Federico Stegmayer, un actor que hizo el
papel del novio en una boda falsa en Buenos Aires, le quita el liguero a
Victoria Alcorta, una actriz que encarnó a la novia. Credit Mauricio Lima para
The New York Times
BUENOS AIRES — Durante la noche
de un sábado en Buenos Aires, cientos de invitados se presentaron a lo que pudo
haber sido la boda de la temporada. La novia y el novio estaban muy bien
ataviados, al igual que los testigos, la familia y los amigos.
Sin embargo, el altar era un
escenario. Las preguntas del sacerdote a la pareja no fueron exactamente lo que
uno escucharía en una iglesia. Los anillos de boda eran inflables, el pastel
era de plástico y la Biblia tenía un tamaño enorme. Todo tenía un aire de
burla.
Cientos de invitados que pagaron para
asistir a la celebración. Credit Mauricio Lima para The New York Time
No se trataba de una boda
común y corriente. De hecho, era una boda falsa y una muy buena excusa para
celebrar una fiesta.
En caso de que quedaran dudas
cuando la pareja (representada por actores contratados) dejó el escenario,
brillaron luces de colores, el DJ inició la música a todo volumen y se anunció
a los invitados que pagaron: “La boda es falsa, pero la fiesta es real”.
“El propósito de la boda falsa es transmitir
alegría y diversión, además de vivir los momentos felices relacionados con el
amor sin tener que caer en el ritual tradicional de lo que es un matrimonio”,
explicó Nacho Bottinelli, de 30 años, uno de los organizadores.
Mariano Zito, actuando como el
sacerdote, dirigió la ceremonia de la boda falsa entre Nico Leguizamón y Laura
Montini. Los anillos eran inflables y usaron una Biblia de un tamaño exagerado.
Credit Mauricio Lima para The New York Times
Bottinelli dijo que a él y
otros amigos se les ocurrió la idea hace cuatro años, mientras vivían en La
Plata, una ciudad al sur de la capital.
Las bodas verdaderas han
estado en declive en Buenos Aires —ahora se realizan menos de la mitad de las
que se celebraban hace unos veinte años—, pues las parejas simplemente se van a
vivir juntas o esperan más tiempo para casarse.
Cuando lo hacen, no
necesariamente quieren una ceremonia tradicional en la iglesia. En 2014, una
encuesta de Pew Research encontró que solo el 20 por ciento de los argentinos
asisten a la iglesia con frecuencia, una de las cifras más bajas de la región.
No obstante, a los argentinos
les siguen encantando las bodas.
Bottinelli y sus amigos se
cansaron de esperar a que alguien de su círculo de amigos se casara para poder
celebrar. “¿Qué tal si hacemos una boda falsa?”, recuerda que se preguntaron.
La fiesta con música en vivo y barra
abierta continuó durante toda la noche. Credit Mauricio Lima para The New York
Times
Un grupo de amigos se detuvo en una
cabina para tomarse una foto de recuerdo. Credit Mauricio Lima para The New
York Times
La boda falsa habla de la
paradoja social de un país que sigue siendo tradicional y abrumadoramente católico
en cuanto a su cultura, aunque la tasa de divorcios ronda el 50 por ciento y
las uniones civiles ya se aceptan.
La parodia es tanto un guiño
a la tradición como una forma de subversión. También se ha convertido en un
negocio próspero. Los eventos tienen tanto éxito que Bottinelli y sus amigos
ahora los escenifican en Buenos Aires alrededor de una vez al mes, y a veces
más.
Hace poco los llevaron de
gira a otras ciudades argentinas importantes, así como a Uruguay, y tienen
planes de expandirse pronto a Chile, México y Estados Unidos.
En los eventos, explicó
Bottinelli, pueden conservar o desechar lo que quieran de una boda típica. No
es de sorprender que mantengan las partes divertidas.
Durante el curso de la noche,
que se extiende hasta las seis de la mañana, hubo dos ensayos de boda y dos
ceremonias de boda, cada una con divertidos intercambios de votos falsos. Los
actores que eran la novia y el novio en la primera boda se convirtieron en los
testigos de la segunda y viceversa.
Tras bambalinas, los actores
cambiaron de papel y se les maquilló y peinó; pusieron atención especial en
Verónica Pacenza, de 26 años, quien actuó como la abuela del novio.
Verónica Pacenza, una actriz de 26 años
que hizo el papel de la abuela del novio, durante el proceso de maquillaje para
envejecerla. Credit Mauricio Lima para The New York Times
Horas antes de la ceremonia,
los actores ensayaron en el escenario. Credit Mauricio Lima para The New York
Times
Pronto los invitados —cada
uno pagó cerca de 35 dólares para asistir— comenzaron a llegar. Algunos se
tomaron fotos de recuerdo en una cabina inflable cerca de la entrada. Luego se
dirigieron a la barra abierta.
La ceremonia en sí es corta y
coqueta, para que los invitados se pongan a tono con la fiesta. El espectáculo
incluye a dos bandas y un DJ.
La fiesta incluyó presentaciones en
vivo, así como un DJ. Credit Mauricio Lima para The New York Times
Stegmayer y Montini llegando a la
ceremonia de su boda falsa. El intercambio de votos no fue exactamente lo que
uno escucharía en la iglesia. Credit Mauricio Lima para The New York Times
El ritual de ponerle un
liguero a la novia también adquiere un giro especial, con diez mujeres solteras
y diez hombres solteros de entre los asistentes a quienes se invita a
intentarlo también.
¿Y qué fiesta de boda estaría
completa sin que la novia (en este caso, la actriz Laura Montini, de 35 años)
lance el ramo?
Ni siquiera una boda falsa estaría
completa sin la tradición de que la novia arroje el ramo. Credit Mauricio Lima
para The New York Times
Una pequeña multitud se
acercó. Una mujer eufórica lo atrapó, lo que significa que podría ser la
siguiente en casarse.
O no.
Una pareja se besó al lado del falso
pastel de boda. Credit Mauricio Lima para The New York Times
Palko Karasz colaboró con este reportaje
desde Londres.
(THE NEW YORK TIME EN ESPAÑOL/ MAURICIO LIMA 7 DE
NOVIEMBRE DE 2017
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