Un San Miguel Arcángel al
óleo con la firma del pintor Parrech, en colores vivos y estampa altiva,
adornaba un muro de una casona de Miguel Félix Gallardo en Sinaloa, justo
después de su detención hace 28 años. Lo menciona el reportero Francisco Ortiz
Pinchetti en una nota para la revista Proceso la semana siguiente a la captura
de Félix Gallardo, ocurrida el 8 de abril de 1989. Describe la casona paterna,
en la comunidad de Bellavista, con el césped impecable y las sábanas esperando
al dueño que nunca más volvería. Ese de los apellidos que “combinaban muy
bonito”, le dijo en tono orgulloso María Elena, hermana del famoso capo, al
reportero.
San Miguel, el santo patrono
de la ciudad de Culiacán y el suyo propio.
Miguel Félix Gallardo casi
tres décadas después de su captura todavía conecta con Sinaloa. Los nombres con
quienes se le relaciona son parte de la historia reciente del estado, y de una
gran parte de México. Apellidos que todavía se mantienen en la vida pública,
política y social. Fortunas forjadas al lado del hombre a quien todos describen
como un gentleman, un publirrelacionista nato, el primer capo del narcotráfico
con poder ilimitado y que conjuntaba a los muchos capos emergentes, le quedaba
que ni mandado a hacer el apodo del Padrino.
Nada menos este 2017 el
exgobernador Juan Millán Lizárraga le dijo al investigador Arturo Santamaría,
para un libro biográfico, que Félix Gallardo le ofreció hacerse cargo de todos
los gastos de su primera campaña al Senado en 1982. Le mandó el recado con un
notario, todavía vivo, y para no hacerle un desaire que sería peligroso, mandó
como respuesta que no lo necesitaba, pero si se atoraba al final lo aceptaría,
que lo guardara mientras. El olfato de Félix Gallardo estaba perfecto, 18 años
después sería gobernador de Sinaloa. Lo que no explica Juan Millán a Santamaría
es que durante todo su trayecto de Senador, Félix Gallardo se mantuvo activo
como el poderoso capo que le ofreció pagar su campaña. Fue detenido siete años
después de aquella oferta que no podía rechazar. Tampoco abunda sobre ¿qué
pidió a cambio? Y vale la pena también: ¿A cuántos más llevo el ofrecimiento
aquel notario?
Para ese 1982 Félix Gallardo
ya se codeaba con gobernadores, con sus hijos, y con algunos empresarios. No
vivía en Sinaloa, la Operación Cóndor los obligó a emigrar a Guadalajara,
Jalisco; sin embargo no se escondía, por el contrario, las fotografías
aparecían en el diario de más presencia en ese tiempo, El Sol de Sinaloa. Una
crónica del 30 de mayo de 1983 daba detalles de la boda de Rodolfo Sánchez
Duarte, hijo del exgobernador Sánchez Celis, con Theolenda López Urrutia en la
iglesia Sagrada Familia y oficiada por el obispo auxiliar Humberto Velázquez.
Los padrinos eran Miguel Félix Gallardo y su esposa María Elvira Murillo.
Nada mal para un hombre que
apenas una década atrás era Policía Judicial y guardaespaldas de quienes
después sería padrino, los hijos del gobernador Sánchez Celis.
En el gobierno de Alfredo
Valdés Montoya (1969-1974) empieza a involucrarse Félix Gallardo en el mercado
de las drogas que ya estaba encaminado aunque todavía incipiente, lo hace al
lado de Eduardo Fernández y luego por su propia cuenta. Mucho debió haber
aprendido en la escuela de comercio Webster, tradicional en la época de los 70
para quien tenía mucha necesidad de incorporarse al trabajo, porque su ascenso
fue vertiginoso.
En este periodo es también
cuando debió haber conocido a los de Badiraguato, Rafael Caro y Ernesto
Fonseca. Pero en nada eran parecidos, aquellos venían de la sierra, eran
hombres forjados en las carencias, Félix Gallardo había adquirido modos finos
con las amistades y el roce social.
MARGEN DE ERROR
(Empresario) En 1976 Miguel
Félix Gallardo funda la Inmobiliaria Delia y empieza la compra de bienes
raíces. Todo era legal. El notario Óscar López Castro protocolizó la sociedad
con su esposa y los hermanos Justino, José Luis y Francisco. En el libro del
Registro Público, señala también Ortiz Pinchetti, Félix Gallardo dijo ejercer
el comercio y vivir en la colonia Las Quintas. Unos años después sería dueño de
dos docenas de predios urbanos, uno de ellos la manzana de Obregón y Madero,
contra esquina del hotel, donde la PGR aseguró las oficinas de la inmobiliaria
después de aquella captura de 1989.
Pero apenas unos años antes
de su detención, Félix Gallardo seguía con su vida pública y social. En 1985,
unos meses antes de la detención de Caro Quintero y Fonseca Carrillo por el
caso Kiki Camarena que terminaría por derrumbar el poderoso Cártel de
Guadalajara, Miguel Félix Gallardo cortó el listón inaugural de una agencia
automotriz junto a Rodolfo Sánchez Duarte y Patricio Estolano Kuroda. Y como
otras veces, se dejó fotografiar y se publicó en periódicos.
Pero esa vida expuesta no
significaba ni derroche ni ostentación. El hombre era discreto, amable, pero
gustaba de la vida pública.
DEATRASALANTE
(Relaciones) Cuando
capturaron a Miguel Félix Gallardo en Guadalajara, sin disparar un solo tiro,
el gobernador de Sinaloa era Francisco Labastida Ochoa, esa tarde estaba
buceando —no es metáfora, es literal— en el Mar de Cortés. Mientras él admiraba
las bellezas del océano, la orden federal era desmantelar las policías del
estado natal de Félix Gallardo.
El Comandante de la Novena
Zona Militar, Jesús Gutiérrez Rebollo, citó a los jefes en la sede del ejército
y ya no los dejó salir, al momento la tropa salió a desarmar en pleno a la
Municipal y a la Judicial. Todo en apenas una horas. Alertado a tiempo, alcanzó
a huir Fernando García Félix, Coordinador Estatal del Plan de Justicia de
Labastida. Pero no Arturo Moreno, el jefe de la Judicial —hoy Ministerial— ni
Robespierre Lizárraga, el director de la Policía Municipal.
Francisco Labastida
alcanzaría la respiración en aquel 1989. Y hasta tendría la oportunidad que le
había arrebatado Carlos Salinas en los 80, ser candidato a la presidencia de
México (PUNTO)
(RIODOCE/ ANDRÉS VILLARREAL/ 28 AGOSTO, 2017)
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