Pública, Manuel Díaz Lerma, resulta un hecho jamás
visto en la República Mexicana: Aproximadamente 20 sicarios disparándole a su
camioneta y escoltas a lo largo de cuatro cuadras. Ametralladoras, granadas y
bazuka. Los mexicalenses estremecidos durante este sexenio elorduyista por las
ejecuciones, siempre consideraron a Tijuana la Ciudad más violenta de Baja
California. Pero ahora y en los hechos resaltó sorpresivamente el impresionante
ataque de la mafia.
Manuel Díaz Lerma
Poco después de la balacera
debí viajar a la Ciudad de México. Mis compañeros de ZETA me mantuvieron
informado. Detalle a detalle. Pero expertos en la Capital del país con quienes
platiqué comentaron insistentemente sobre el hecho. Conocedores del movimiento
mafioso consideraron como primer motivo una posibilidad: La de no haber
cumplido el Gobierno del Estado o particularmente el Secretario en tratos con
la mafia. Me hicieron la siguiente observación: Los narcotraficantes se han
dedicado en los últimos meses a matar policías o jefes de corporaciones.
Sucedió en Michoacán. Muchos en Nuevo Laredo. No tantos en Monterrey y, lo más
impresionante, Acapulco. Entonces me dijeron: Casi en todos los casos se
trataba de policías en acuerdo con los narcotraficantes. Pero desgraciadamente
para ellos, no habían cumplido con el pacto. Quedé sorprendido al oír: En los
telediarios se vio a un policía de Acapulco rematar a un narcotraficante herido.
Pues tal oficial estaba también en arreglos con los mafiosos. “Por eso le
cortaron la cabeza”. Y la interpretación a tal decapitación fue: Así como el
disparo fue en ese lugar, entonces le desprendieron tal parte del cuerpo. Y el
cartón donde escribieron “…para que aprendan a respetar”, tiene su significado
real: Los policías fallaron al acuerdo con los narcotraficantes hasta el punto
de excederse. Prácticamente les pagaron con la misma moneda. Y el motivo del
agente para rematar al mafioso se tantea como una forma para silenciarlo. De
haber sido llevado al hospital y de recuperarse, entonces declararía sobre los
acuerdos con los policías.
Hay otros episodios donde los
jefes policíacos son honestos. No quieren nada con la mafia. Así pasó en
Monterrey y con algunos de Nuevo Laredo. El caso del Licenciado Federico
Benítez en Tijuana es ejemplar. Su rechazo al pacto le costó la vida. También
por eso mataron al comandante de Michoacán. Pero en estos casos los expertos me
dijeron: Seguramente agentes apalabrados con los narcotraficantes, les dijeron
haber recibido órdenes de sus jefes. Esto a pesar de las advertencias de no
enfrentarse a los mañosos. Así, en muchas partes del país la mafia se ha
empeñado en ejecutar a comandantes de las policías. Y en algunos casos los
asesinatos son simplemente una advertencia para los demás o quienes vayan a
suplirlos.
Las referencias me
estremecieron. Pero también consideré. El Gobernador del Estado debe solicitar
la renuncia a Manuel Díaz Lerma y Antonio Martínez Luna, Secretario de
Seguridad Pública y Procurador de Justicia del Estado. Esta consideración tiene
su razón:
Foto: Archivo/Antonio Martínez Luna
1.- Ninguno de los dos ha
podido frenar el narcotráfico y secuestros en Baja California en los últimos
años.
2.- Eso es una muestra
evidente de incapacidad. Sus continuas declaraciones de “no vamos a bajar la
guardia”, es expresión de indudable devaluación. Tantas veces dicha y jamás
cumplida ha dejado de ser creíble.
3.- Ahora Díaz Lerma y
Antonio Martínez Luna, incluyendo al Gobernador del Estado, estarán más
preocupados por no ser atacados. Esto indudablemente los desgastará y su
rendimiento será menor en las oficinas. El miedo les abrazará.
4.- El Gobierno del
Licenciado Eugenio Elorduy, a estas alturas y con ataques tan impresionantes
como el de Díaz Lerma, sólo causan mayor desconfianza popular. Y esto puede
reflejarse indudablemente en las próximas elecciones.
5.- Sigue siendo urgente una
“limpia” en las policías. El propio Díaz Lerma reconoció ante ZETA la
existencia de corrupción en las corporaciones. No es la primera ocasión cuando
lo dice. Pero nunca ha ido de las palabras a los hechos.
6.- Supongo: De no solicitar
la renuncia a Díaz Lerma y Martínez Luna, seguirá el peligro de más ataques.
Pero lo más peligroso: Tijuana y Mexicali pueden convertirse en otros Nuevo
Laredo o Acapulco.
7.- Dejar las cosas como
están y realizar una investigación sin capturar, como siempre a las cabezas, no
solucionará en nada la peligrosa situación de Baja California.
Foto: Internet/Eugenio Elorduy Walther
8.- No tiene caso solicitar
la presencia de la Policía Federal Preventiva. Ya hemos visto en otras
ocasiones el resultado. Se necesita en este caso de mayor inteligencia y menos
fuerza. No dudo de la inteligencia. Pero de nada sirve cuando hay un acuerdo de
por medio con los mafiosos.
Indudablemente éste es uno de
los momentos más delicados en el gobierno del Licenciado Eugenio Elorduy. Y en
este caso necesita dos cosas: Primero, dejar de pedir auxilio para buscar a los
culpables. Está visto: Lo ha hecho muchas veces y lejos de tener una solución
verdadera, los problemas han ido en aumento. Aparte se demostró claramente la
incapacidad de las policías bajacaliforniana.
Segundo, buscar a los
cómplices en las mismas corporaciones a sus órdenes. Así se acabará el motivo y
no la consecuencia. De otra forma, si las condiciones siguen como hasta la
fecha, crecerán las sospechas de un gobierno entrampado con el narcotráfico. Y
paralelo a esa creencia, la imparable y mortal acción de sicarios y
secuestradores. Elorduy necesita ser decisivo y mostrar la energía antes
afamada. Tener la posibilidad de pedirle ayuda al Presidente por ser amigos
desde el pasado refleja una realidad: El gobierno federal no ha podido
enfrentar los problemas de Acapulco y Nuevo Laredo. Entonces menos para Baja
California.
Tomado de la colección “Dobleplana” de
Jesús Blancornelas, publicado el 28 de abril de 2006.
(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA JESÚS BLANCORNELAS/ LUNES, 16 JULIO, 2018
12:00 PM)
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